Silvia García/
“Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande. Elige lavadoras, coches, equipos de compact disc y abrelatas eléctricos”. Mark Renton
Así pasa la vida entre decisiones y elecciones. Cuestiones como a que hora se programará el despertador, la ruta que se tomará hacia la oficina, o bien, elecciones con consecuencias a largo plazo, como escoger una carrera universitaria.
Para la clase media del país, las decisiones que se toman cada día van más o menos en la misma línea. Buscar un trabajo estable con un ambiente agradable, un sueldo regular que pague las cuentas y cuyo horario permita continuar con los estudios universitarios. Conforme se avanza en esa aparente estabilidad, la vida continúa proporcionando opciones entre las que se debe escoger. Decisiones como solicitar un préstamo para comprar un “carrito” o para hacer un viaje fuera del país y así, publicar en Instagram que viajar es vivir mientras que en el fondo, aparece el Coliseo Romano o el Estadio Santiago Bernabéu.
Para un grupo menor, las elecciones son un poco diferentes. Escoger entre un blindaje u otro para ese vehículo modelo 2018 en un país tan violento como Guatemala, es una prioridad. O está también el dilema de seleccionar los regalos navideños en octubre, mientras se seca el esmalte de uñas que la muy atenta señorita del salón se esmeró en colocar.
No es tan complejo, ¿o si? Inclinarse por una realidad u otra no lo es. En definitiva, la mayoría, a menos que alguien disfrute vivir en pobreza, optaría por una vida de comodidades y facilidades. Pero están esas pequeñas situaciones, para muchos quizá desapercibidas, que no son cuestión de elección. Aquí las circunstancias se tornan más complejas.
Es un hecho que para suerte de unos, y desgracia de otros, no se elige.
De ser así, no habría pobreza en el país. De tener la libertad de elegir nacer en una familia con posibilidades económicas y sociales, los hogares estatales y las prisiones no estarían sobrepoblados. ¿Acaso alguien cuerdo elegiría ser parte de ese porcentaje de la población guatemalteca que año con año solo disminuye su poder adquisitivo?. Y no, no hablo de viajes y de lujos, hablo de tener acceso a una alimentación, vivienda y educación digna.
¿Acaso se elige nacer en una familia que trabaja en el sector agrícola, cuyo trabajo se da en condiciones precarias y aun así, los ingresos percibidos se encuentran por debajo de la media nacional?
“Elige sentarte en el sofá a ver tele-concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de comida basura”.
Resulta que después de todos los esfuerzos que se pueden hacer en la vida, no todo se puede elegir. Ninguno de los guatemaltecos que hoy viven en esta tierra tuvo el tiempo para escoger radicar en uno de los países con mayor desigualdad en Latinoamérica.
A pesar de todo, se sigue prefiriendo ver el televisor, se siguen escogiendo las redes sociales con su contenido vacío y se elige “estudiar” solo para tener un cartón.
Así como son pocos los que elegirían vivir en escasez, son pocos los que eligen luchar por una distribución de riqueza menos desigual.
“Elige tu futuro. Elige la vida…”