No me interesa que esta sea una columna informativa más, sobre la coyuntura actual del país. Mi intención, es la siguiente.

En los últimos meses he pensado mucho en la situación política de nuestro país y qué impactos tiene sobre cada uno de nosotros a nivel individual y colectivo. Creo que todos en algún momento hemos sido el tipo de persona que ha tenido la creencia que por no estudiar una carrera relacionada directamente a esta ciencia, esta no le afecta, no le incumbe y, por lo tanto, mucho menos le importa. ¡Y ese ha sido nuestro mayor error!

El desinterés produce ignorancia y la ignorancia es lo que necesitan las élites para controlar a un pueblo.

A mi parecer, Guatemala no ha sido un pueblo ignorante únicamente porque muchas personas han sido privadas de sus derechos, sino que también lo ha sido por ser indiferente a sus propias crisis. En esta última afirmación, me refiero principalmente a aquellas personas que han tenido la oportunidad de gozar de sus derechos plenamente y que por alguna razón, al denominarlos como privilegios, han cegado su vista a la realidad. En su mayoría, es gente que se siente muy ajena e intocable de sufrir esa realidad que viven la mayoría de los guatemaltecos.

Este pueblo ha tenido la pésima costumbre de repetir el siguiente patrón de pensamiento: “nuestra realidad actual es así porque así ha sido siempre”, siendo este uno de los más grandes fracasos que hemos cometido como sociedad guatemalteca, a mi parecer porque habla de una sociedad resignada a protagonizar un cambio. Es una de las peores “herencias” que hemos tenido. Nos acomodamos en lo inaceptable porque es lo más fácil. Más vale una eternidad como sociedad esclavizada, que una década para romper esa misma esclavitud. ¿Por qué? Por impotencia y por indiferencia; porque el precio y el riesgo son altísimos, pero sin darnos cuenta que la condena de continuar igual también lo es.

Nuestra indiferencia desempodera y dificulta el cambio que muchos han iniciado

Reitero, este pueblo no es ignorante solamente por aquellas personas que han sido privadas de sus derechos, sino que también por personas como tú y yo que sí gozamos de derechos tan importantes como la educación, pero que con nuestra indiferencia, hemos alimentado el problema. Lo que distingue a un grupo del otro es que la ignorancia de uno es justificable por el hecho que sus derechos fueron violentados (y no digo que es su culpa, por supuesto que no),  pero tú y yo que tenemos acceso a la información y acceso a educación, es una completa irresponsabilidad hacernos “de la vista gorda” (por no decirlo de otra forma), ante los problemas sociales que amenazan nuestro país. Dejarse vencer por la impotencia y la tristeza es muy conmovedor, pero no sirve de nada. NUNCA he visto que un lamento al aire haya ayudado a alguien. ¡Nunca!

Lo ocurrido el 21N con relación a la manifestación pacífica, es prueba que el pueblo comenzó a indignarse lo suficiente como para seguir indiferente a los problemas con los cuales se había “acostumbrado” a vivir, erróneamente. ¡Y me alegro! Me alegró ver a tantos guatemaltecos organizados y reunidos en las diferentes plazas de la región, para exigir activamente el cambio de sociedad que todos merecemos. Me alegró ver que no solo alzamos la voz por nuestros propios derechos, sino también por aquellos que su voz y sus derechos les han sido arrebatados. Me alegró sentir a un pueblo empoderado. Y por otro lado, también lamento y rechazo totalmente los actos de violencia que sufrimos la mayoría de los ciudadanos, presentes en la Plaza de la Constitución o en la zona 1 en general ese día; considero que asistir a futuras manifestaciones es clave para mantener y fortalecer a través del tiempo, nuestras demandas planteadas el último sábado. Hoy, manifestar requiere de coraje y cautela, pero quedarse sentado en las comodidades, en los privilegios y/o en la tristeza e impotencia es totalmente inservible. ¡Y peor aún, alimenta el problema!

No hacer algo al respecto, es permitir que hagan lo que quieran; porque el problema no es solamente el sistema corrupto, el problema también son aquellos que no hacen algo para cambiarlo.

Invito al lector a que se informe en lo posible sobre la realidad guatemalteca en general, teniendo en mente que esta realidad es completamente modificable si nos organizamos para cambiarla. No digo que todos debamos convertirnos en profesionales de esta ciencia, pero sí digo que debemos conocer lo básico, para evitar que la ignorancia nos condene; que la información sea fuente de inspiración y de indignación, lo suficiente como para sentir la necesidad de accionar activamente a favor del cambio que ya inició en el país.

Por otro lado, reconozco que el patriotismo y la defensa de nuestros derechos y de los derechos de aquellos que les fue arrebatada su voz, no se demuestra solo un sábado manifestando en la Plaza de la Constitución; es una actitud del diario vivir. Es una forma de vivir.

Dependiendo de la ética y de la calidad de profesional que tú y yo seamos, respetamos o violamos los derechos de los demás.

Dependiendo de cuales sean nuestros patrones de consumo, tú y yo colaboramos o no con aquellas empresas corruptas del país (como el caso del Socorro, por ejemplo).

Dependiendo de la calidad de ser humano que tú y yo seamos, alimentamos a una sociedad más sana o a una sociedad más enferma.

Dependiendo de lo que hagamos o dejemos de hacer a diario, tú y yo somos igual a las personas que este pueblo repudia con tanto dolor y tanta ira, o somos diferentes y mejores.

También, creo que es importante que seamos coherentes con el modelo de seres humanos, personas y profesionales que exigimos para gobernar este país.

“El pueblo unido, jamás será vencido”

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