María Fernanda Sandoval/ Opinión/
“Alguna vez tuvimos una Patria -¿recuerdas?- y los dos la perdimos”
Con esta frase finaliza Jorge Luis Borges el soneto introductorio de “Canto a Buenos Aires”, una de las muchas obras del escritor, también argentino, Manuel Mujica Láinez. Con ella recalca el profundo desdén que tuvieron ambos escritores al peronismo, un movimiento político que se dio en la década de los cuarenta en su país natal, y que como se menciona en el verso, los hizo sentir extraños para una patria que fue suya.
Los grandes poetas dicen verdades permutables entre culturas y tiempos, es eso lo que los hace mágicos. La capacidad de sintetizar en una frase lo que pueblos venideros, podrían usar de lema sin haber padecido los mismos sucesos históricos.
Nosotros, como guatemaltecos ¿también perdimos la patria que teníamos?
A lo largo de nuestra historia la política nos la ha arrebatado, es cierto. Olvidando la característica soberana del pueblo, la política ha puesto la autoridad de nuestro país sobre una persona o un grupo de personas insensatas, logrando hacer creerse a unos pocos como los únicos dueños del país. Guatemala ha sufrido incluso por jóvenes intelectuales obligados al exilio, que tuvieron que partir -en su mayoría a México-, en busca de una estabilidad pacífica que les permitiera seguir desarrollándose. Pero estas dictaduras militares, son para este siglo, solamente historia, y aún así muchos de nosotros aún parecemos exiliados en nuestra propia tierra.
Si nacimos en Guatemala, crecemos en ella y en ella nos seguimos desarrollando ¿por qué no nos sentimos identificados? Parecería que el interés común de los jóvenes es el prepararse lo antes posible, para lograr salir del país sin importarles lo que queda a sus espaldas. ¿Por qué no luchar para hacer de esta República una mejor? ¿Por qué no identificarse con ella, sentirnos parte, creernos dueños? Las personas cuidamos algo cuando sabemos que es nuestro y que perderlo o deteriorarlo significaría también perder una parte de nosotros mismos.
En estas últimas semanas del mundial fueron constantes los comentarios de felicitación a “sus equipos”. Sin embargo, ¿qué hace realmente sentir a las personas parte de una identidad nacional? ¿por qué es tan fácil creernos parte del equipo alemán? ¿por qué nos sentimos tan cercanos a Klose pero nos cuesta involucrarnos con el país que nos ha visto crecer día con día?
Tal vez es nuestro afán de estar siempre con los ganadores, aunque ellos no seamos nosotros.
Tal vez sería mejor comprender la realidad en la que nos movemos… en el sentido deportivo, para empezar. Pero también en los aspectos de salud, educación, seguridad, empleo, aunque estos toquen menos pasiones competitivas y desprovistas de fiestas mundiales. Y tras ello, adueñarnos de una patria que ruega a gritos ser nuestra. Hacernos cargo del país que tenemos y buscar para este un mejor futuro, para que luego nos sintamos orgullosos de portar las camisas o llevar en nuestros carros una bandera de un país que es verdaderamente el nuestro. Los movimientos políticos en la historia latinoamericana han dejado muchos pueblos con la sensación de un país que no es suyo; más para cambiarlo, debemos empezar por aceptarlo y hacernos cargo, no dejar que la indiferencia nos robe la patria.