Regularmente buscamos apurar el tiempo, vivimos el día a día a mil por hora, salimos de casa antes que salga el sol y regresamos con la luna puesta, absortos en el trabajo, los compromisos sociales, la universidad y las mil cosas que acumulamos en la agenda para estar ocupados. Compartimos casa con personas a las que no vemos más que una o dos horas diarias, los ratos libres se los dedicamos a las redes sociales y a hacer planes para ocupar el resto con algo, como si la meta fuera esa. El fin de semana se va en un abrir y cerrar de ojos, hacemos todo aquello que no nos da tiempo de lunes a viernes, aprovechamos a escapar de la cotidianidad en la que estamos sumergidos y recargar las pilas para la monotonía diaria.
Hoy, pareciera que el tiempo se detuvo. Los días son largos y cortos al mismo tiempo, parecieran ser todos domingo, no hay alarmas a las 04:00 a.m., no hay apuro por salir a la calle, nadie corre por no quedarse atrapado en el tráfico, ni hay prisa por llegar puntual a ningún lugar.
En lo personal, después de muchos años he podido sentarme a la mesa los tres tiempos de comida junto a mi familia, he pasado más de un sábado completo en casa, he visto series y películas con mi mamá y mi hermana. Hemos compartido. Nos hemos disgustado, obvio, pero también nos hemos tolerado más, nos hemos conocido más y nos hemos protegido aún más. He conocido también al insomnio y la ansiedad, he vuelto a escribir, a leer y a encontrar tiempo para lo que siempre he tenido tiempo. He descubierto que en la madrugada es cuando mayor despejada está la mente y encontramos la calma y la claridad que durante el día nos arrebatan las noticias. Me he reconectado con gente del pasado, amistades y demás, de esas que uno da por hecho no volver a saber jamás. Y por último, he aprendido.
De un par de amigos psicólogos, aprendí a hacer catarsis y a purificar mente y alma. Aunque siempre he encontrado a las personas idóneas para hacerlo, ahora me he encontrado a mí. Y como a mi, el aislamiento ha ayudado a varios a reencontrarse consigo mismos, a reconciliarse con su credo y sobretodo a valorar y apreciar con mayor intensidad a sus seres queridos, a los amigos, a su pareja y a todo aquel que aporta significativamente en su vida.
Independientemente de las circunstancias, el distanciamiento social nos da la oportunidad de acomodar nuestras prioridades, cambiar nuestra visión, valorar nuestra posición, ser positivos y cuidar a nuestra familia que es lo más importante. Sacar el mejor provecho de cada día y tratar de contrarrestar el caos con autenticidad y empatía.
En medio de un Estado de Calamidad Pública, buscamos combatir una pandemia, sin embargo, nos hemos encontrado a nosotros mismos y a los nuestros.
Claro, la Guatemala post coronavirus que todos esperamos es una completa utopía, salir de esto será duro, pero será tan duro como nosotros mismos estemos dispuestos a colaborar y sobrellevar con responsabilidad lo que esté en nuestras posibilidades. Pensar y hacer de nuestro país un futuro próspero y unirnos solidariamente con aquellos que más lo necesiten, porque en crisis estamos todos, pero siempre, unos más que otros.