Día con día nos topamos con noticieros, centros de opinión o tanques de pensamiento en donde se habla acerca de la democracia. Asimismo, escuchamos personajes y analistas aludiendo a dicha forma de gobierno y lo imperante que es el construir instituciones sólidas para su resguardo. No obstante, entre todo este cumulo de opiniones, posturas y perspectivas sobre este tema, sale a colación una pregunta que vale la pena hacernos como sociedad: ¿realmente creemos en la democracia como forma de gobierno?

Según datos estadísticos de Latinobarómetro, un centro de análisis y estudio de la opinión pública con sede en Chile, Guatemala es uno de los países donde menos población considera a la democracia como la mejor forma de gobierno.  Con base a los datos estadísticos del 2018, solo un 28% de la población cree preferible un sistema democrático en el país; Por otro lado, nuestra nación destaca (de manera negativa), en el apoyo al autoritarismo y a la indiferencia frente al sistema político imperante. De todos los encuestados, un 20% dijo que un gobierno autoritario podría ser preferible a uno democrático y un 34% afirmó que daba igual el uno o el otro.

 

 

Con tales cifras, es imperante analizar si efectivamente poseemos una tendencia hacia al autoritarismo y regímenes que no respetan la división de poderes y las garantías civiles. Pero antes de profundizar en este cuestionamiento, debemos entender dichos conceptos; con fin de hallar las diferencias entre ellos y comprender cuál debería emular nuestro país.

¿Qué se puede decir de la democracia?

La democracia puede entenderse como un régimen político y de convivencia social, fundando sobre valores y reglas que ordenan una forma de acceso al poder de manera racional y no por la fuerza (Gonzáles, 2017). En pocas palabras, es un régimen en donde los gobernantes no son electos por cuestiones hereditarias o por el uso de la violencia, sino gracias al voto razonado del pueblo, quien ostenta realmente el poder. Ahora bien, al autoritarismo se le puede definir como lo opuesto a la democracia, comprendiéndolo como un régimen despótico y donde predomina el uso de la fuerza y el quehacer político, bajo principios unilaterales.

Con estos conceptos puestos sobre la mesa y luego de dar un repaso a las estadísticas, la respuesta a la pregunta inicial es clara:

la sociedad guatemalteca tiene cierta tendencia a adherirse a regímenes que, a nivel práctico, contravienen los derechos humanos, el Estado de derecho, la paz y la libertad.

Sin embargo, esto no es lo único que nos debería de alarmar. Con base en los datos estadísticos de Latinobarómetro del año 2017, existe un rango de edad muy peculiar que no está conforme con la democracia y no la apoya tajantemente: la juventud.  Los números indican que un 23,1% de jóvenes, en las edades de 15 a 25 años, consideran que en algunos casos, un régimen autoritario es mejor que uno democrático, asimismo en lo que se refiere a la indiferencia, el dato aumenta a  un 26.1.

 

 

Si bien, dicha encuesta muestra que hay más jóvenes que apoyan la democracia (41.4%), dichos datos realmente nos deberían preocupar.

El que una porción de la población y específicamente las nuevas generaciones sean propensas al autoritarismo y a regímenes antidemocráticos es algo alarmante, más aún por el contexto dictatorial al que la sociedad guatemalteca fue expuesta décadas anteriores.

Por otro lado, tales perspectivas terminan repercutiendo en la opinión pública y las dinámicas sociales de un país, muestra de ello es que actualmente a tan solo unos kilómetros de Guatemala, en el país de El Salvador,  la población legitime y apoye tajantemente a un presidente que, a dos años de haber tomado posesión, ha demostrado ciertas características autoritarias, que violan los principios de un Estado de derecho. Según la organización CID-GALLUP, el 87% de salvadoreños aprueba el gobierno de Nayib Bukele, lo que nos lleva a la pregunta: ¿la sociedad guatemalteca sería diferente en un contexto similar?

Con todo esto, es indispensable fortalecer los principios democráticos en Guatemala y avanzar hacia una cultura política, en donde prime el acceso pacífico del poder y el uso racional del mismo. Durante todo el siglo XX se exigió un sistema democrático en el país y ahora, cuando ya existe al menos una democracia representativa,

¿vamos a permitir que se nos diluya entre las manos?

Por muchos problemas sociales, económicos y políticos que afronte nuestra nación, la solución definitivamente no es esa, al contrario, el hecho que nuestra democracia sea imperfecta nos da la pauta para que como ciudadanos, sigamos construyendo la Guatemala que queremos y continuemos con el proceso de mejoramiento de nuestras instituciones. Como bien dijo Winston Churchill:

“la democracia es el peor sistema de gobierno creado por los hombres, a excepción de todos los demás”.

La democracia no es perfecta, pero a lo largo de la historia ha demostrado ser la forma más eficaz para resolver todo lo relacionado al quehacer político.

Pero tú, ¿crees en la democracia? y si es así, ¿estás dispuesto a defenderla?

Lo dejo para la reflexión.

Referencias

  • González, V. (2016). Debilidades de la democracia en Guatemala. Guatemala: Centro de Estudios Latinoamericanos, Escuela de Ciencia Política, Universidad de San Carlos de Guatemala

 

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