Daniela Ochaita/ Opinión/
Hace poco me topé con un poema de Mario Benedetti, qué sorpresa la mía al darme cuenta que no era de las típicas obras del uruguayo, o al menos las conocidas. No era romántico, ni pasional, ni melancólico. Era algo totalmente diferente; era un poema llamado “desinformémonos.” ¿Desinformémonos?, pensé. Cuando lo terminé de leer me di cuenta que me había dejado una sensación un poco agridulce, en lugar de ese semi-suspiro que me sale luego de leer algún buen poema o que catalogo como tal. Me subí al carro y mientras manejaba de regreso a mi casa (es el tiempo que uso para hablar conmigo), pensaba: ¿me gustó o no me gustó? ¿Por qué me había dejado pensando tanto? ¿A qué se refería con “desinformarse”?
Desinformémonos hermanos
Tan objetivamente como podamos
desinformémonos con unción
y sobre todo
con disciplina
que, espléndido que tus vastas praderas
patriota del poder
sean efectivamente productivas
desinformémonos
qué lindo que tu riqueza no nos empobrezca
y tu dádiva llueva sobre nosotros pecadores
qué bueno que se anuncie tiempo seco
desinformémonos
proclamemos al mundo la mentidad y la verdira
Aunque Benedetti escribió este poema hace unos 50 años, parece que la idea todavía hace ruido en pleno siglo XXI. Buscando en internet, encontré que incluso existe una revista latinoamericana inspirada en dicho poema. Mientras tanto, me seguía preguntando: si vivimos en una época de información, ¿cómo se nos vende la idea? ¿quién querría desinformarse? Creo que la cuestión no va por esa línea, creo que la idea de Benedetti no es “desinformarse” de forma literal. En la calle, en la casa, en la “U”, en el trabajo, en todas partes nos encontramos constantemente bombardeados por información. Somos obligados a permearla y actuar con ella. En general, nos han enseñado que al hacer “clic” a varios botones podemos encontrar información de TODO tipo, pero no solo eso es informarse. Las campañas publicitarias también nos bombardean con ideas nuevas, con modas nuevas, con formas nuevas, conceptos sociales a los que adaptarse, con maneras de actuar, pensar y vivir. Y no, por favor, no quiero que mi idea se tome como una crítica a la forma de vida “informada” que lleva la juventud, quiero más bien cuestionar: ¿qué tan bien informados estamos?
Desinformémonos
nuestro salario bandoneón se desarruga
y si se encoge eructa quedamente
como un batracio demócrata y saciado
Desinformémonos y basta
de pedir pan y techo para el mísero
ya que sabemos que el pan engorda
y que soñando al raso
se entonan los pulmones
desinformémonos y basta
de paros antihigiénicos que provocan
erisipelas y redundancias en los discursos del mismísimo
Siempre se habla de la importancia de estar informados, hasta hace poco, y de forma personal, no cuestionaba esta idea, me parecía completamente válida, estaba convencida que la información era una fuente útil para darnos cuenta de nuestra realidad, de penetrar en ella y actuar sobre ella. Lo que no había considerado es que tal vez estamos tan inmersos en la “era de la información” que ya no nos informamos, más bien estamos desinformados. Nos ocupan, estamos tan ocupados en redes sociales, televisión…en los tantos medios de comunicación, y con las personas que nos rodean, que no tenemos tiempo para desinformarnos. Claro, no estoy diciendo que tenemos que saber “todo de todo”. Pero sí deberíamos preocuparnos por cuestionar qué nos enseñan, lo que nos dicen y sobre todo, lo que no. Porque informarse sin crítica se vuelve tan absurdo como no informarse.
Basta de huelgas infecto contagiosas
cuya razón es la desidia
tan subversiva como fétida
garanticemos de una vez por todas
que el hijo del patrón gane su pan
con el sudor de nuestra pereza
Desinformémonos
pero también desinformemos
verbigracia
tiranos no tembléis
por qué temer al pueblo
si queda a mano el delirium tremens
gustad sin pánico vuestro scotch
y dadnos la cocacola nuestra de cada día
desinformémonos
pero también desinformemos
amemos al prójimo oligarca
como a nosotros laburantes
Te enseñan a informarte pero no a filtrar ni a cuestionar. Creemos ser una generación global y sabemos lo que pasa a miles de kilómetros de nuestros hogares, pero sabemos poco de la realidad rural del país. ¿Cómo aprender a informarme? ¿Habrá que leer entre líneas? Creo que lo que saco de esta reflexión es que desinformarme es aceptar que no todo lo que sé me sirve y no todo lo que me sirve lo sé. Desinformarme es exigir información responsable a nuestros medios de comunicación, es estar consciente que la “verdad” es un tema de debate y no de dogma. Desinformarme es saber sobre la importancia de estar bien informada pero cuestionar qué clase de información absorbemos. En fin, aprender a desinformarnos de tanta desinformación. Creo que al final más que desinformarnos es aprender a re-informarnos.
Desinformémonos hermanos
hasta que el cuerpo aguante
y cuando ya no aguante
entonces decidámonos
carajo, decidámonos
y revolucionémonos.