Con el día a día, a veces sentimos que ningún tiempo es suficiente para lograr terminar todo lo que tenemos pendiente o todo eso que queremos finalizar en determinado tiempo, que quizás colocamos como meta en nuestra cabeza, sin siquiera saber si es una medida real del tiempo, según el proceso a llevar a cabo.

No llegar en ese tiempo o no terminarlo todo no es tan malo como pensamos. Nos ayuda a ver a dónde llegan nuestros límites, tanto para nuestra energía física como mental. Cuántas veces no nos hemos quedado estudiando hasta tarde, con tal de querer aprender más y aún así fallamos en las pruebas. O cuántas veces no nos hemos quedado trabajando más de la jornada laboral, esperando terminar un trabajo que a veces aumenta con el tiempo.

Acaparar todo no es imposible, pero carece de raciocinio y no hay una evaluación del costo que nos podría tomar llegar a ese punto en donde nuestra lista de quehaceres esté totalmente vacía al final del día.

El analizar que incluso yo necesito un tiempo para descansar, hacer alguna otra actividad y hacer que tanto mi cuerpo y mi mente descansen; donde aceptamos sin más, que a pesar de todo el esfuerzo, tenemos derecho a decir “ya no puedo más y está bien”.

Esta cadena viciosa invita a detenernos, pero no para un descanso de 15 minutos, junto con acciones momentáneas que solo te hacen recordarte que en lugar de estar haciendo eso, deberías seguir con tu lista de tareas. Eso solamente se convierte en tortura.

Llevar una vida así de cansada y exhausta, refleja situaciones más profundas como estrés y ansiedad; dos factores que nos hacen olvidarnos del disfrutar el día a día y concentrarnos siempre en lo que vendrá y cómo vendrá.

Nuestras actividades diarias se deben tomar como pequeños pasos, que nos llevan a lograr algo más grande, que al llegar a ello, contribuirá a mi felicidad y me dará esa tan ansiada satisfacción que sabemos, tanto nos gusta sentir.

Enfocarnos en esa conclusión que tanto queremos, nos impide disfrutar el proceso de llegada y hace que la culminación se sienta tan pequeña y poco duradera. “Estudié tantos años para llegar a mi graduación, y pasó demasiado rápido”, “Trabajé más de mi jornada laboral cada día, logré mi ascenso, pero ya no sé a dónde voy”, “Cada nivel de mi video juego estaba ansioso de terminarlo y cuando terminé, me quedé sin más qué jugar”. Así como estas frases podría dar mil ejemplos más, que denotan nuestra ansiedad por avanzar y podría decir que incluso, nuestra ansiedad por no divertirnos y gozar cada paso que nos lleva al final.

Este patrón de pensamiento sin duda, es muy difícil de quitar, pero tomando en cuenta este cambio como algo que nos será beneficioso, será un avance para llegar a sentir que cada paso es una mejoría inmediata para nuestro cuerpo y mente.

Y lo primero es dejar de condicionar nuestra mente. Podemos pensar en todo aquello catastrófico que puede pasar, como consecuencia de no estudiar más, de no terminarlo todo; que muy poco probable, puede llegar a convertirse en realidad, pero sí puede aniquilar nuestro ánimo y actitud ante las adversidades. Esto es utilizado para hacer que nuestra mente y cuerpo avance más, de aquello que racionalmente puede.

Segundo, ubicar en el presente. Todo lo que hacemos hoy nos lleva a un mañana que aún no sabemos cómo será. Precisamente por eso, actuar consciente, con tranquilidad, nos lleva a un mejor éxito que hacerlo rápido y arrebatado.

Y tercero, aceptar que no podemos con todo al mismo tiempo. Llegar a la meta victorioso, viene de un plan organizado con prioridades y en él va incluido nuestro tiempo para hobbies.

Puedes con todo, pero no con todo a la vez.

Dar lo mejor de ti cada día sin descuidarme, es la mejor medicina para lograr todo aquello que queremos, aunque no sea rápido como la liebre, pero a paso firme como la tortuga.

Compartir