Futbol

José Ochoa/ Opinión/

La noche en Guatemala tiende a ser fresca, lo suficiente para que cuando se practique un deporte se sude menos pero se disfrute más. Así lucían ese grupo de diez chicas que, bien uniformadas, corrían por quitar la pelota, entre gambetas silenciosas pero gritos enérgicos de la afición. Era un torneo de fútbol cinco en Futeca.

Cuando se gusta de algún deporte es entretenido verlo desde aquel que pasan por la tele hasta las competencias que se juegan por diversión.  Allí estaban ellas. Todas, incluso las que esperaban su turno en la banca, llevaban cola en el pelo y las medias hasta las rodillas. Los minutos dejaron ver un partido parejo, entretenido y con lindos esfuerzos para anotar.

Disfrutaba del juego, o al menos lo intentaba porque mientras ellas corrían un considerable grupo de personas observaban el juego cerca de las gradas y gritaban mucho. No expresaban porras o gestos de apoyo. Eran instrucciones.  Otras chicas con jeans miraban el juego entre ellos, pero quienes estaban parados casi sobre la línea que delimita el campo eran hombres. Jóvenes todos, amigos asumo, miraban de pie con los brazos cruzados. Eran unos cuatro o cinco que imitaban ser entrenadores. “¡Pasala! ¡Pegale! ¡Corré! ¡Seguila! ¡Duro! ¡Allá! ¡Aquí!” y, rara vez, un “bien”.

Un desorden total de voces.

Cuando juego en los torneos masculinos es raro que mi equipo y yo recibamos instrucciones, menos aún de mujeres. Y tal vez por eso me sentí tan consternado. Al ver cómo esos chavos lanzaban esas “estrategias” caí en cuenta que lo hacían, no porque fueran profesionales experimentados en la dirección técnica, lo hacían porque quienes veían eran hombres y quienes jugaban eran mujeres.

Me explico: un familiar continuamente se refiere, a veces con humor y otras como una afirmación, que cuando alguien hace una mala maniobra al volante seguro es mujer. Río, no por humor, sino como nervioso, preocupado que los estereotipos a hoy, 2014, sigan igual de aberrantes.

Sí, son muchas las mujeres que saben qué es un fuera de lugar. Y lo hacen porque les gusta y quieren. Las mujeres no dependen de alguien más, menos de un hombre, para ser capaces de hacer algo. De hecho, todo ser humano y humana debería de tener la capacidad de ser independiente en sus elecciones, educación y creencias.

Y ver cómo los hombres aquellos intentaban dirigir a ese equipo de chicas me hizo cuestionarme si lo hacían por su experiencia o porque creían que ellas, solas, no podían hacerlo. Espero equivocarme.  Ya en una publicación discutía acerca que en el deporte, como en cualquier ámbito profesional de la vida, es cuestión de condiciones y no de género el ser capaz. Lo es también en esas competencias aficionadas que, además, buscan entretenimiento sobre el éxito –asumo.

Como la noche hay que aprovechar la frescura. Que las mujeres jueguen; por supuesto que saben.

Fotografía cortesía de Zaira Lainez

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