Nos encontramos constantemente. En Oakland Mall, en Miraflores, en Cayalá. En la sexta, en los bares de la zona 1, en los pasillos de la universidad. En tu casa, en la mía, en el cumpleaños del amigo.
Nos encontramos y nos reconocemos. Nos conocemos la mirada y la sonrisa; nuestras historias, familias y acontecimientos en común. Pero nos desconocemos en las redes sociales. Realmente nos desconectamos; al punto que no encontramos puntos en común. Y hasta ahora resulta tan evidente.
Y es que para muchos, el tema del juicio de Efraín Ríos Montt vino a evidenciar muchas posiciones políticas de conocidos, amigos y familiares, que aunque antes podrían haber pasado desapercibidas, escondidas, solapadas bajo algunos comentarios, con el tema del juicio vinieron a reventar y hacerlo todo evidente. En este tema pareciera no permitirse grises o claroscuros; o se es blanco o se es negro, o se está con el general o se está en contra, o se es terrorrista o contra-terrorista, comunista o capitalista, genocida o no genocida, vividor de la cooperación internacional o trabajador honesto.
Y de eso se ha venido acumulando nuestras redes sociales en los últimos días.
Mientras yo cuestiono el porqué no se juzga a los guerrilleros, vos decís que es necesario empezar por el Estado y su responsabilidad. Mientras yo afirmo que la memoria y la justicia son necesaria para la reconciliación, vos me refutás diciendo que busco venganza y que lo que debo buscar es perdón. Mientras ella se alegra por el fallo del juzgado, él se enoja; ellos celebran, ellas se indignan. Y así va la historia, entre vos, yo, ellos, ustedes, nosotros. Confundiéndonos, mezclándonos, re-conociéndonos, entre tuits de fútbol, conciertos y ofertas de invierno.
Nos estamos encontrando en sitios comunes, pero estamos pensando distinto.
¿Es eso necesariamente negativo? ¿Ha llegado el juicio a cambiar nuestra percepción de algunos conocidos? Probablemente sí han cambiado nuestras percepciones; sin embargo, eso no necesariamente es negativo. El juicio ha venido a demostrarnos que en Guatemala el diálogo y el debate deben avanzar a paso acelerado si deseamos construir algo parecido a la democracia, donde todos podamos hablar y opinar sin que un océano de prejuicios, insultos y pedradas tuiteras nos dividan.
Y cuando hablamos de dialogar, debatir, opinar, también debemos aprender a hacerlo con propiedad. No se debería permitir atacarnos con sobrenombres “comunistas” “contra-terroristas” que alguien ha puesto de moda en estos días; mejor preguntemos: ¿Cuál es tu idea? ¿Cuál tu argumento? ¿Podemos debatir alrededor de eso?
Las pedradas tuiteras han estado a la orden del día en las últimas semanas. No podemos ponernos de acuerdo en Twitter, una red social con menos de 250,000 usuarios en Guatemala de acuerdo a la página The Webmarketer; es decir, menos del 2% de la población. Los jóvenes guatemaltecos (15 a 29 años) formamos alrededor del 30% de la población; los universitarios somos menos del 5% de la población, y los tuiteros, menos del 2%.
¿Y ni siquiera entre ese mínimo 2% podemos conversar sin insultarnos? Algo estamos haciendo mal, muy mal.
Alguien dijo en el almuerzo familiar del domingo: “No vayan a hablar de Ríos Montt, porque en la familia hay muchas opiniones.” Nosotros decimos, ¿por qué no? Hablemos, veámonos a la cara, reconozcámonos distintos pero con ganas de poder hablar fundamentadamente sobre el tema. Entre conocidos, amigos, primos, hermanos.
Quedarnos callados y con nuestra verdad propia en este momento histórico no resolverá mucho. Encontrémonos en el centro comercial y en las redes sociales; aprendamos a conversar y dialogar tanto en uno como en otro. Porque ese será el primer paso necesario para todo lo que vendrá.
Imagen: flavors.me/harrypedro