Que difícil se me hace, cargar todo este equipaje, se hace dura la subida al caminar. Esta realidad tirana que se ríe a carcajadas, porque espera que me canse de buscar”. Miguel Ríos, todo a pulmón. 

Todos los días en nuestras mentes, en nuestras vidas, en nuestras casas, en nuestros corazones; se libran duras batallas, batallas de las que muchas veces, la gente que nos rodea, desconoce y ni siquiera se imaginan, porque son escandalosas en nuestro interior, pero silenciosas para los otros. Y a veces, las batallas más importantes en nuestras vidas, son aquellas que libramos en el interior de nuestra alma, en silencio, luchando en contra de nosotros mismos y contra nuestros demonios internos. 

Recuerdo que cuando era niña mi abuelo me contaba una historia acerca de un viejo chamán que se encontraba conversando con unos niños de su poblado, “una gran pelea está ocurriendo dentro de mi”, les decía. Es entre dos lobos, uno de los lobos, es la rabia, el odio, el miedo…El otro lobo es el amor, la alegría, la fe, la esperanza. Mientras hablaba, el chamán miraba fijamente a cada niño mientras les decía, “esta misma batalla está ocurriendo dentro de ustedes en este momento”. Los niños quedaron pensativos y en silencio por algunos instantes… Hasta que uno de ellos le preguntó al viejo chamán, “¿Cuál de los lobos cree que ganará?” El viejo chamán le contestó, “ganará aquel que alimentes”. 

Con esta historia, no quiero decirte que el miedo está prohibido en nuestras vidas o que nunca deberíamos de alimentar a este lobo que vive en nuestro interior; está bien tener miedo, es correcto perder la esperanza de vez en cuando, la rabia es buena en ciertas ocasiones, el problema es quedarse atrapado dentro de estos sentimientos y dejar que consuman nuestra esencia. En algún lado escuché, que los miedos son como las familias, todo tenemos uno y aunque se parezcan, los miedos son tan diferentes y personales…Como pueden serlo todas las familias del mundo. 

Hay miedos tan simples como el miedo a desnudarse ante un extraño, miedos con los que uno aprende a ir viviendo, otros miedos están hechos de inseguridades, miedo a quedarnos atrás, miedo a ser olvidados, miedo a no llegar a ser lo que soñamos ser, a no dar la talla, a no ser comprendidos. 

 

Otros miedos en cambio, van dejando su huella firme en nuestra conciencia, como el miedo a sentirnos culpables de lo que le pasa a los demás, miedo a sentir lo que no queremos llegar a sentir, a lo que no queremos mirar, a lo desconocido, miedo a perder a alguien o que alguien nos pierda. Bien decía Epicteto de Frigia (Filósofo grecolatino): 

“No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo”.

Para finalizar, déjame decirte que la vida no es una competencia de velocidad, la vida es una carrera de resistencia, de vivir siempre al máximo, de aprovechar cada momento, si es bueno disfrutándolo y si es malo aprendiendo y tomando nota de las lecciones que da la vida, recuerda que lo bueno de tocar fondo, es que a partir de ese momento, solamente nos queda empezar a ir hacia arriba. Y por muy dura que creas es tu batalla interna en este momento, por muy negra que esté la situación, aunque no veas salida o por muy negro que veas el cielo las estrellas siempre están encima, solo hay que saber donde mirarlas.

 

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