Es un domingo por la mañana en un mercado en la ciudad de Guatemala. Una señora se encuentra con un canasto vendiendo mangos, está embarazada y parece que está próxima a dar a luz, además tiene una niña a su lado, . En el puesto de enfrente se encuentra don José. Su puesto esta siempre lleno de compradores, quizá por la variedad y su amabilidad, seguramente tiene una familia a la que debe apoyar económicamente. Otro vendedor es un joven vendiendo aguacates, parece que nadie le compra. Bien podría estar en otra actividad, pero permanece en su pequeño puesto ganándose la vida honradamente.
Mientras observo a los compradores regatear, me puse a pensar en los costos que implica el cosechar esas frutas y verduras, en las personas que lo siembran, en el traslado del campo a la ciudad y de cuanto pierden los vendedores por rebajar sus productos. ¿Es suficiente la ganancia por producto comparada con lo necesario para vivir y cubrir sus necesidades diarias? Entonces me pregunté, ¿qué impacto tiene regatear?
Regatear es la frase que usamos para la acción de persuadir al vendedor de un producto o mercancía para que baje su precio, cuando no se llega a un consenso no se lleva a cabo la compra/venta.
Porque el que compra presiona para bajar el precio y el que vende por miedo a no venderlo cede.
Se repite la escena varias veces. Me quedo observando en varios puestos, casi nadie paga sin intentar lograr una rebaja.
Después de tanto insistir el vendedor dice:
-Lléveselo pues…
Hablando con alguien sobre el tema me dijo: ¿Acaso si ellos no pudieran darlo a ese precio, no te lo venderían así? Tiene sentido. Sin embargo, considero que precisamente en el mercado donde los productos son perecederos, donde las frutas y verduras rápidamente se dañan, el vendedor prefiere darlos a un más bajo precio por miedo a perderlo.
Guatemala un país en el que el sector económico más grande es la agricultura, en donde la mayor parte del comercio es informal, donde los precios de la canasta básica suben y la canasta básica ampliada supera por mucho al salario mínimo. Donde pareciera qué quien no sabe regatear es mal comprador.
El regateo es una práctica dañina para el comerciante porque le crea incertidumbre económica y afecta su presupuesto familiar. El regateo puede interpretarse como desvalorizar el producto y la mano de obra invertida en su producción.
Cuando compramos un producto esperamos que sea de buena calidad, y viéndolo desde el lado el vendedor él espera que paguemos lo justo por esa buena calidad.
El pagar el precio justo garantiza a las personas que tengan acceso a sus necesidades básicas, y alienta el trabajo digno y honrado.
La mayoría de producto en los mercados proviene de la agricultura que suele ser un trabajo agotador, y mal remunerado. El cambio de clima afecta las cosechas constantemente, en algunos lugares deja de llover y en otros llueve demasiado. En ambos casos daña las cosechas. Esto repercute en el precio final de los productos, que cambian constantemente dependiendo de la temporada y el clima, dependiendo de la oferta y la demanda.
El estar consiente de todos los factores que intervienen en la cosecha, venta, traslado y reventa de estos productos nos hacen entender los gastos que implica. El impacto incluye en primer caso a la persona que los vende en el mercado, pero también alcanza al productor y al campesino que la cultiva.
En esta sociedad donde el libre mercado prevalece, sí en un puesto alguien cede demasiado a la rebaja, los demás vendedores del mismo producto se ven en la necesidad de competir y bajar también sus precios.
El regateo en este caso afecta los precios ya impuestos por el mercado.
Esta práctica va más allá de cuanto más tenemos que pagar, tiene un impacto profundo en la economía, especialmente en el hogar de miles de guatemaltecos que se levantan temprano a sembrar y a los que asisten a vender en su mercado local. Y, es que cuando regateamos nos estamos aprovechando de la mínima ganancia que al vendedor le queda. Se puede estar feliz por haber ahorrado algo en la compra, pero quizá el vendedor siga preocupado por pagar sus cuentas. Regatear o no es una decisión personal, sin embargo, vale la pena analizar el impacto que conlleva. Por la resignificación del trabajo justo vale la pena pagar lo que es debido.