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Juan Pablo Romero / Opinión /

Un pie en la calle

No voy a validar un sistema que no funciona.

Hace unos meses mi postura era votar nulo, no para ayudar a ningún nefasto candidato a llegar al poder, sino por dignidad, moral y coherencia, a partir de mi función social. Sin embargo, debido a la evidente descomposición del sistema y el nefasto nivel de partidos políticos, decidí no ser partícipe ni validar sistemas que permiten que, delincuentes de la talla de la organización criminal de la línea, liderados por el mero mero y la gruesa, lleguen al poder.

Votar es un derecho, no lo veo como una obligación, menos en esta coyuntura. No hace falta que un Tribunal Supremo Electoral que no tiene el valor de cumplir su función y poderes malignos que ni siquiera se conocen y que utilizan a otros partidos de cartón para seguir haciendo campaña, nos vengan a decir cosas como: ¡Tu voto cuenta! ¡Votar nulo te anula! Pero ¿Y si no queremos? No pueden, aunque así lo pretendan, hacernos sentir irresponsables ni malas ciudadanas o ciudadanos con esas expresiones mediáticas, que solo a un pueblo desinformado y condicionado impactan e influyen a seguir la falsa imagen de nacionalismo, retrógrado y tibio, que solo sirve para asegurar que los partidos políticos actuales sigan haciendo sus negocios, recuperando el dinero en los votos que obtengan; escudados en la falacia de que votar es la única vía para ser “ciudadanas y ciudadanos responsables”.

No estoy de acuerdo con que sea la única y, si así fuera, es urgente reformarla para que sea justa, transparente y eficaz; de lo contrario es tan jodida como tener que soportar la “falsa moral” de los grupos “santurrones” que a puro tubo quieren, o votar por el menos peor o votar por los partidos pequeños, aunque no sepan ni quiénes son.

No me siento culpable y puedo sustentar mi decisión en todo sentido, principalmente desde mi responsabilidad adquirida como servidor comunitario, en espacios donde reconstruimos diariamente procesos y fortalecemos las bases de nuevos modelos de organización que deben ser asumidos con valor, honestidad, responsabilidad y honor para servir a la patria.

No votar ahora, es una de las vías para amonestar, desaprobar y corregir todo lo que nos hace daño y nos da vergüenza; para demostrar que no estamos obligados a apoyar sistemas corruptos que debilitan nuestra germinante democracia y la ensucian, contaminan y condicionan.

Quede quien quede, desde su primer día, estaremos en las calles, exigiendo su renuncia. Ahora más que nunca, un pie en la calle y el otro en la organización. Yo no me presto para ser parte de un sistema que me oprime, invisibiliza, utiliza, manipula y roba ¿y vos?

**Esta columna recibió respuesta por parte de Gabriel Reyes con Nos olvidamos de las transiciones institucionales…

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