Tenés que sentirte advertido: podés tomártela fácil y cargarla ligero hasta “sentir el cuentazo” de los privados. Podés –en algunas universidades y algunas jornadas- elegir a los “lics. más buena onda” y ganar con notas aceptables, perdiendo los periodos de clase a tu gusto o podés caminar más friccionado y seguro. Consciente, hasta llegar a la meta.
Si querés ser abogada vas a aprender a leer entre líneas, a buscar con la vista las palabras clave, a “comerte” doscientas páginas la noche anterior, a usar tus libros de seiscientas hojas de almohada, a llevar –literalmente- sobre los hombros durante varios semestres a Mario Aguirre Godoy. Vas a aprender a odiar a Savigny, Kelsen, Chiovenda, García Máynez; a entender a Savigny, Kelsen, Chiovenda, García Máyenz; a amar a Savigny, Kelsen, Chiovenda, García Máynez.
Si en tu futuro te pintás como abogado, el orden se volverá la regla, aunque ahora no sea una de tus prioridades.
Los documentos guardados cronológicamente, los archivos enumerados dentro de las carpetas correctas en la computadora, la letra pequeña y legible, el resaltado por código de colores en tus leyes y los post-its con notas en los libros, terminarán siendo parte de tu modo de vida.
Si querés ser abogada y pensás serlo en Guatemala… te enfrentarás muchas madrugadas a una vocecita dentro tuyo que pregunta si terminar ese extenso prontuario de treinta memoriales realmente te llevará a la meta. Si de verdad vale la pena copiar a máquina o a mano tantas palabras cuando existen los “machotes”. Si en serio aprender de memoria cómo se cierra una escritura pública es parte del gran sueño.
Si vas a estudiar Derecho, debés tomar en cuenta que al día de hoy en el país son casi dieciocho mil abogados colegiados activos y que la verdad, aunque moleste admitirlo, muchos no son buenos… ni en humanidad, ni en conocimiento. Tomá en cuenta que la abogacía es una carrera alarmantemente desprestigiada pero también idealista y célebre.
Considerá que Nelson Mandela, Obama, Margaret Tatcher y Fidel Castro fueron también abogados. Si lo que pretendés es ser un abogado, mejor temprano que tarde, vas a aceptar la importancia de “puntual es diez minutos antes” cuando te citen a las once en punto a una audiencia.
Si querés ser abogada, mantente consciente del sigilo con el que los medios de comunicación siguen sus pasos, anunciando con altoparlantes cada jugada. Preparáte para la desconfianza en los ojos de los periodistas y para las noticias –muchas ciertas, otras muy mal contadas- que todos los días desacreditan tu profesión.
Si vas a estudiar derecho para ser abogado; acomodáte en la espera de los muy diversos chistes de familia y amigos sobre los abogángsters. Preparáte para las constantes consultas de “mirá pues, está es mi situación –jurídica, por supuesto- hice esto ¿qué pasa allí?”; armáte cuanto antes de la clásica respuesta: “eso aún no lo he visto” y después afrontá la verdad, cuando casi cerrando el pensum de estudio, aún no podás resolver muchas de las dudas cotidianas.
Preparáte para que tus compañeros ingenieros o médicos se burlen constantemente de lo “fácil” que es la carrera que estudiás.
Mientras estudiás Derecho y te volvés abogada, te darás cuenta de cómo maduran tus juicios, cómo el negro deja de ser tan oscuro y el blanco tan claro. Te sorprenderás cuando el bien y el mal ya no se distingan fácilmente. Cuando comprendás que no hay héroes, ni villanos, solo historias y perspectivas: todas defendibles, justificables, apelables.
Mientras estudiás derecho, llenáte de esa astucia que tanto se juzga en las abogadas y los abogados, aprendé a esquivar las jugadas de otros compañeros, decidíte por una causa y peleála con todas tus herramientas. Cargáte de agallas para hacer valer tus puntos de vista y aún sin creerlo del todo, mostrarte seguro frente a ti mismo. Colmáte de paciencia y tolerancia para escuchar y aceptar las opiniones de tus iguales, abogados. Vestíte de bondad, una real y sincera, para ser capaz de conocer la mayoría las reglas del juego y enfrentarte en condiciones equitativas contra los que no las conocen.
Si querés ser abogada, para ser abogado… con sinceridad te aconsejo, a seis pocos años de haber iniciado este viaje; efectivamente, como se vulgariza en los pasillos universitarios, lo difícil no es estudiar Derecho, ni cerrar pensum; y según he escuchado, tampoco las prácticas o la tesis, ni graduarte, ni ser litigante, ni juez, ni funcionario, ni tener una oficina bonita o ser parte de un bufete importante, ni ganar o perder un gran caso. Lo difícil -siempre- y después de todo es entrar a esta gloriosa carrera con los ánimos de cambiar el mundo y mientras cada año pase y ya siendo un prestigioso abogado, tener aún la nobleza de admitir que ese mundo no te ha cambiado.