Desde que estudio psicología, he sabido que los ciclos de la violencia y/o cualquier dificultad psicológica se vuelven a repetir y que implica mucho trabajo para que estos se logren cerrar. Pero cuando se ha tratado de mí, ha sido difícil ver la solución tan de cerca.
Es increíble que mi madre haya aguantado tanto y que no se haya ido, dándonos así a toda mi familia la oportunidad de experimentar una vida llena de incertidumbre, pero al mismo tiempo, dolor físico y emocional. Y no la culpo, ella actuó bajo el mismo ciclo de violencia, como le sucede tanto a mujeres como a hombres. Es tan complejo el tema y aún más, las soluciones para salir de ello.
Y luego comienza a suceder con tus hermanos y familia cercana y dices: ¿Cómo es posible que exista de nuevo? Que te topes con personas fuera de la familia que te hagan lo mismo, y que tus propios padres te digan que es algo que Dios nos manda para que lleguemos a gozar del Reino de Dios. Cuestiones así son las que me hacen sentir menos creyente y enfadado con Dios y la gente que cree en eso.
Aunque no lo quieras para tu vida y sepas que eso está muy mal, existe la gran probabilidad que experimentes el ciclo de violencia con tu pareja o con un amigo a quien estimas mucho y a quien hayas dado lo que tenías, lo que sientes y piensas.
Y es que como ser humano y profesional entiendo que todos tenemos distintas formas de reaccionar, pero me queda claro que cuando esta reacción atenta contra mi integridad, no es una amistad o en caso de los novios o esposos, una relación sana. Se pueden tener problemas interpersonales y conversaciones para arreglar la situación, pero llegar al hecho por ejemplo de ponerte las manos en el cuello y cortarte la respiración y pegarte, es lo último que toca para salir de esa amistad.
Luego que mi amigo me lastimó, solo pude tocar mi cuello y piel.
No creía lo que había sucedido, solo recordaba haber tratado de quitar sus manos sobre mí mientras pensaba que moriría. Solo más tarde pude darme cuenta de que más allá del dolor físico en mi cuerpo, lo que me había dolido mucho más, había sido el hecho de rogar por mi vida a alguien a quien consideraba que me cuidaba.
Y es tan sorprendente, vergonzoso y doloroso el tema porque luego me di cuenta de que las etapas del ciclo de violencia me salían tan natural: al inicio sintiéndome triste porque me había pegado alguien con quien había compartido amistad, intimidad personal, comida y tiempo de calidad; luego avergonzado de que me hubiese sucedido a mí. Después me sentí enojado, con ganas de pegarle, aún cuando yo era pequeño de tamaño y musculatura; y después culpable por lo sucedido, tratando así de tener contacto con él para que me perdonara.
Pero una vez vivida estas etapas y aunque muy triste, me empoderé (y lo continúo haciendo) para dejar de tener contacto con él y trabajar conmigo mismo sobre mis sentimientos y pensamientos, sobre mi propia estima, pero también sobre las cosas que pude haber hecho para que él reaccionara así; y por sobre todo, el respeto que merezco. Puedo encontrar muchas respuestas a mis interrogantes o quedarme con la incertidumbre del porqué sucedió. Sin embargo, lo que sí es cierto es que no podía quedarme con una persona que me lastimara de tal forma.
Porque cuando el respeto se pierde, ni el amor logra mantener la confianza y cariño entre ambos.
Y es que mi caso no se puede comparar tampoco con el de personas que viven en el mismo techo o con quienes por alguna circunstancia no pueden salir de esa relación, pero sí lo puedo comparar con el de mi familia en donde pasé malas experiencias y/o en los casos en general donde existe una carga emocional alta y además ha estado en peligro la propia vida.
Y sí, aunque sea consciente de todo lo anterior, no puedo dejar de sentirme triste mientras escribo esto. Pero estoy seguro que la vida nos pone a las personas necesarias para que aprendamos y ¿quién sabe? Quizás también para que no suceda algo mucho peor en el futuro… y es que agradezco también al tiempo que ha ido curando las heridas y que me ha hecho ver hasta este momento de que siento aún mucho cariño hacia mi amigo y que si él es feliz, yo también lo estaré por él.