María Saravia / Tik Na’oj/Análisis
Título original: Rebeldes, mujeres y salvajes-: Tres sujetos fundamentales en el desarrollo del capitalismo
La lucha por mantener un “orden social” que nos permita vivir en armonía, la salvación de las almas de los pueblos salvajes, la defensa de los derechos humanos, la guerra contra el terrorismo, la imagen de mujer como “esposa y buena madre de familia” o la mujer profesional del siglo XXI, son parte del imaginario social que utiliza el modelo capitalista para justificar la desigualdad en la propiedad de los medios de producción en las más diversas localidades del planeta.
Este modelo es generador de una lucha antagónica definida por Marx y Engels en el Manifiesto comunista de 1848: “…Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado…” (Marx y Engels 1999: 9). Poblaciones enteras pasan a formar parte de un sistema económico que divide al mundo en dos grandes polos: uno el dueño de todo y de todo,s y otro carente de todo, hasta del derecho a asumir sus propias decisiones. Esta condición subordinada hace que este grupo tenga que adaptarse a las necesidades insaciables del capitalismo.
A lo largo de la historia, toda lucha por un trato justo, ha sido embestida por el sistema con distintas expresiones de violencia.
Nos referiremos al papel impuesto a las mujeres y a los pueblos no occidentales (definidos hasta finales del siglo XX como salvajes). Los rebeldes son considerados como agitadores e incapaces de comprender los sacrificios necesarios para alcanzar el bienestar social que lleve al progreso y una verdadera civilización. Podemos unificar en una sola categoría que incluye a mujeres y salvajes: en la de”los rebeldes”. Pues, según sea el caso (mujeres escandalosas o salvajes rebeldes), se presentan como sujetos que perjudican al orden social.
Gradualmente, los “salvajes” desaparecen del mundo, han dejado de transmitir sus conocimientos, perdidos en las selvas tropicales, en los desiertos y en cada rincón del mundo que ha sido saqueado por el sistema imperante desde hace más de quinientos años, cuando inició la acumulación originaria del capital, germen de las mayores fortunas y al mismo tiempo de pueblos miserables. Estos, siendo incapaces de mantenerse bajo las lógicas del sistema capitalista sin ser dependientes de las principales potencias.
Así mismo la mujer, se presenta bajo los estereotipos del sistema que anula su papel como reproductora y productora de la sociedad, imprimiendo una imagen de la mujer que sea adecuada dentro del orden social impuesto.
Tanto los mal denominados salvajes como las mujeres pertenecen a un grupo excluido por el sistema debido a la posibilidad de convertirse en agitadores que actúen contra el modelo capitalista. Considerados por el sistema como individuos que no están con él sino contra él. Por lo cual debe ser impuesto un orden que erradique todo brote de organización que niegue su lealtad al sistema. Así se les llame agitadores, comunistas, inadaptados, bochincheros o terroristas; los rebeldes son presentados como sujetos que perjudican el orden social. Por lo tanto es necesario que sufran todo el peso de una ley controlada por los mismos entes capitalistas para mantener el poder en manos de la clase dueña de los medios de producción y a partir de esta lógica, actuar impunemente.
Al repasar sobre las acciones que el capitalismo ha implementado para marginar a las mujeres y los pueblos originarios (mal llamados salvajes), es más que obvio pensar que la razón de dicho ataque es considerarlos peligroso. Se les consideran sujetos con la capacidad de crear un desequilibrio en el orden social que mantiene en marcha al sistema capitalista.
Reflexionemos sobre la posibilidad de la rebelión de las mujeres sobre la de continuar ceñidas a las normas sociales que impone el sistema imperante, no solo es una posibilidad real ya vivida en distintas épocas de la historia, sino es un peligro latente para los capitalistas, por eso el afán de invisibilizar su papel fundamental como reproductora y miembro productivo de la sociedad. De igual manera las reivindicaciones de los pueblos originarios que luchan por impedir la invasión de transnacionales dentro de sus territorios causan pérdidas millonarias a dichas empresas, generando un malestar que intenta esconder el miedo a perder el control sobre un grupo que podría generar ganancias o pérdidas incalculables.
El peligro de una rebelión de pueblos originarios o mujeres que luchen por sus derechos, no puede ser admitido por el sistema. Entonces se hace necesaria la injerencia en la administración del Estado que se encarga de erradicar todo movimiento que marche contra los intereses del sistema imperante, promoviendo la marginación y el olvido de los sujetos que luchan por un cambio social.
Sin embargo, la posibilidad de un cambio producto de estas mal denominadas minorías es real y latente, los esfuerzos del sistema por aplacar las luchas sociales no han exterminado por completo la búsqueda de mejores condiciones de vida. Mientras siga existiendo desigualdad mezclada con la pérdida de vidas inocentes, seguirá existiendo una lucha de las clases reprimidas por terminar con el orden social que lo provoca.
Referencias bibliográficas
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