Isaías Morales/ Opinión/
Nunca pensé que fuera tan difícil ser joven, menos cargar con la responsabilidad de cambiar esta realidad adversa, pero más allá de poseer espíritu jovial o mentalidad soñadora, nuestro papel es tan trascendental sin que nos demos cuenta.
Ser joven no es un privilegio o una especie de regalo pues no durará por mucho tiempo, pero es la oportunidad más viva para construir un futuro que nos permita vivir en un entorno saludable, próspero y lleno de esperanza aunque parezca imposible.
Hace unas semanas, leía una frase que me refrescó la mente, y el por qué le tengo una fe gigantesca a los jóvenes y decía que: “La mejor forma de predecir el futuro es creándolo”. Y la cito, porque conforme pasan los años y mientras uno adquiere cierto grado de experiencia, el ingrato círculo vicioso me entretiene al pensar sobre la solución más cercana para combatir los niveles de subdesarrollo y falta de oportunidades en los cuales estamos inmersos todos los días.
Considero que existen tres grandes frentes por combatir: la corrupción, la falta de oportunidades y el subdesarrollo. Por donde se le vea nos afecta a los jóvenes y muchas veces nos desalentamos al no encontrar los espacios exactos para expresar este malestar. Ante esto me planteo, ¿por qué no crear el futuro que esperamos?
¿Por qué seguimos esperando?
Y no lo digo por decirlo, pues muchas organizaciones ya dieron el salto, se cansaron de esperar el tren que nos traiga esperanza y han salido a buscarlo. Los emprendedores, voluntarios y líderes con visión, son los reales protagonistas para combatir la tristeza vivida en cada rincón del país. Ellos no esperan por un héroe que los salve, de hecho ya trabajan.
Todos estamos llamados para aprovechar esta oportunidad, porque no radica en contar con las múltiples soluciones en mente, sino en trabajar para que esas oportunidades doradas sean una realidad. Eso distingue a un joven, que vale oro.