Hablar de partidos políticos en Guatemala es hablar de política sucia y políticos corruptos. Lamentable, pero cierto.

Hablar sobre reformar la ley electoral que regula la conformación y comportamiento de los partidos políticos, es para algunos, una ráfaga de esperanza y para otros, únicamente un esfuerzo en vano por intentar cambiar algo que no va a cambiar mientras quienes deban aprobarla sean los mismos diputados que la ciudadanía desea desechar del sistema.

Y en medio de la discusión para llegar a consensos sobre las nuevas reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP), hoy 30 de noviembre finaliza el período ordinario del Congreso de la República, y lo hace discutiendo el presupuesto 2018 y la nueva junta directiva. La Comisión de Asuntos Electorales, presidida por el diputado Óscar Argueta, no logró juntar las firmas necesarias para dar el dictamen favorable a la iniciativa de ley que reformaría la LEPP, para que esta pudiera pasar al pleno para su discusión y posible aprobación. Esto, sin tomar en cuenta que por ser una ley de rango constitucional, esta antes de ser aprobada debería ir a la Corte de Constitucionalidad para su evaluación y dictamen.

El tiempo para discutir la LEPP en 2017 finalizó.

Ya no hay tiempo, además que adicional a la propuesta discutida en la Comisión de Asuntos Electorales, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) presentó la semana pasada una nueva propuesta para ser analizada en la comisión. Independientemente de la discusión sobre si esta última propuesta ingresó tarde a los tiempos del Congreso, es importante resaltar que ninguna de las dos propuestas logró pasar al pleno, por lo que habrá que esperar al 2018 y ver qué nuevas voluntades trae el año nuevo a los diputados.

Decidir si se retoma la discusión de la LEPP estará en  manos de los congresistas, en un año complicado, especialmente por ser un año pre electoral y en el cual, por lo tanto, cualquier reforma a la ley deberá contemplar si las reformas entran en vigencia en el proceso del 2019 o hasta en uno posterior.

Desde Brújula creemos que el tema de las reformas a la LEPP es importante, y por ello a lo largo de los últimos meses estuvimos generando una serie de contenidos para promover la discusión sobre aquellos temas de los cuales hay que continuar hablando, a pesar que no estuvieran del todo reflejados en las propuestas presentadas.

El actual sistema de partidos políticos, a pesar de los cambios que ha sufrido, siempre logra infiltrar a oportunistas, oscuros, individualistas y corruptos personajes en la contienda electoral. 

Es como aquel gigante bueno que no termina de despertar y que pareciera no querer hacerlo porque su condición de gigante dormido le brinda las garantías suficientes para continuar sin hacer nada, obteniendo los mismos beneficios para él mismo y nadie más.

Hablar de la LEPP es hablar de una herramienta que puede ayudar a cambiar el sistema, como un complemento y no como un fin en sí mismo. Existen tres condiciones que deben darse para pensar que una reforma a la ley electoral mejorará la manera en la cual los partidos políticos hacen política en sociedades como las nuestras:

    1. Democracia interna de los partidos políticos. El nombre podría dar la impresión de una idea abstracta y con poco peso, cuando es todo lo contrario. En Guatemala necesitamos partidos políticos que en realidad cumplan su función de ser intermediarios entre las necesidades de la población y el gobierno. Partidos políticos con los que los ciudadanos se sientan identificados, partidos que se mantengan activos en sus funciones de formación durante los años no electorales, partidos en los cuales sus afiliados puedan ser parte de la decisión del candidato a elegir, partidos políticos transparentes con su financiamiento.  Al final del día, necesitamos partidos políticos fortalecidos y con procesos adecuados de comunicación y toma de decisiones hacia adentro.
    2. Ciudadanos que deseen hacer política partidista.  De poco servirá tener partidos políticos fuertes si no tenemos ciudadanos que deseen entrar a hacer política, que crean que esta pueda dejar de ser “sucia y aburrida” y que por el contrario, puede ser la mejor herramienta para cambiar este país del que tanto nos quejamos y del cual anhelamos sea mejor. Necesitamos que los indicadores de eso que llaman cultura política, nos demuestren que estamos en una sociedad que cree en la participación ciudadana como una vía importante y eficiente para generar cambios.
    3. Políticos dispuestos a entregar el poder.  Las reformas actuales, de haber tenido el dictamen favorable de la comisión, hubieran sido discutidas por el pleno de 158 diputados. Funcionarios públicos de los cuales, 107 negociaron y firmaron en septiembre pasado el #pactodecorruptos, aquellas reformas al código penal entre los cuales, eliminaban el delito de financiamiento electoral ilícito.  Es difícil creer que estos diputados podrían votar a favor de reformas a la LEPP que en algún momento los llegue a perjudicar en su carrera política. Por ello, necesitamos diputados y políticos que estén dispuestos a entregar el poder o dejar atrás las prácticas oscuras que los llevaron a su curul, para poder realmente entrar a discutir y aprobar reformas que fortalezcan a los partidos políticos y su representación.

Mientras en el Congreso de la República, el tema del presupuesto 2018 y la Junta Directiva serán los temas con los cuales terminará el 2017, la LEPP seguirá siendo el gigante dormido. Esto sucederá mientras los diputados no logren volver a incluir las reformas en agenda y generar los consensos necesarios sobre los temas prioritarios a reformar. No está de más recordar que el consenso no necesariamente debe darse entre ellos; este debe surgir con la ciudadanía, la academia y las demandas reales de cambios que puedan suceder para reformar el sistema de partidos políticos del país.

 

 

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