Esta vez, se me ha hecho un poco mas fácil escribir, venía pedaleando por la ciudad y recordé como en mis inicios en Brújula escribí sobre lo que significaba viajar en bicicleta por la ciudad, claro que esa columna, era mas un texto romántico sobre los beneficios y/o razones para moverse al ritmo del pedal que argumentos claros para hacerlo. Pero también estaban plasmados algunos cuestionamientos respecto a la forma y fondo del ordenamiento territorial en nuestra ciudad, los motivos que nos llevan a crear los espacios que tenemos o las ideas que estamos pasando por alto para la construcción de ciudades habitables en las que podamos vivir y no solamente transitar, trabajar o dormir. Desde esa columna han pasado 3 años y más o menos 2 mil kilómetros en bicicleta, poco o nada ha cambiado en nuestra ciudad, el transporte publico, la movilidad urbana desde entonces, el ordenamiento territorial o las experiencias individuales que esta ciudad puede ofrecernos.
Cualquiera pensaría que hablar así de la ciudad que vivo es motivo suficiente para no estar acá y mudarme a otra que si cumpla los requisitos que le exijo a esta, ese típico pensamiento de “si algo no te gusta, déjalo y busca algo que sí te llene” invade a nuestras generaciones respecto a casi todo lo que acontece; sin embargo, prefiero pensar que si estamos ante una situación que podemos cambiar y hacerla mejor, exige un poco de nosotros para ser diferente, deberíamos comprometernos y hacer algo al respecto. A pesar de que transitar en automóvil exija hasta 4 horas de tu día, que el transporte publico no deje de ser inseguro, que la basura no se maneje adecuadamente y que no exista algún tipo de orden (mental o geográfico) en el crecimiento exponencial de nuestra urbe… las cosas pueden cambiar y hacerse de otra forma.
Enfrentando lo cotidiano desde hace 9 semanas completamente en bicicleta, me ha surgido en demasiadas ocasiones la pregunta: ¿Qué podemos hacer? Y las respuestas pueden ser la de siempre: “usemos transporte publico” o “no uses tú auto solo” o “cambiáte de casa” y no puede faltar “si no quieres tráfico, levántate temprano” y así las típicas premisas para justificar el caos que nuestra ciudad resulta en las horas pico (hablando solo de congestionamiento vehicular).
¿Que tal si nos atrevemos a pensar diferente? Quizá uno de esos descabellados planes donde ya no escogemos a la misma administración edil, que en 20 años no ha dado soluciones de fondo a todos los problemas; donde nos atrevemos a pensar una ciudad para las personas y no para los automóviles, donde nos atrevemos a exigirle a nuestras autoridades municipales una ciudad que nos ayude a ser mejores, más fuertes, unidos, activos y libres… que nos permita vivir.
Es también vivir desde la responsabilidad individual y el deseo de tener espacios reales para la recreación, paz, construcción social y convergencia del pluralismo social, que pueden representar un paso pequeño pero decisivo en la deconstrucción de muchos imaginarios excluyentes y la búsqueda de nuestra paz mental. Por ende, debemos ser sensatos y aceptar que nada de esto lo vamos a lograr detrás de un volante, sentados en un escritorio o desde la comodidad de nuestro smartphone; presentadas las premisas de lo que necesitamos para cambiar, toca comprometernos a pensar y actuar diferente a través de las cosas que hacemos cotidianamente.
Pero hagámoslo bien, hagámoslo desde la verdadera empatía y nuestra realidad. No pretendamos que acciones puntuales y/o esporádicas sean suficientes para cambiar las cosas, para recuperar nuestros espacios públicos y empoderarnos.
No nos conformemos con buses nuevos para un sistema de transporte publico ineficiente como el Transurbano o Transmetro, sin verdaderas soluciones para la movilidad, estos son jaulas de oro, no creamos que dejar de usar pajilla o plásticos son la solución ecológica que hace falta, que un tour en bicicleta entre semana y por la noche nos hace parte de un movimiento ciclista que revindica la movilidad y los espacios urbanos o que 4 horas de espacios peatonales el fin de semana (con cierre de calles incluido) y centros comerciales son las áreas verdes, parques y espacios públicos seguros que nos hacen falta para descansar, coincidir, compartir y desintoxicarnos.
No es lo mismo existir y llenarse de rutinas, que sentirse motivado porque estamos viviendo en un lugar que nos permite hacer lo necesario para encontrar las respuestas a nuestras preguntas fundamentales que nos permitan ser plenos, felices y en paz. Podemos y debemos reconquistar esta ciudad y sus espacios o nos condenaremos a existencias vacías llenas de horas pico, aguas residuales, desorden territorial, basura y miedos.