José Castillo Bermúdez/ Colaboración/
Hace unos días, a propósito de la fallida propuesta de la reforma tributaria planteada (sin demasiados argumentos técnicos, hay que decirlo) por Jimmy Morales, estuvo circulando en las redes un artículo de Andrés Castillo llamado Déjà vu. En este artículo, Castillo planteaba porqué, a su parecer, este era un proyecto fallido.
Al ver la vehemencia con la que algunos de mis círculos compartían, reproducían y se adueñaban de este artículo, decidí leerlo y analizarlo. Encontré, más que argumentos técnicos para estar en contra de la propuesta, un montón de frases repetidas que hemos leído y escuchado mil veces, otro deja vú, pues. En este espacio intento, por ende, desenmarañar una a una las intenciones del autor y cuestionar un poco lo que muchos reprodujeron como verdad absoluta.
Castillo comienza argumentando que tanto la economía mundial, como la economía guatemalteca ajustaron sus perspectivas de crecimiento dada la desaceleración vivida durante el primer trimestre. Esto es cierto, sin embargo, una reforma fiscal (o tributaria, en este caso) no debe plantearse como una medida de corto plazo -para eso están las políticas fiscales contracíclicas- sino como una medida estructural.
Luego, Castillo continúa argumentando la escasez de contribuyentes afirmando que solo 2,700 NITs pagan el 90% de los impuestos y, ojo con lo siguiente, “que con este tipo de propuestas cada vez habrá menos”.
Me pregunto si esto no es, porque quizás así suena, una insinuación a que con este tipo de propuestas quienes ya pagan impuestos los evadirán.
Espero estar equivocado pues me parecería una afirmación demasiado irresponsable dada su posición e influencia.
Continuando con los argumentos del ex presidente del CACIF, Castillo afirma que “En lugar de enfocarse y aumentar el número de contribuyentes, quieren incrementar la recaudación haciendo más de lo mismo y sabiendo que eso no ha dado resultados. Todas las reformas tributarias que hemos visto en años anteriores, tienen hoy el sistema de salud y de educación en trapos de cucarachas, la violencia paseándose en la esquina, las extorsiones a la orden del día, la corrupción medio tímida pero presente y una infraestructura totalmente destruida.”
¿Son las reformas fiscales las que no tienen así? Si no asumimos nuestra responsabilidad como contribuyentes y nos escudamos argumentando la ineficiencia de nuestro Estado, simplemente nos estamos lavando las manos. Félix Alvarado reflexionó recientemente sobre el tema. Lectura imperdible.
Cuando Castillo argumenta sobre la priorización del gasto dice que nunca se ha implementado algo que tenga como objetivo la eficiencia en la administración pública, al parecer se le olvidan los esfuerzos que ha hecho la SAT en la administración de Solórzano Foppa, de la buena gestión de Thelma Aldana en el Ministerio Público, entre otras luces que hemos tenido en los últimos meses.
El último punto con el que quisiera discernir de la posición del autor está en su afirmación de que “No es misterio que al estrangular con impuestos el sector formal y productivo hará que exista menos inversión y una pérdida de competitividad frente a otros. Ahuyentando la inversión nacional y extranjera. ¿Cuántos jóvenes dependerán de nueva inversión este año para lograr un empleo formal? El problema de los impuestos no es solo para los que los pagan. Es de todos los ciudadanos que dependen de un sano crecimiento económico.”
Me pregunto qué entiende por competitividad, si cree que todo el concepto de eficiencia está basado en exoneraciones fiscales y privilegios para las empresas exportadoras.
Si la inversión a la que se refiere son maquilas y call centers y por último, ¿por qué ve los impuestos como un problema y no como una solución para reducir los grandes niveles de desigualdad? Con este modesto análisis no quiero argumentar que hay que pagar impuestos solo porque sí. Desde un punto de vista técnico, la propuesta del presidente Morales resulta espuria y mediocre. Empezando porque simplemente es una propuesta de reforma tributaria, cuando el verdadero tema a tocar es el fiscal, pues Guatemala no es uno de los países más pobres del mundo, pero sí uno de los más desiguales.
Es pensar que debemos pagar más impuestos (definitivamente no podemos darnos el lujo de pagar menos), pero también de cómo y en qué se utilizarán, de cuáles queremos que sean nuestras prioridades como país y de qué compromisos (contribuyentes, empresarios, funcionarios) estamos dispuestos a hacer.