Juan Pablo Romero Fuentes/ Opinión/
“Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo,
sino el triunfo sobre el miedo.
Un hombre valiente no es aquel que no siente miedo,
sino aquel que lo conquista”.
Nelson Mandela.
En estos días, las juventudes guatemaltecas han asumido con mucha responsabilidad su derecho a manifestar pacíficamente sus opiniones y distintas maneras de ver Guatemala; la mayoría de nuestras opiniones han convergido con el pronunciamiento colectivo de descontento y rechazo absoluto de un sistema político viciado; estamos manifestando nuestra inconformidad y decepción, hacia las y los funcionarios públicos – que públicamente no han funcionado más, que para poner en vergüenza a toda una nación a nivel mundial – que utilizan fondos del Estado para enriquecerse ilegalmente, evitando que los recursos lleguen a sectores como el de educación, salud, seguridad o cultura, y obligando a que los servicios para la población, sean de deficiente calidad.
El desarrollo humano en un país como el nuestro, gracias a la putrefacta llaga de la corrupción, es desfavorable, y únicamente sirve para que aumente la violencia y la descomposición social en todas sus manifestaciones. La corrupción destruye, y afecta potentemente el presente y el futuro de nuestras infancias y juventudes.
¿Cómo pueden los políticos estar en paz, sabiendo que le han robado a los niños, a las niñas, a los y las jóvenes?
Desde el 25A, gran parte del sector juvenil, ha cobrado más seriedad y compromiso sobre lo que sucede en el país. Cada día, minuto a minuto, desde distintos medios de comunicación responsables y no gubernamentales, la tarea de informar y visibilizar lo que es injusto o lo que pone en riesgo la vida, ha incrementado y mejorado significativamente. La generación de espacios de opinión mejora, y la información, cada vez más, llega a lugares donde por mucho tiempo no había sido posible.
Muchos sectores juveniles tienen relativamente fácil acceso para analizar y reconocer nuestro relevante papel en la vida política nacional. El 25 de Abril, decenas de miles de jóvenes guatemaltecas y guatemaltecos, solicitamos la renuncia de la ex vice presidenta por ser vinculada a grupos corruptos y ser parte de otras actividades ilegales, y lo logramos; Guatemala ya no tiene una vice presidenta irresponsable e incapaz. Nunca representó al país de manera honesta, intelectual y consecuente. La despidió el pueblo de Guatemala, y las juventudes guatemaltecas, fuimos parte clave para que se hiciera justicia y se visibilizara la problemática del país, no solo en Guatemala sino también a escala mundial.
Me da mucho orgullo también, saber que algunas de las Universidades Guatemaltecas – a través de sus estudiantes, por supuesto – sean luces y partes esenciales en estos momentos trascendentales, pues desde esas plataformas académicas, pueden también surgir los nuevos liderazgos políticos para la nueva escuela del pensamiento guatemalteco.
En el corazón de todas las Universidades, también está el semillero de nuevos actores políticos.
Digo también, porque paralelamente estamos muchos fuera de una Universidad y que, de igual forma, aportamos desde nuestras plataformas sociales, “granos de civismo auténtico” para la recuperación de la confianza y dignidad en los procesos sociales, pedagógicos, y en este sentido, políticos.
La juventud guatemalteca es el semillero político, social y cultural de nuestro pueblo. Es una sensación hermosa, la que provoca ver a tanta juventud caminando valientemente y en paz, por la unidad y la depuración de las instituciones públicas de gobierno. No por algo dicen, que la unión hace la fuerza, y en este caso, cobra vida el dicho.
Poco a poco, empiezan a surgir nuevas oportunidades para organizarnos, en donde los incentivos materiales económicos no son los prioritarios, sino más bien, el honor, acompañado de un alto espíritu de servicio. Las juventudes guatemaltecas tenemos que devolverle el honor y dignidad a nuestra patria.
¡A organizarnos y a construir nuevos modelos políticos se ha dicho, pues muchá!
¡Ánimo Guatemala!
Fotografía por: Jorge Ortíz.