basura

Andrea Gómez / Camino Seguro – Safe Passage/

Al acercarse al lugar se percibe el mal olor y una atmósfera densa, pero también se descubre una realidad paralela que existe en la Ciudad de Guatemala. Este lugar recibe alrededor de 1,000  a 1,5000 toneladas de basura al día, entre ellas: desechos tóxicos, alimentos en estado de descomposición, vidrio, plástico, botellas, etcétera. La economía adentro es informal; los precios fluctúan, cambian y a veces, retroceden. Esta es una realidad que muchos ignoramos por conveniencia, para evitarnos dolor e indignación.

¿Qué es el relleno sanitario?

Adentro de este lugar, laboran cientos de personas  llamadas “guajeros”, quienes realizan una gran labor para la Ciudad de Guatemala. Ellos diariamente se enfrentan a la titánica tarea de tocar, recolectar y clasificar la basura de casi 3.7 millones de guatemaltecos y guatemaltecas.

Todo a cambio de un ingreso muy bajo y por una labor muy peligrosa: convivir con zopilotes, insectos, lluvias, calor, accidentes y un terreno inestable para ganar unos centavos y contribuir a la economía familiar. Todo esto sin mencionar deslaves, como el de agosto de 2012; la fuerte competencia entre unos y otros por obtener lo mejor y los bajos pagos ofrecidos por intermediarios.

El basurero de la zona 3, mejor conocido como relleno sanitario, existe desde 1953 y es uno de los más grandes de Centro América, al tener el tamaño de 22 estadios de fútbol juntos. Alrededor del área viven aproximadamente 60,000 habitantes, que de una u otra manera tienen alguna conexión con el mismo. Las condiciones de vida de quienes trabajan en él son increíbles pero al mismo tiempo, muy similares a la realidad que viven miles de guatemaltecos: pobreza y exclusión.

¿Cómo funciona?

Cuando un ciudadano guatemalteco tira su basura, generalmente lo hace sin detenerse a pensar cuál es su destino, si se trata o recicla, o si simplemente termina entre montañas de desperdicios que dañan y contaminan el ambiente.

El itinerario de la bolsa de deshechos de cualquier persona en esta ciudad se parece al siguiente: tiro mi basura, alguien (gente que trabaja para uno de los 920 camiones privados que recolectan desperdicios) pasa a traerla a mi casa, los trabajadores del camión escogen lo mejor y luego lo revenden.

Para el resto de basura, esta entra al relleno sanitario, botada en cualquier lugar, apilada (con suerte) por un tractor, escogida por alguien (una persona que todo el día se dedica  a buscar con la esperanza de encontrar algo salvable), limpiada y lavada, revendida, usada y vuelta a tirar. Como dice el dicho “la basura de unos, es el tesoro de otros”.

Un(a) reciclador(a) junta todo lo que pueda limpiar, reparar y revender. A veces se encuentran y consumen productos comestibles o medicamentos expirados. Se calcula que los ingresos diarios oscilan entre los Q25 a Q40. Con un poco de matemática, Q40 en un día representan Q800 en un mes, mucho menos que el salario mínimo. Alguien podría decir que ese tipo de trabajo es una “decisión”, que quien lo hace conoce los riesgos y lo hace por gusto propio.

La verdad es que la mayoría de recolectores provienen de las áreas rurales y las poblaciones desplazadas durante el conflicto armado. Muchos de ellos no necesariamente hablan español, no cuentan con competencias y habilidades técnicas y mucho menos poseen educación formal.  Ellos y ellas son personas con aspiraciones, sueños y una familia que mantener.

Esto no es todo. En este contexto no hay personas solas, hay madres y padres de familia, hermanos y niños que dependen de las oportunidades que tienen sus padres. Si nos preguntáramos por qué la educación no es una prioridad sería evidente que el ciclo se repite en cada generación.

¿Qué posibilidades de educarse hay para niños que nacen en la comunidad del Relleno Sanitario? ¿Para una familia cuyos ingresos rondan los Q800 mensuales?

El Ángel del Basurero

En 1999 Hanley Denning, una joven estadounidense, se enfrentó a esta cruda realidad. En aquel entonces el relleno no estaba cercado y el acceso era libre. Ella vio cientos de niños y niñas con un futuro marcado por la basura de otros.

Esa imagen la impactó tanto que mandó a vender todas sus cosas: su carro, computadora y demás pertenencias para recaudar USD $2,000. Con ese dinero y el apoyo de una iglesia cercana al relleno, cuidó y alimentó a 10 niños y niñas.

Ella se dio cuenta que el único modo para romper el ciclo de la pobreza del área era a través de la educación. Hanley Denning fue incansable para captar a más niños, para acercarse a las madres de familia y ofrecerles oportunidad y esperanza.

Su compromiso y amor por las personas, hizo que la llamaran “El Ángel del Basurero”. Integró a cientos de niños y niñas nuevas  al programa. Con esa idea en mente fundó Camino Seguro, una asociación que actualmente se dedica a ofrecer refuerzo educativo y una alternativa de vida a casi 600 niños, niñas, jóvenes y familias de la comunidad del relleno sanitario. Desafortunadamente, ella murió en un accidente automovilístico en el Periférico en 2007.

Gracias a ella y a otras asociaciones, hoy la comunidad del relleno sanitario tiene esperanza, oportunidad y educación.

El relleno sanitario es de todos nosotros, porque de cierta forma todo lo que hemos usado y tirado ha ido o terminará yendo allá. Aún hay miles de personas, de niños y de nuevas generaciones que necesitan una oportunidad para salir de ese círculo.

¿Vamos a tomar parte en contribuir a cambiar esa realidad?

 

Imagen: Vinicio Interiano

 

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