Esta semana asistí a la conferencia inaugural de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, donde hablaron sobre la consulta popular que pretende definir llevar a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) el diferendo territorial con Belice. La conferencia estuvo a cargo del Embajador Rafael Salazar, que inició explicando con un discurso nacionalista la conformación de las fronteras “coloniales” y como se encuentran en la actualidad. Del discurso, me llamó la atención que las disputas territoriales han estado desde antes de la independencia y que todo este tiempo hemos cometido un error tras otro y hemos culpado a los británicos, por “babosearnos”, pero la verdad es que deberíamos de culparnos a nosotros mismos. Hay algunos argumentos del embajador Salazar con los que nos estoy de acuerdo y quisiera discutir.
Enfocarse en el territorio y no en la población
Un Estado está integrado por un gobierno, una población y un territorio. Creo que un gran problema en la historia del país es la poca visión a largo plazo, las cuáles nos afectaron con las primeras concesiones del territorio y nos están afectando ahora mismo. En esta visión de corto plazo, nos hemos enfocado solamente en el territorio, olvidando los otros dos componentes (Gobierno y población) que se verían afectados por la decisión de la CIJ si se dictamina a favor nuestro. Hemos pensado tanto en sí podemos recuperar el territorio jurídicamente y no hemos pensado en sí es correcto recuperarlo.
Recuperar el territorio es reunir a los indígenas y garífunas separados
¿Ya hemos pensado en lo que representa adoptar el territorio del río Sarstún al Sibún? No se trata de unos metros más de patio para nuestra casa que nos permitirán mejorar nuestra economía. Estamos hablando de un territorio que trae consigo comunidades enteras de personas con su propia cultura e identidad. Sin siquiera saber cuánta gente vive en el territorio reclamado, ¿cómo pensamos en introducirlos a nuestro país? Acaso sabemos sí estas personas quieren formar parte de nuestro país, porque parece que ignoramos el hecho de que tendríamos de la noche a la mañana miles de guatemaltecos más.
El argumento de reunir a garífunas e indígenas beliceños con guatemaltecos no es tan sencillo como aparenta. ¿Se les preguntará si quieren formar parte de Guatemala o seguir siendo beliceños? A lo mejor prefieren declararse independientes… ¿Cómo se trasladará a quienes no quieran ser parte de Guatemala? ¿Tendrán que hacer 8 horas de cola por sus nuevos pasaportes como chapines? ¿Aislaremos a los garífunas en un Livingston 2.0? ¿Cómo pensamos crear el sentimiento de pertenencia e identidad a una población que ni siquiera habla español? ¿Cómo superaremos las barreras lingüísticas? ¿Basta con ponerlos a oír Arjona para chapinizarlos?
Jurídicamente el reclamo tiene los suficientes fundamentos para que Guatemala lo exija e incluso pueda tener ventaja por encima de Belice en esta cuestión. Pero, la falta de pensamiento a futuro trae más incógnitas y desafíos para los que no estamos preparados. ¿Ya se pensó en las repercusiones administrativas que traerá la adhesión del territorio? ¿Serán parte de Petén o serán un nuevo departamento? ¿Cómo quedarán las administraciones municipales y comunitarias? ¿Cuántos diputados tendremos entonces en el Congreso? ¿Cuándo se convocará a la Asamblea Nacional Constituyente para reformar la Constitución ante una nueva parte de territorio y nueva población? ¿Cómo se conformarían los distritos electorales? ¿Qué pasará con los funcionarios actuales de las zonas en disputa?
La inversión y los servicios que llegarían a esta zona desolada
Para agregar más picante al problema quieren hacernos ver que llevaremos el “desarrollo” a quienes habitan en la zona, así como un impulso en inversión que acabará con todos los problemas de Guatemala. ¿Inversión extranjera como con Odebrecht? ¿Usaríamos los puertos para casos como TCQ? ¿Servicios de salud como en el desabastecido San Juan de Dios o un hospital en el que entran a asesinar indiscriminadamente como en el Roosevelt? ¿Es eso lo que le estaríamos ofreciendo a nuestros nuevos compatriotas? Queremos hacernos ver como los que llevamos la “salvación” a quienes viven allí, mientras que podríamos condenarlos a la dura realidad del país. Nos gusta sacar el número de campesinos asesinados en la zona de adyacencia, lo cual no debería de quedar impune, pero ¿en verdad le importan al gobierno o solo usa estas muertes de excusas? En vida, poco le importaron estos campesinos al Estado guatemalteco.
Quiero dejar claro que apoyo totalmente la consulta popular, no solo por buscar una solución a la incertidumbre legal con nuestro vecino, sino también para que nuestra población forme parte de otros procesos democráticos además de las elecciones generales cada cuatro años. Sin embargo, considero que el nacionalismo y el desprecio que heredamos hacia nuestros vecinos hacen que olvidemos lo que representa en términos humanos y políticos. Es hora de pensar en lo que es correcto para nosotros y para ellos, en vez de pensar en el deber nacional con tintes de venganza y el poder jurídico que tenemos. Si queremos iniciar con una visión a largo plazo, pongamos a los guatemaltecos como prioridad, no al territorio guatemalteco.