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Pamela Áviles/ Opinión/

“La primer crisis del cuarto de vida” se titula un pequeño artículo que despertó un gran temor en mí mientras lo leía. Este, se dirige a todos aquellos que tenemos “veintitantos” y que nos encontramos en esa transición que nos lleva a aquello que “dicen son los cimientos de nuestro futuro”.  No pude resistir  preguntarme: ¿qué será de mi futuro? Y así, inmediatamente un frío invadió mi cuerpo y volví a cuestionarme, ¿futuro? ¿En Guatemala? Fue tanto mi miedo que decidí investigar un poco más al respecto.

Resulta pues, que en Guatemala no existen los registros adecuados para saber cuántos jóvenes nos graduamos de la universidad. Sin embargo,  una investigación realizada por elPeriódico determinó que en Guatemala la cobertura de educación a este nivel es de 12 de cada 100 individuos. Claro que este dato no determina cuántos de este 12%,  llegan a graduarse. Ahora bien, asumiendo que en Guatemala existen al menos 15 millones de habitantes –y hago un cálculo porque tampoco gozamos de un censo actualizado–, solo 1.8 millones de personas adquieren un nivel académico a nivel universitario. Escandaloso ¿no? Pero ¡no! Aún no hay que perder la calma, ya que lo más alarmante de todo es que a pesar de tener el privilegio de poder ser de este 1.8 millones de universitarios, nosotros en verdad ¡tenemos miedo a graduarnos! ¿Por qué? Bueno, pues es en verdad muy simple: competimos con muchos por muy poco.

De acuerdo con una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Estadísitica (INE), para el año 2013, el 35.8% de la población de 15 años en adelante llevaba más de 15 semanas buscando empleo. Esto es verdaderamente escandaloso. Ya que el calculado 12% de la población que posee  una educación universitaria, debe “enlistarse” en la búsqueda de empleo debido a la existencia de  un 35% que sigue buscando empleo. Después de esta pequeña y muy sencilla investigación, mis niveles de miedo aumentaron asombrosamente. Me cuestiono, si para el 2013 el 35% ha buscado trabajo por más de 15 semanas, ¿Qué me espera a mí? ¿Cuánto tendré que esperar? Claro, es oportuno reconocerle al gobierno el que han creado políticas dirigidas a la creación de empleos ya que para el 2013 de acuerdo a la Agencia Guatemalteca de Noticias (AGN), el gobierno de Pérez Molina generó  al menos 50,000 puestos de trabajo. Sin embargo, estos 50,000 puestos no satisfacen la demanda de puestos laborales existentes en Guatemala. Y debo agregar, que los puestos laborales suelen tener un salario para subsistir; lo que desincentiva y nos preocupa altamente a nosotros los universitarios, quienes con gran ilusión nos inscribimos en una universidad y soñamos con un futuro. ¡Sí!, un futuro incierto.

Y es que no podemos resistir ese espíritu joven que nos seduce a confiar en el porvenir de la vida, en que debemos “vestirnos para el trabajo que queremos”, y que ante todo debemos sembrar el día de hoy lo que queremos cosechar mañana. Pero la realidad social, económica y política guatemalteca, no deja  que el joven sueñe, más bien lo preocupa. Graduarnos entonces, se convierte en una fiesta que se acaba temprano, porque esos “veintitantos” años que trabajamos por nuestra tan deseada libertad e independencia económica, se convierte en una espera de “más de 15 semanas” y lo que es peor: con un salario para sobrevivir el día a día. Porque esa ilusión, termina en frustración; y ese deseo, se convierte en desesperación.

Nuestra  esperanza, se convierte en nuestro único motivo para desear lo que queda por desear: dejar de ser ese 35% de la población que sigue buscando trabajo.

Creo pues, que no es mi voz la única que pide que se mejore la situación del desempleo en Guatemala. No soy solo yo y el restante 1.8 millones que tenemos el privilegio de ir a la universidad, quienes tenemos miedo a salir al mundo laboral, el cual es altamente deficiente. Somos los jóvenes los que poseemos ese espíritu de cambio y mejora, a quienes nos aterra dejar de depender de nuestros padres. Es curioso considerar que en Estados Unidos es al cumplir los 18 años o más, que los jóvenes son capaces de independizarse, no solo por el deseo que es propio de cualquier jóven, sino también porque esta país les ofrece plataformas de empleo y consecuentemente de calidad de vida en el modus vivendi del diario vivir. Por el contrario aquí en Guatemala los jóvenes, no nos independizamos si no es por una sencilla razón: “mama, papa, decidí que voy a casarme”. Siendo aún más impactante considerar que la mayoría de estas parejas recién casadas viven por un tiempo con sus padres; y esto lo debemos a la falta de estructuras y coyunturas sociales que permitan la generación y acceso a los empleos.

Todos los que aún no hemos entrado al mercado laboral, tenemos miedo a enfrentarnos a este, porque más allá de no ser correspondidos, nosotros jóvenes deseamos mantener nuestra curiosidad viva, conociendo lo que en la universidad no se puede enseñar.

Necesitamos experiencia, y nadie quiere dárnosla, porque como ya dije: competimos con muchos por muy poco.

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