Nicolás Martínez/ Opinión/
Semana Santa empieza a surtir sus efectos: cientos de estudiantes y trabajadores entregan encargos de último minuto, se hacen planes para visitar familiares o pasar tiempo con ellos (consecuentemente empieza a surgir el mal humor de tener que pasar Semana Santa precisamente haciendo esto), se deshacen planes que no tengan nada que ver con dormir al menos 15 horas al día o para salir de la rutina.
Si bien esto es lo que más se ve a lo largo del país, es de notar que difícilmente esto tiene algo que ver con lo que “Semana Santa realmente representa”, que sería una oportunidad de “reflexión espiritual” y otras actividades relacionadas. Sin embargo, seamos francos, a la opinión pública no parece importarle demasiado. Por ello, realmente no puedo empezar a tratar la idea de la religión como un tema controversial para escribir un artículo de opinión por conveniencia. No porque tenga mucho sentido de ética, sino porque a la voz popular difícilmente le molesta y tampoco le importa como pase el resto del país la Semana Santa siempre que sea legal. A pesar de ser dicha semana una concentración de cultura, reunión y descanso, siempre hay un trasfondo religioso innegable que, a pesar de ser en lo que menos se piensa, es el punto de enfoque de casi todos los medios que cubrieron los eventos de la semana.
Así que de eso me gustaría hablar, de la idea de religión en los medios (la idea de relacionar todo a los medios está empezando a convertirse en algo recurrente en esta columna, tal vez la vuelvo permanente). Siendo sincero, hace tiempo estaba pensando en escribir algo sobre esto, y Semana Santa me provee de excusas.
Mi primera preocupación al empezar a escribir esto, era desarrollarlo de una forma más o menos conciliadora. Suficientes debates hay por todos lados entre la religión y el anti deísmo, ateísmo; y seguirán siendo igual de desigualadas, antipáticas y unilaterales hasta que se reconsidere la forma en que se comunican ambos grupos. Y tal vez esto es por la insistencia en meter la idea de la religión en un mismo saco.
La religión no se trata de una sola idea monolítica. Como la sexualidad. Como asuntos de género y etnia. Como toda idea abarcadora, moral filosófica o científica. Tiene muchas facetas y muchos niveles en la cual puede ser explorada.
El problema en cómo muchos medios discuten la religión (y de hecho como yo estaba pensando escribir esto), es el considerar a la religión como un concepto irreducible e indivisible; hacer esto muy a menudo lleva a que muchas de las discusiones sobre religión en los medios se vuelvan dispersas. Tratamos de juntar demasiadas ideas dispares en un solo argumento generalizado o igual de desastroso, usamos el término “religión” para hablar de completamente diferentes aspectos específicos del concepto más abarcador de la religión, resultando por ello en una conversación desastrosa y frustrante.
Sin embargo, hay factores homogéneos. Uno de ellos y el más importante, alrededor del cual parecen circundar la mayoría de discusiones, es la Fe. La Fe es el corazón de la religión, es algo que provoca conflictos internos a lo largo de toda la vida en muchos, y es algo que afecta profundamente a todos y cada uno de nosotros, sin importar si se posee o no. Es algo que ha definido nuestra historia de forma inimaginable y es uno de los conceptos más difíciles de asimilar. También se trata de una de las partes más profundamente personales y emocionales de las vidas de muchos como seres humanos.
No obstante, la mayoría de los medios apenas tocan el concepto de la fe con un poco de imparcialidad empática. Siempre se explora la idea de la bondad de los cultos o de sus efectos negativos en la sociedad. Siempre se considera un lado, el otro o ninguno, nunca ambos. Y esto básicamente se debe a la hostilidad que ambos grupos profesan por el otro. Pero esto es insuficiente.
Toda la razón, académicamente aceptada o no, está basada en la Fe. Todos los sistemas lógicos, por necesidad tienen que basarse en una serie de postulados que deben ser tomados con Fe. Todas y cada una de las leyes que fundamentan el funcionamiento físico-cuántico del universo están basadas simplemente en la noción de que casan en un contexto, hasta que se pruebe lo contrario. La única diferencia de esto con la religión, es que la ciencia cambia el objeto de su Fe constantemente en muchos de sus aspectos por adaptación a base de nuevas estructuras, y la religión es algo muchísimo más inamovible. La matemática es el mayor ejemplo de esto: toda está basada y construida de esta forma. Toda nuestra ciencia está basada, no en pruebas exhaustivas e inamovibles, sino en aquello que es lo más probable y que no se ha probado que es falso.
Al principio del siglo XX, varios grupos de personas (los ateístas, agnósticos y escépticos) creyeron que estábamos a uno o dos problemas de resolver toda la física, de entender cómo funcionaba todo en el mundo físico. Ellos creían en la física newtoniana (hoy en día desacreditada por la gran mayoría de la comunidad científica), de la misma forma que nosotros creemos en nuestra propia ciencia: con seguridad y convicción. Y sin embargo, solo les tomó un par de años en darse cuenta de que no estaban ni cerca de “resolver la física”. Y que muchas de las asumpciones sobre las que habían trabajado sus conjeturas, en las que tenían tanta Fe, estaban equivocadas.
Personalmente tengo una firme creencia en la ciencia. La defiendo con todo lo que tengo y digo sin duda alguna que es uno las propiedades de la humanidad más nobles y valiosas. Pero la percibo como simplemente eso: Fe.
La única diferencia entre la religión y la ciencia es que la ciencia trabaja con la Fe como punto de partida, y la religión la usa para basar todo en lo que ejerce.
Desde el uso de razón, la humanidad ha estado buscando excusas para creer en la vida eterna, ya sea a base de un ciclo, a base de transformación, o transición a un plano superior. La gente le teme a la muerte porque todo lo que representa la existencia de la humanidad, la luz, el calor, el color, es parte del mismo fenómeno que permite su existencia; y la oscuridad, el silencio y, por supuesto, la muerte, les recuerda que son finitos, porque no pueden ver más allá de un punto donde no existan. “Estoy completamente indefenso en la oscuridad”, “estoy completamente incapacitado para saber qué es la muerte, no hay retroalimentación”. La muerte es efectivamente comparable con un hoyo negro: Todo entra, nada sale, por lo que es indescifrable.
Cuando el planteamiento de la vida eterna fue hecho representó una revolución ideológica completa, una solución indiscutible: representaba que la imaginación humana había vencido a la muerte, y podía vivir el resto de sus días sin sentir que estaba caminando a un abismo, a una velocidad desconocida y (esto es muy importante) que no iba a estar solo cuando cayera. En el fondo estarían sus amigos, su familia, sus seres queridos, y todos aquellos que habían respetado las leyes de Dios predicadas por los hombres.
He aquí en donde tiendo a tener muchos desacuerdos con la comunidad ateísta. Personalmente me considero un agnóstico; el universo me parece demasiado inefable y yo demasiado ignorante como para poder discutir que vivimos posiblemente en la imaginación de alguien más o en la propia, que posiblemente somos solo una membrana en el abismo de la realidad, y francamente valoro demasiado mi sanidad mental como para enfrentar la verdad de nuestra existencia actualmente.
Pero hay aquellos que se toman, sin que nadie se los pida, el rol de deslumbrar a la sociedad humana con el poder de la ciencia, y mostrar a los religiosos oscurantistas lo estúpidos que son y lo inválido de sus creencias con hechos científicos, y los fanáticos, ligeramente fanáticos y los extremistas harán lo suyo para rechazarlos. Ninguno parece darse cuenta de que están hablando lenguajes completamente diferentes y ninguno quiere ponerse en el lugar del otro. Puedo perfectamente obligar a alguien a dejar de fumar, que para mí es malo, pero ¿después? La gente no entra en vicios porque sí, crea una dependencia, una necesidad de hacerlo constantemente, y no puedo quitarles de la nada lo único que sostenía esa dependencia; hay que reemplazarlo con algo más.
Por el lado teísta, existe una constante necesidad de validación que muchas veces radica en un condicionamiento estricto de otras personas (muchas veces a una edad insultante) para que refuercen una cultura que convenga a unos y valide las creencias de otros, a menudo usando oscurantismo. Por otro lado, están aquellos que, solo por sentirse inteligentes, sienten pertinente intentar arrebatar a otros una ideología que les sostenía como seres vivos funcionales: un código de moralidad, un propósito en la vida, una oportunidad de ver a los seres amados, y ¿quiénes somos nosotros para quitarle su única fuente de esperanza a tanta gente?
Seguro, hay filosofías que ofrecen un propósito y un sentido mucho más cierto y realista, pero ¿quién va a condicionar al hombre que se muere de hambre para creer en la ciencia? ¿o al joven que quiere salirse de las maras porque cree que Dios está con él? ¿O aquellos que hacen servicio comunitario aunque sea por miedo al infierno? La religión juega un papel importante en el “bien” del mundo, queramos admitirlo o no, aunque se base en lo que podríamos considerar mentiras, y no podemos arrebatarle eso a nadie sin ofrecer algo a cambio. La ciencia no sirve para consolar; es fría, despiadada y deprimente, y no todos son lo suficientemente fuertes para afrontarla. Sin embargo, los debates siguen, porque unos insisten en utilizar hechos para combatir creencias que no se cimentan en hechos, si no en una inmensa desesperanza y búsqueda por consuelo, venga de donde venga, adoctrinamiento o no.
Simplemente la gente no busca a Dios porque crea que está ahí, sino porque necesita creer que está ahí en algún nivel. Y si sabemos algo del mundo real, es que hay gente que no puede prescindir de esperanza. Y es mucha.
Han muerto miles de personas a lo largo de la historia por motivaciones religiosas autoindulgentes, y personalmente desapruebo profundamente de la gran mayoría de políticas religiosas que dominan el sistema social actual, y de las instituciones religiosas en sí. Pero (si bien en menor grado) ha ocurrido lo mismo en el lado de la ciencia. Y en cuanto a los medios, creo que no se debería tener una hostilidad innata con el concepto de la Fe sin haberla explorado primero.
“Aquel que no posee capacidad para el asombro bien podría estar muerto” – A. Einstein.