P.C.

María del Mar Leal / Brújula /

Imaginemos aquella colonia que debe adaptar y modificar su horario minuciosamente a modo de racionar el agua para bañarse, lavar ropa y preparar alimentos. Esta colonia en la cual el agua deja de llegar a cierta hora, y con suerte, hay días que se decide siquiera a llegar. A ningún vecino le agrada vivir así, y como ciudadano pudiendo ejercer sus derechos y obligaciones, se organizan colectivamente para solucionar el problema y dialogar con las autoridades pertinentes sobre el problema y buscar una respuesta.

¿Alguna vez nos hemos puesto a pensar lo que es ser un ciudadano, lo que implica y de qué manera podemos ejercer nuestros derechos y obligaciones como tales?

Muchos hablamos de participación ciudadana, pero pocos logramos realmente definirla.  La participación es la posibilidad de influir en decisiones, políticas públicas y demás proyectos estatales, ya sea individual o colectivamente. La primera se logra a través de la intervención en las actividades públicas, esta se ejerce por ejemplo cuando un individuo en particular se acerca a alguna dependencia del Estado a pedir información pública (por ejemplo, la ejecución del gasto en la construcción de una escuela pública), la fiscalización y otras más. La segunda se hace en colectividad, con los asuntos que conciernen a intereses de un grupo determinado, el ejemplo de los vecinos sin acceso a agua. Ambas tienen como finalidad influir en la toma de decisiones, al expresar sus opiniones y hacerse tomar en cuenta.

En Guatemala vivimos en un sistema democrático participativo, es decir, que los ciudadanos somos quienes elegimos a nuestros representantes y les damos parte de nuestra soberanía a través del sufragio, y es esta acción la que hace que todos los ciudadanos tengamos voz y voto en las cuestiones del Estado. Esto implica que los ciudadanos debemos participar y mantenernos informados en los temas relacionados al gobierno y al Estado.

Para lograr esto existen diferentes mecanismos que nos permiten participar activamente dentro de los temas concernientes al Estado, y ¿por qué no? temas concernientes a nosotros también. Podemos utilizar mecanismos como la auditoría social, la fiscalización, el acceso a la información, el estar enterados de los temas de coyuntura en el país, formar parte de algún movimiento o asociación y muchas más. Entonces, ¿por qué pensamos que la participación implica únicamente votar o participar en año electoral? Más de allá del conocimiento o no de los mecanismos, debe de existir esa sed en cada uno de nosotros, de saber más y conocer la manera de involucrarnos en temas que nos conciernen y nos involucran a todos –indirectamente o no-.

La participación ciudadana no implica únicamente votar, empadronarse o mantenerse informado, implica muchas cosas más de las cuales no estamos conscientes.

Una manera simple de hacerlo, como jóvenes, es preguntarles a nuestros amigos o a las personas de nuestro entorno si ya están empadronados. Es lo más simple, tan simple que a nadie se le ocurriría que es participar y lo es porque significa preocuparse porque la mayor cantidad de personas de nuestro entorno cuenten con los requisitos mínimos que les permitirán votar el próximo 2015 y estén conscientes de las personas a las que escogerán como sus representantes por los próximos 4 años. Incluso, se puede ser parte de las mesas electorales en los centros de votación, también podemos formar parte de algún movimiento u organización que se dedique a fiscalizar o crear informes sobre los gobiernos.

La participación colectiva tiene, también, sus maneras simples de hacerlo. Por ejemplo, en Mixco existe esa colonia en la que varios ciudadanos se organizaron para tratar el tema del agua y la distribución en la misma. Esto es algo que todos podemos hacer en nuestro condominio, en nuestra colonia, en nuestra universidad y demás; un lugar en el que muchas personas se organicen para influir e incidir en las decisiones y accionar juntos.  Organizarse entre jóvenes que tengamos ideales similares y crear una organización estudiantil, es también otra manera de participar en este caso, en nuestro entorno más cercano.

La participación permite que las comunidades crezcan y desarrollen valores.

Aquella comunidad que se organiza por algún problema, que les afecta a todos y logra llegar a una solución factible puede aumentar la autoestima popular, porque cuando las personas participan en temas concernientes a ellos y logran resolver los problemas existentes, generan un cambio cualitativo en comparación a lo que existía antes. Con eso las personas comienzan a recuperar la confianza y se comienzan a ver como sujetos de cambio que pueden aprender, transformar y hacen una transformación positiva.

La participación ciudadana también crea un respeto a las diferencias y logra una superación de las divisiones, porque en el momento que una comunidad se organiza y trabaja para alcanzar metas comunes, está reconociendo a las demás personas como iguales, con los mismos derechos y con las mismas necesidades que ellos.

El no participar puede traer consigo riesgos como el sentido de indiferencia y de dependencia del Estado, sentir malestar y resentimiento por los proyectos, ahondar diferencias y conflictos preexistentes y generar expectativas imposibles de cumplir, por mencionar algunas.

En lo personal, estos riesgos se dan debido a la apatía y conformismo de la ciudadanía.  Si se buscara incidir en las decisiones del Estado, muchos de los proyectos se harían conjuntamente, tomando en cuenta la opinión de los ciudadanos. La participación ciudadana -tanto individual como colectiva- implica la devolución a la comunidad de un derecho que le pertenece, abre las posibilidades de desarrollo y realización y, lo más importante, restituye a los desfavorecidos uno de los derechos humanos básicos que se les ha sido conculcado silenciosamente.

¿Qué hacemos nosotros para participar individual o colectivamente?

¿Somos indiferentes y conformistas ante nuestro entorno?  ¡No más indiferencia!

 

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