Pablo Villagrán /

Notorio fue que a nadie del curso le agradó la idea de no usar el celular por 24 horas. Nuestro licenciado propuso la actividad y la clase cayó en un silencio, que sin duda habló por sí mismo. El catedrático continúo insistiendo y se vio en la necesidad de negociar las 24 horas, dividas en 12 horas diarias. Lo que  significa que después de cumplidas las 12 horas,  podíamos utilizar nuestros móviles. Esto parecía más razonable, para el grupo de jóvenes que quitarle su teléfono significaba mucho más que perder una clase en la Universidad.

Las primeras horas fueron las más fáciles. Después del cafecito mañanero silenciabas tu teléfono y luego lo guardabas en el bolsillo. En lo personal, sentí su ausencia desde que fui al trabajo, puesto que es mi reproductor de música. Sin embargo, me ayudó a salir de mi burbuja y escuché un buen programa radial. Durante mis horas laborales por momentos dejaba de importarme pero, repentinamente estaba esa necesidad de revisar mi celular. En el almuerzo incrementó aun más. Sin duda es una necesidad creada. Es una nueva adicción.

Pueden pensar  que exagero, pero no. Estamos esclavizados a nuestros móviles.

 Hay muy pocos que saben controlarlo.

En mi búsqueda por perder el tiempo, aproveché para leer para una comprobación que tenía esa tarde. Comencé a notar que esta actividad comenzaba a hacerme más consciente de lo productivo que puedo ser, si dejo de estar al pendiente de mi móvil.  Terminé mi lectura más rápido de lo esperado.

Sin embargo, en medio de mi momento productivo del día, recordé que aún tenía que enfrentarme a unas horas en la universidad sin poder utilizar mi celular. Estas fueron de las más difíciles. Realmente no sé la razón por la que usamos nuestros teléfonos con más frecuencia en la Universidad. Puede ser por evasión, porque no nos interesan las clases, porque no es importante lo que hacemos, porque mi vida social es más importante que 3 horas y media invertidos en estudios. Pero vaya que usamos el teléfono durante las clases. Cuando finalmente se completaron mis primeras 12 horas sobrio de la tecnología móvil, lo revisé. Cuando contesté un par de mensajes y llamadas, y guardé de nuevo mi teléfono, pensé: ¿Cuál era mi necesidad de revisar?

Las siguientes 12 horas sin celular fueron parecidas  aunque  menos dolorosas a las del día anterior.  Reflexionando un poco sobre el tema que tratamos en clase, me pregunto: ¿Soy adicto? ¿Soy libre? ¿El teléfono me controla o yo a él? ¿Es realmente una necesidad revisarlo constantemente? ¿Qué pasaría si dejara mi teléfono por unos días, me haría menos persona? ¿Me conecta con personas o me desconecta de la realidad?

Son preguntas que he ido contestando. Sería bueno que te las hicieras.

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