Es indignante ver el vídeo de los médicos fuera de un hospital reclamando que no cuentan con los insumos necesarios y solicitando el pago por sus servicios; que injusta situación por tan gran labor de quienes se arriesgan y que apenas es recompensado. Lamentable situación porque el gobierno (aunque si ha tomado medidas acertadas) no ha sabido darle prioridad al uso de los recursos en el área de salud.

Es conmovedor ver a tantas personas hondeando banderas blancas por la calle porque la situación está siendo difícil, sus ingresos han cesado y la comida falta en casa, no hay muchas opciones para sobrevivir y la ayuda estatal parece nunca llegar. Cada vez más hogares se están viendo afectados, y el préstamo para la afrontar la crisis que fue aprobado desde hace bastante día, aún no llega a las familias que más lo necesitan. Las medidas económicas planteadas parecen no dar resultado, mientras empresas entran en crisis y otras cierran repentinamente.

Para algunos el gobierno de turno ha sabido gestionar bien la crisis al responder rápidamente a la situación con medidas estrictas, para otros deja mucho que desear por no manejar bien la información, por retrasar el Decreto 15-2020, por no ejecutar el presupuesto como se debería y tomar algunas medidas que causan más daño que bien.

El coronavirus solo ha sido una razón para quitarse la venda de los ojos y ver un Estado colapsado que es incapaz de ser garante de derechos elementales y proveer bienestar a sus habitantes. 

Guatemala con un sistema de salud deficiente, que se enfoca solo en la cura y no en la prevención. Un sistema colapsado que no se da abasto y que deja a miles sin ninguna cobertura. Un país con una economía que se mueve día a día en gran medida por el sector informal y donde el sector privado también es fundamental. Un lugar donde el acceso a Internet no es una prioridad porque muchas veces apenas si se cuenta con electricidad.

Un país con un sistema educativo que no se ha adaptado a la era tecnológica en su totalidad, pero que a la vez no es accesible para todos. Cientos de niños y jóvenes tendrán que dejar de estudiar porque no cuentan con acceso a Internet o con una computadora propia para poder trabajar, porque la educación no se está adaptando a la situación sino las personas al sistema, un sistema que a veces ignora las desigualdades creyendo que todos cuentas con las mismas oportunidades, asumiendo que todos tienen Internet sin limitaciones, creyendo que el aprendizaje es igual para todos y que las condiciones de acceso son las mismas.

Las crisis es una oportunidad para repensar el papel del estado y pone en evidencia problemas estructurales de la sociedad, como la pobreza y la desigualdad. 

Al mismo tiempo, parece irónico ¿Por qué no quejamos tanto del Estado y a la vez esperamos que resuelva todo? Si, pero sí es necesario. Es necesario un gobierno eficiente y la necesidad de un Estado legítimo para proveer de las necesidades fundamentales a sus ciudadanos como seguridad, orden, bienestar económico y por supuesto, administrar la justicia y velar por la libertad.

El mundo no volverá a ser igual y eso nos deja en qué pensar.

La crisis pone en evidencia la legitimidad de las instituciones estatales y la cohesión de las naciones dentro del sistema internacional.  Es posible dudar sobre la capacidad del Estado y replantear el papel de los organismos internacionales para dar respuesta efectiva a una crisis mundial.

Pero, el problema quizá no sea el Estado como tal sino quienes lo dirigen y sus intenciones para hacerlo. La diferencia está en cómo se administran los fondos y en optimizar el uso de los recursos. Un claro ejemplo, es la imagen que se difundió en redes sociales de la bandeja con comida servida a los médicos que laboran en el Hospital Temporal en el Parque de la Industria y el platillo preparado por Rayuela. Por supuesto, ambos tienen un costo, ambos platos requirieron de cierta preparación, antes alguien tuvo que producir para obtener riqueza y adquirir los insumos, pero la diferencia está en la administración de los recursos. Uno se paga con la voluntad de personas solidarias y el otro con prestamos millonarios que no los paga directamente el Estado, porque se van a pagar con los impuestos de los contribuyentes. A nivel político necesitamos comprender que “La dedicación no es una virtud, es un deber” y que la labor de un funcionario público es trabajar por el bienestar de la población, no sacar provecho de la situación. Estar informados es parte de la labor ciudadana que podemos realizar desde casa, la fiscalización ciudadana es esencial para una democracia. Como ciudadanos de la aldea global, lo que pasa en el mundo y lo que deciden quienes tiene el poder nos afecta a todos.

La crisis nos deja muchas lecciones, la desigualdad duele, las divisiones son cada vez más grandes, las diferencias que nos separan son más fuertes de las que nos unen. Nos hemos vuelto apáticos a la necesidad del otro porque vivimos encerrados en nuestro mundo pensando que haya fuera todo está bien sin ser capaces de ver por la ventana qué está pasando alrededor.

Dos ciudadanos frente al edificio del palacio legislativo de su país exclaman emocionado:
– ¡Una nación libre de corrupción!
– ¡Un país donde toda la gente prospere!
– ¡Trabajaremos juntos para crear un mundo así!
– ¡Cambiemos el mundo!
– ¡Seamos el cambio!                                                                                                                                                                    (Escena de una (serie de Netflix llamada Chief of Staff)

Solo quien tiene poder puede cambiar las cosas, nosotros decidimos si decidimos sumarnos al cambio desde nuestro espacio o vivir como espectadores. El idealismo de un mejor lugar es lo que nos mantiene vivos, porque a pesar de lo utópico que pueda ser aún hay rayos de luz en medio del camino.

Por un país donde toda la gente prospere, ¡seamos el cambio!

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