Lisa Marroquín/ 

Te conocí para desconocerme,

Me dijiste que hay que encontrarle sentido a la vida. Que existir requiere tener un propósito más allá que dejar que el tiempo se lleve la vida consigo. Tantas veces aludí yo al “destino”, cosa que está fuera de nuestras manos, y me enseñaste que el destino se construye, no se espera.

Me dijiste que la vida no se detiene, incluso cuando recibes el golpe más fuerte, que te deja sin aliento tumbado en el suelo. Que la fortaleza no es una cualidad, sino una decisión. Y que ese golpe, que en unos segundos te hace sentir abatido, no es más que la oportunidad de levantarte con valor.

Me dijiste que la vida hay que verla con otros ojos, un par que te permita apreciar la belleza de lo mínimo. Que no está de más pensar en grande, pero no “soñando” con ello, sino visualizando el futuro.

Y que solo existe libertad al sentirte lleno contigo mismo.

Me pintaste el tiempo como inmediato, efímero y eterno. Que cada segundo que pasa ves la vida transcurrir delante de tus ojos, como un reloj de arena que agota el tiempo medido para después volver a comenzar. Y que pidiera desiertos enteros, para poder usar cada granito de arena como la oportunidad de trascender en el tiempo.

Pero no me dijiste que ese sentido que buscamos se pierde con las palabras, ni que llegar a cumplir nuestro propósito requiere parte de la vida para descifrarlo. No me dijiste que a veces el destino te construye a ti, y que eres el resultado de lo que no elegiste.

No me dijiste que recibiría más golpes y tumbadas, y que levantarme del suelo sería más difícil de lo que pensaba. No me dijiste que llegar a ser fuerte se consigue a costa de quebrarte, y que esa fragilidad no la decidimos.

No me dijiste que el resto percibe la vida con otros ojos, unos que son incapaces de romper sus limitaciones. No dijiste que los sueños costaban más que un par de noches e ilusiones, y que el futuro está cada vez más cercano de lo que esperaba. No me dijiste que habría personas que cortarían mis alas, así como cortaron las suyas junto con su libertad.

Y, ahora que te desconozco comienzo a conocerme al fin,

Comprendí lo que trataste de decirme todo el tiempo. El mensaje de cuán efímera es la vida, inmensurable el peso del tiempo sobre la misma, consumiendo todo a su paso. La visión que tardé en lograr ver, la fuerza que el tiempo me regaló. La libertad con la que existo, y el poder de tenerla sin dejar que nadie corte mis alas.

Entender que no se trata de un día más sino un día menos. De un grano de arena que agotamos y dejamos al tiempo, de un segundo perdido; de una vida para vivir en el presente y no de un presente perdido imaginando una vida en el futuro.

Entender que nos aferramos al futuro, y perdemos lo único que de verdad tenemos, el presente.

Y, ahora se que hoy el presente soy yo.

Compartir