Actualmente, el tema de la violencia hacia la mujer y el machismo se ha expandido en todos los medios, las plataformas e incluso redes sociales. Por más que crean que ya se ha hablado suficiente de ello, les aseguro que no es así y lo compruebo en mi día a día. Hace poco, leyendo mi timeline en twitter me encontré con un machín que publicó esto: “Si no fueran tan putas, no habría tanto misógino”. Me indigné, me quedé perpleja un rato, releyendo varias veces el tuit y otras más, los comentarios y me caló tanto que decidí escribir una columna sobre esto.

Las mujeres somos “putas” para los hombres (incluso para algunas mujeres), por miles de razones.

Es un adjetivo derivado del machismo, utilizado según Leah Wyman, para describir a una mujer que no se adhiere a los estándares machistas de moralidad sexual. Es decir, aquellas que hablan libremente de sexo, que lo practican, que hacen lo mismo que el hombre y por ello, les restan dignidad. Nos llaman putas, por la forma de vestir, por lucir un buen escote o una falda corta, por caminar con tacones de plataforma o llevar leggings, y que lo primero que resalte sea nuestro trasero, por salir sin bra y sentirnos cómodas por ello.

Llaman puta a la que se rodea de hombres, aunque solo sean amigos, eso no importa. A la que no está interesada en una relación, a la que rechaza, a la que dice que no, a la que dice que sí, a la rebelde, a la que provoca, a la sumisa, a la fiestera, a la “loca”, a la que baila reguetón y toma cerveza. A la que dice malas palabras y es vulgar.

Por exagerado que parezca, lo escribo porque lo he visto, lo he oído y lo he vivido. Obviamente no hago ningún tipo de generalización hacia los hombres, pero sí puedo concluir que es la ofensa perfecta para la mujer que no cumple con las ideologías personales de los hombres.

La RAE define la misoginia como la “aversión hacia las mujeres”, es decir, el rechazo o repugnancia frente a ellas, que ha llevado a la discriminación, violencia y cosificación sexual de la mujer. Se juzga el comportamiento de las mujeres basándose en un puritanismo selectivo, dándole valor únicamente para dar placer (apegado a su moralidad) y para procrear. Encuentran excusas a las muertes, violaciones y acosos, culpando a las víctimas, por la manera en que iban vestidas, porque andaban solas, porque les gustaba salir de noche a bailar y por no regirse al “deber ser” socialmente impuesto por un sistema machista.

Sin caer en la victimización, somos llamadas “accidentes biológicos”, somos juzgadas por disfrutar nuestro cuerpo, nuestra libertad y nuestra feminidad.

Somos juzgadas por lo mismo por lo que los hombres son aplaudidos y somos violentadas por querer explorar la libertad sin miedo a los estigmas sociales. Sin embargo, con firmeza y convicción, día a día luchamos por sobresalir, por ser respetadas y demostrar que nada justifica las conductos misóginas de nuestra sociedad.

Compartir