Hace unas semanas, cuando el presidente anunció el plan del semáforo para la situación del COVID-19, un pastor evangélico publicó un tuit en donde cuestionaba que el Estado no puede normar los tiempos que duran las reuniones religiosas. Más allá de lo acertado o equivocado que puede ser el cuestionamiento, hay varios factores que me impresionaron sobre la reacción de las personas en la red social, que por estos lares, es bastante conocida por estar cargada de toxicidad cuando de política y religión se trata.
Como he mencionado en columnas anteriores, hay personas que siempre que se trata de religión, aprovechan cualquier oportunidad para lanzar improperios y comentarios desafortunados que no tienen asidero lógico y racional. Dado este fenómeno, es fácil de imaginar que esas personas descargaron lo de siempre, al leer a un pastor evangélico cuestionando los límites del poder político.
Al leer los comentarios que recibió el tuit, obviamente no faltaron los típicos comentarios de tipo “al pastor ya le hacen falta las ofrendas” y en ciertos sujetos, los comentarios adquirieron otro componente de aversión manifestada en deseos al pastor, para que le diera COVID y se muriera.
Momentos como este, son los que vuelven a retratar la tremenda contradicción de la creencia popular: que los creyentes estamos llenos de odio, que somos rápidos para juzgar, que somos irracionales y que nuestra fe nos nubla de cualquier pensamiento coherente. La realidad y los hechos de las personas que viven cantando el coro anti religión, nos demuestra una vez más que debemos ser cuidadosos con nuestros aires de superioridad moral e intelectual, porque nuestro actuar se puede convertir en eso que tanto criticamos y repudiamos.
Tal parece que ese día el discurso de odio y la irracionalidad fueron las herramientas de los que siempre hablan de ello. Y nadie dijo nada. Todo normal. Para ellos, era totalmente justificable desearle lo peor a un pastor, porque estaba cuestionando una decisión de gobierno. En momentos como ese, de acuerdo a esa gente, qué importa dividir y confundir a las personas; lo importante es exponer a una persona evangélica, aunque no se entienda el contexto del mensaje, lo importante es quedar como lumbreras intelectuales.
Como escribí ese día, ese tipo de personas leen cosas que no están escritas e interpretan a su antojo las palabras para ajustarlas a su narrativa. Caen en eso que tanto le critican a los religiosos. Pero con ellos es válido, quién sabe por qué.
Otro factor que me pareció interesante, es que a los cristianos todo el tiempo se nos dice que odiamos a los homosexuales, que somos intolerantes, etc. Pero en un tuit en donde manifesté que no estaba de acuerdo en cómo las personas habían reaccionado, recibí varios comentarios sugiriendo que me bañara con el pastor y otro tipo de ‘bromas’; haciendo alusión a que mi comentario iba orientado a buscar algo íntimo de tipo sexual. Eso sí, después vuelven al verso que los cristianos nos mofamos de la homosexualidad y que como sociedad conservadora, con ese tipo de bromas, hemos estigmatizado y creado un ambiente de hostilidad hacia los homosexuales.
Y para terminar, en otro comentario alguien sugería que el pastor estaba cometiendo un delito.
En fin, en ese tipo de escenarios es donde se refuerza la idea que hay personas que en realidad tienen un problema emocional con la religión (y no un problema intelectual como lo afirman férreamente). Sus conclusiones apresuradas, sus comentarios sin sentido y sus contradicciones lógicas, nos llevan a pensar que hay algo más de fondo.
Hoy en la mañana estaba leyendo que unos colectivos y organizaciones, convocaron a una manifestación para reclamar al gobierno por su actuar. ¿Se imaginan qué hubiera pasado si un pastor evangélico o una iglesia u organización cristiana hubiera organizado una marcha pro vida en plena pandemia? O vamos un poco atrás, cuando unas personas salieron en sus vehículos a mostrar su rechazo a la gestión del gobierno y muchos de los que celebraron la reciente convocatoria, fueron los que descargaron cualquier tipo de comentarios negativos a las personas que participaron en dicha manifestación. Los demás son irresponsables e irracionales por ejercer sus derechos; ellos no.
Quizás las personas deberíamos darnos cuenta que la época en la que vivimos se puede resumir en una idea: “Respeto y tolerancia para los que piensan igual que nosotros. Todos los demás son irracionales, irresponsables, homofóbicos, llenos de odio y enemigos de las ideas y el progreso”.
En lo personal, le pido a Dios que nos ayude a los cristianos, a defender y a compartir nuestra fe en tiempos convulsos como los que vivimos. Como cristiano, puedo decir que me preocupa cómo la sociedad y el mundo cada vez se aleja de los valores judeo-cristianos, pero también me preocupa cómo el sentido común se va dejando en el olvido (al punto que cuando alguien afirma que solo las mujeres pueden menstruar, es tachado de odio y transfobia).
Aquí está lo curioso: los que nos señalan a los cristianos de detener el progreso y el avance de la humanidad, son los que sin darse cuenta, están contribuyendo enormemente a que la sociedad esté en camino a estrellarse a un punto en donde van a reinar los sentimientos; las percepciones, el sentido común y el pensamiento crítico van a ser algo del pasado.