José Rodolfo Ruiz / Corresponsal /
“¿Sos cuate de ese hueco?”, me reprochó recientemente un amigo después de verme saludar a un conocido.
Le respondí que sí sin ninguna vergüenza, aunque esa tolerancia y aceptación es un comportamiento relativamente reciente en mí. Durante mis años de colegio, específicamente en un colegio católico de hombres en medio de una sociedad machista y homofóbica, yo también discriminaba a otros hombres por ser diferentes. “Diferentes”. Así es como los llamamos por ser políticamente correctos de la misma forma que hay personas que dicen “inditos” por querer decir “indios” sin hacerlo sonar ofensivo. ¿Pero qué hay realmente de diferente en ellos?
Hueco, marica y marimacha; términos que usualmente utilizamos para referirnos a personas que tienen una orientación sexual diferente a la heterosexual, generalmente con una connotación despectiva. Buscando razones a la discriminación que mantenemos hacia esas personas, es claro que todo empieza con el hecho de que no se atienen a los roles de género que la sociedad asigna como parte de una tradición milenaria y que demuestra una gran influencia religiosa. Además, todos sabemos que el uso de estos términos no termina con ser solo una forma de denominar a personas homosexuales, sino que también lo utilizamos como un insulto a otros. ¿Y por qué nos ofendemos si nos llaman así? En el fondo es tan ridículo como sentirme ofendido porque mi nombre es José y alguien me llame Roberto. Sin embargo, la mayoría de las personas a quienes les pregunté si dichos términos les ofendían respondieron que la ofensa estaba relacionada con la intencionalidad, no con la palabra en sí.
Pero no basta con discriminarlos por no atenerse a lo que la sociedad espera de ellos. Al igual que con cualquier otro grupo, los pintamos con estereotipos. Es por eso que pregunté a conocidos cómo se imaginan a un hombre homosexual, y en resumen los consideran afeminados, bien vestidos, débiles, emotivos y delicados; usan un tono de voz femenino y son buenos amigos de las mujeres. Para las mujeres homosexuales, las respuestas se centraron en que son masculinas, de pelo corto, ropa floja, usan botas o zapatos de hombre, no usan maquillaje y son bastante toscas, en general. Adicionalmente, existe la creencia de que la comunidad homosexual es más promiscua que la comunidad heterosexual. Cabe destacar que existe una diferencia entre la idealización de la mujer homosexual por el morbo masculino, y la mujer homosexual que los hombres esperan encontrar en la calle.
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De la homosexualidad, muchos creen que es antinatural, una enfermedad mental, e incluso una perversión. Sin embargo, estudios realizados alrededor de 1950 por el biólogo Alfred C. Kinsey pusieron en duda la supuesta monosexualidad, declarando que todas las personas se ubicaban en distintos grados dentro de su escala (Escala de Kinsey) en distintos períodos de su vida. En esta escala el grado 0 es completamente heterosexual, 3 es completamente bisexual, y 6 completamente homosexual, con los grados intermedios siendo tendencias mezcladas. Debo mencionar que los colegas de Kinsey agregaron el séptimo grado posteriormente a su muerte, denominado “x”, que significa completamente asexual. El Informe Kinsey es el estudio más conocido y controversial sobre sexualidad humana.
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¿Y no vale la pena escuchar también qué piensan quienes están del otro lado?
¿Podés imaginar crecer sintiéndote mal y llegando a odiarte a vos mismo porque te enseñaron que si sos hombre te deben gustar las mujeres y viceversa, pero ese simplemente no es tu caso? ¿Podés imaginar tratar de ocultar quién sos y odiarte por ello hasta que finalmente llegás a aceptarlo? Muchos me afirmaron que el primer paso es aceptarlo para sí mismos y después a los demás, siendo más difícil “salir del closet” frente a la familia. Si te parece poco, después de eso te toca enfrentar la discriminación y volverte parte de un grupo marginado por gran parte de la sociedad. Eso, por supuesto, si es que no querés vivir una vida de secretos y mentiras tanto frente al mundo como a vos mismo.
El proceso no es muy diferente para quienes son bisexuales puesto que a pesar que sienten una atracción hacia el sexo opuesto, les confunde inicialmente la atracción hacia personas del mismo sexo. Hay poco que pueda yo agregar que no sea bien conocido, pero no ser heterosexual no es fácil en nuestra sociedad. En palabras de un amigo: “ser homosexual no es algo que se escoge; no es una opción, es algo que sos y no podés cambiar”.
Sin embargo, aunque no existe una aceptación hacia la homosexualidad o bisexualidad en las mujeres,
sí existen ciertos factores de morbo que lo vuelven un atractivo para los hombres.
Es por ese morbo que una amiga me comentó que no le gusta mencionar su bisexualidad al salir con hombres, argumentando que “…rápido cambia la onda y ya solo se les ocurre meterte a hacer un trío o esperar que te agarrés con otra chava”. Ella no duda que ese morbo es en gran parte resultado de las fantasías pornográficas, y es algo que considera un obstáculo al buscar establecer una relación seria.
En contraste, las demostraciones públicas de afecto entre hombres no son tan celebradas.
En vez de eso, son consideradas como algo desagradable y perverso. Es por eso que parejas de hombres homosexuales generalmente actúan como dos amigos, sin ninguna demostración de afecto al estar en público. El hecho es suficiente para enfurecer a un amigo, a quien creo vale la pena citar por la intensidad de sus palabras al decir que:
“Me parece hipocresía insultarme con una mano mientras a escondidas se masturban con la otra viendo lesbianismo.”
En cuanto a la idea de que la comunidad homosexual es promiscua, no logré llegar a una conclusión ya que fue tan frecuente escuchar sobre orgías e infidelidades como lo fueron las respuestas de encontrar parejas ideales y fieles. Independientemente de cómo se lleve a cabo la actividad sexual en la comunidad gay debemos preguntarnos, ¿qué tan fieles somos los heterosexuales? ¿Qué tan precavidos somos en nuestros actos sexuales? Yo no creo en la fidelidad como algo natural, pero creo que es un compromiso implícito en la mayoría de las relaciones y por lo tanto se debe respetar como tal. Adicionalmente, no estoy en contra de la mal vista promiscuidad, puesto que creo que el cuerpo es nuestro y no lo tenemos prestado, y eso nos permite la libertad de obrar con él como deseemos siempre y cuando tomemos las precauciones salubres para no dañar a otros, por supuesto.
También he escuchado varias veces que “pareciera que ahora hay más huecos y lesbianas”…
Basado en lo que mencionan generaciones anteriores, podría parecer que es una tendencia creciente puesto que son vistos con más frecuencia en lugares públicos y mostrando su verdadera identidad. Personalmente, me parece que no ha sido la proporción lo que ha aumentado, sino que fue la forma de ver la diversidad de orientación sexual lo que cambió con el tiempo, por pequeños que hayan sido sus avances. Aplaudo por eso a quienes tienen el valor de aceptarse a sí mismos por quiénes son y no por quién la sociedad quiere que sean. Con suerte, algún día se harán campañas de concientización hacia la diversidad de orientación sexual como en momentos anteriores las ha habido hacia el racismo y el sexismo, permitiendo así eliminar las limitantes que les son impuestas en el campo laboral, social y legal.
No voy a mentir diciendo que no me impresiona ver parejas homosexuales, bisexuales, travestis o transexuales en la calle, pero el impacto no es porque esté en contra, sino porque no estoy acostumbrado y mantener una mente abierta a las distintas preferencias aún es algo nuevo para mí. Tener familia y amigos que no son heterosexuales me ha ayudado a cambiar mi perspectiva del asunto, pero aún me falta. Mi aceptación hacia conocidos de aprecio no fue algo que nació instantáneamente. Por supuesto, yo venía de ser homofóbico a repentinamente notar que me encuentro rodeado de personas “diferentes”. Pude aceptarlo cuando salí del encierro mental y caí en cuenta de lo obvio: ya lo eran cuando los conocí, y lo que es más importante, no han dejado de ser las mismas grandes personas a quienes yo ya apreciaba tanto. No es nada fuera de este mundo, pero caer en cuenta de esto al punto de interiorizarlo ayuda mucho para conseguir aceptar y tolerar.
No sé qué pensarás vos, pero antes de que te encerrés en la misma burbuja de rechazo y tomés actitudes de intolerancia, considerá esas viejas palabras que dicen que el mundo podría ser un mejor lugar si tan solo las mentes cerradas también cerraran la boca.
Fotografía obtenida: http://colsinve