**para comprender esta columna, usted tiene que entender el uso de la ironía y el sarcasmo como recurso literario**
Pobres porque son necios e insensatos, pobres porque cada cuatro años venden el país por una lámina, una bolsa de víveres, cien quetzales o la eterna promesa que ellos llegarán al poder y desde ahí trabajarán para sacarlos de la pobreza; pobres porque ignoran lo que yo sé, porque no saben lo que tras años de estudio yo aprendí… pobres porque su educación es la eterna materia pendiente de un país que se beneficia de su ignorancia, miedo, impericia y hambre. Pobres porque nacieron “indios”, negros o marginales, que crecieron para volverse mareros, a los que culpo de todo (porque así me dijeron) y de quienes me burlo con apodos como el “Brayan y la Kimberly”, pobres que se volvieron huecos y locas vestidas, con menos derecho que una mórula de 32 células; pobres que se van buscando algo mejor, para no morir de hambre, que atraviesan desiertos y ciudades anhelando una vida mejor, escapando de la violencia, dejando todo detrás. Esos que valen menos que la bala que los mata, los que solo son cifras en la estadística de muertes violentas, los que ensucian la calle con su desgarbado aspecto y miseria; los que nos recuerdan que sin ropa bonita, perfumes y duchas calientes, seríamos como ellos.
Esos y esas que nos dividen, porque vienen a recordarnos esos cuentos absurdos que somos una Guatemala multilingüe, pluricultural y diversa, que nadie debería estar diciendo, si tan “bonitos que nos vemos unidos por mi guatemala (así, en minúsculas)” donde solo hay chapines buenos y amables, tierra de hermosos paisajes y cultura maya; esos cuentos absurdos son cosa de “chairos” y necios, que quieren dividirnos en lugar de vernos como una sola Guatemala, un solo país bendecido y amado por el creador. Pobres por esa mentalidad de campesino sucio, incapaces de reconocer que no son iguales a nosotros y su lugar es trabajando el campo, haciéndole de albañiles, limpiando nuestras casas en los condominios y hacer bulto en las celebraciones de la iglesia; pobres porque no tienen las mismas oportunidades y privilegios que yo tuve, pero aun así se atreven a soñar con superarse, aun así tienen la osadía de anhelar una vida digna y justa, pobres porque a veces olvidan que su vida es lo que ‘los de arriba’ decidan.
Si pasan hambre, es porque quieren, si no les alcanza el dinero, es porque no saben gastarlo, si tienen un montón de hijos, es porque no saben usar un condón, si abortan me atreveré a llamarles asesinos, si van a mi iglesia no les daré nunca la palabra y les diré que se conformen con regalarles lo que me sobra; pobres porque cuando vienen a mi ciudad a protestar se les olvida que el gobierno que tenemos es su culpa, por haberse vendido con regalos y promesas. Pobres que necesitamos se queden en sus casas de cartón, madera y lámina viendo la tele, escuchando música, pasando hambre, soportando la violencia y aguantándose lo que les duela en silencio; que no se asomen por las calles, el aeropuerto, centros comerciales, eventos, parques o universidades, porque me manchan el paisaje y desentonan con el cuadro que me he formado de lo que somos los guatemaltecos y el ornato de mi ciudad/iglesia/espacios/universidad.
Pobres necios e insensatos, que después de un desastre natural solo saben extender la mano y llorar lágrimas falsas; para que les den todo sin esforzarse, sin trabajar y pagado con mis impuestos.
Pero demos gracias porque son pobres, porque necesitan de las buenas obras de nuestras iglesias, organizaciones y empresas; porque sin ellos, no habrían objetos para andar romantizando el reino, la caridad y la gracia de las buenas obras; si es por ellos que hay fondos, hay ventas y se reciben donaciones que luego se traducen en viajes superficiales a la Guatemala profunda, para que todos nos demos cuenta de lo “afortunados que somos”, mientras cargamos nuestras redes sociales con selfies que limpian consciencias a base de conformismo y parafernalia. Benditos sean por servirnos siempre de vitrinas para la miseria, el dolor, hambre, miedo, soledad, desesperanza y desolación; vitrinas que podemos visitar de vez en cuando para agradecer al señor lo que tenemos, para educarlos un poco y que dejen de ser tan ignorantes; para hablarles de un Dios y una salvación, que sin mi presencia no conocerían, para hablarles de un futuro y un prosperidad, qué será de ellos si se lo proponen, si dejan de querer ser pobres.
Aunque lo descrito antes pareciera un chiste mal gusto, que mas de alguno pensará que nada de lo anterior tiene sentido, es justo lo que pensamos sobre los pobres y la pobreza, una mirada que es ajena, indolente e indiferente, una mirada que alimenta un sistema de exclusión y violencia estructural; tan viejo como el supuesto sentido de independencia forjado en 1821. Los pobres no son pobres porque quieren, tampoco se mantienen pobres porque no se esfuerzan, porque no estudian, por falta de ambición, porque no trabajan o “no le echan ganas” al asunto, mucho menos por pereza o falta de inteligencia; la pobreza es el resultado de años de exclusión y violencia estructural, de marginación y hambre, de dolor y miseria, de promesas políticas guardadas en sacos rotos, es esa realidad que dejara de estar ahí hasta que deje de serle útil a las iglesias, empresas, organizaciones y gobiernos.
La pobreza es la ausencia de todo aquello que vos y yo damos por sentado cada día de nuestras cómodas vidas, sentados en nuestras oportunidades y privilegios.
Sin embargo, deberíamos pensar ¿Por que los pobres siguen siendo pobres? ¿Por que los barrios marginales nunca hallan desarrollo, orden, recursos y oportunidades? ¿Por que a pesar de todo, los pobres siguen siendo pobres y los ricos son mas ricos? ¿No será que a alguien le conviene que sigan siendo pobres a pesar de todo su esfuerzo y ganas de salir adelante?
“…De los pobres sabemos todo: en qué no trabajan, qué no comen, cuánto no pesan, cuánto no miden, qué no tienen, qué no piensan, qué no votan, qué no creen… Solo nos falta saber por qué los pobres son pobres… ¿Será porque su desnudez nos viste y su hambre nos da de comer?” – Eduardo Galeano
**para comprender esta columna, usted tiene que entender el uso de la ironía y el sarcasmo como recurso literario**