Gabriela Sosa/ Opinión/
Alguien les habrá dicho ya alguna vez que deben indignarse, tal vez alguien me ha dicho a mí que me indigne, a lo mejor yo misma le he dicho a alguien alguna vez que debería indignarse. ¿Sobre qué? Razones sobran. Porque al final del día, en realidad no importa sobre qué, lo importante es hacerlo; mas no hacerlo por el simple hecho de indignarse sobre algo.
Más allá que la definición de diccionario: “mostrar enojo o ira contra una persona o sus actos” (rae.es, 2014), al referirme a “indignarse”, creando mi propia definición, en realidad me refiero a analizar, a reflexionar.
No por llevar la contraria, sino por preguntarnos si en realidad lo que leemos, escuchamos y nos enseñan (nos entrenan) a creer, saber y repetir es algo con lo que en verdad estamos de acuerdo.
Confieso que la primera vez que alguien me dijo: “indígnese”, no me agradó escucharlo. Esta persona me recomendó el libro de Stéphane Hessel y me dijo que tenía el derecho a indignarme. Eso ya lo sabía, muchas gracias. Pero no quería. ¿Por qué? ¿De qué sirve molestarse por algo que no podemos cambiar? Por supuesto, estaba equivocada.
Todos siempre tratarán de vendernos algo, un producto o una ideología; lo vital es decidir por nosotros mismos. ¿En qué creemos? ¿En lo que nos dicen? No tiene nada de malo, si en realidad creemos en ello. ¿O creemos lo contrario? Tampoco tiene algo de malo. ¿O creemos en algo completamente distinto? ¿Quizás pensamos que ningún punto de vista vale la pena? También es válido; ya que lo importante no es qué es lo que creemos, qué es lo que nos importa; lo importante es que algo nos importe lo suficiente como para hacer, decir o escribir algo al respecto o al menos para analizarlo en nuestra mente.
No importa con quién se esté de acuerdo, no importa qué se piense; a fin de cuentas todos somos dueños de nuestra mente y eso es algo que nadie nos puede quitar. No, lo que importa es que se piense en algo.
Un catedrático una vez nos dijo: “piensen lo que se les dé la gana, pero piensen”. Pensemos en las personas que vemos pasar en la calle, en todas las situaciones que atravesamos los guatemaltecos, en lo que escriben en los periódicos, revistas y blogs; lo que se comenta en las redes sociales, en las iglesias; en lo que dicen los políticos. Reflexiones sobre lo que se dice y lo que no se dice, sobre lo que escuchamos a nuestros compañeros decir, a nuestros catedráticos, a nuestras familias, a las personas con las que trabajamos.
Tenemos derecho a no opinar si no queremos, pero pensar, pensar es gratis. Analicemos, reflexionemos, pensemos, meditemos, consideremos, razonemos.