Flor Estrada/Colaboración
El pasado 8 de marzo por la mañana así lo creí, quizá finalmente tocamos fondo. Quizás no, quizás aún puede suceder en este país algo peor que la muerte de 40 niñas calcinadas en un “hogar seguro” bajo la responsabilidad del Estado. Muerte seguida de una “vida” de violaciones, abusos, abandonos, explotaciones, maltratos, problemas mentales, entre muchos otros sufrimientos que estas adolescentes vivieron previo a su muerte a manos de una institución que “perdió las llaves” donde estaban encerradas al momento de que el cuarto se incendiase.
Porque vivimos bajo la responsabilidad de un ente dirigido por un presidente incompetente, y más que nada ausente. Porque ese problema no es únicamente la muerte de más de 40 niñas en un hogar cuyo propósito era cuidar de los niños que aquí habitaban. Los problemas de esta institución remontan a mucho tiempo atrás, desde, incluso, la creación del mismo. Los responsables sin embargo son varios:
Es culpa del Gobierno, claro, por no crear las políticas adecuadas para que un lugar en el que menores de edad delincuentes, menores de edad con problemas psiquiátricos, menores de edad con problemas intrafamiliares o menores de edad abandonados se mezclen. Porque esta entidad era una sopa, en la que niños y adolescentes de distintas realidades son mezclados sin ver las repercusiones que esto tiene y más que nada, porque no se crean políticas para tratar a cada uno de ellos de manera adecuada.
También es culpa de las propias familias de estos niños, claro, si por eso mismo se encontraban en dicho hogar, para estar “seguros” ya que su casa no lo era, y por dicha razón fueron recogidos de sus familias, vaya seguridad. Es culpa de la Secretaria de Bienestar Social, encargada directa del Estado de esta institución, encargada también de contratar al personal incompetente que dentro de estas instalaciones labora. Personal que tampoco se puede diferenciar mucho de enfermos mentales, personal que maltrataba, prostituía y abusaba tanto física como sexualmente de estos menores.
Pero la responsabilidad de todo este grupo viene un poco tarde, luego de haber cobrado la vida de 40 menores, vidas que no se recuperarán.
Ahora lo importante es observar qué sucede en este hogar. Porque la noticia claro que causó revuelo, pero el hogar sigue funcionando, probablemente con el mismo personal incompetente, bajo las mismas políticas que mezclan a todo tipo de adolescentes y niños, cometiéndose las mismas atrocidades que se vivían aquí antes del terrible incidente, personal que seguirá cometiendo abusos contra los menores mientras se les permita hacerlo.
Pero tampoco nos limpiemos las manos, le atribuimos a un Estado que ha sido incompetente por tantos años una infinidad de tareas con las cuales no se da abasto. Y no es que justifique la acción por la cantidad de tareas, al contrario, los condeno, pero la solución no creo que sea volver a darle la vida de menores para que administre de la manera que mejor crea estos lugares. Tenemos un Estado que es incapaz de realizar las tareas más simples tales como brindar justicia a sus ciudadanos, hacer valer los derechos, entre las más básicas. ¿Cómo pretendemos que logren realizar más tareas si no logran cumplir ni con su tarea principal?
Lo que queda ahora es velar no solo por este hogar, sino por todas estas instituciones manejadas por el Estado en las cuales se viven injusticias día con día, pero que son invisibles a nuestros ojos, principalmente porque vivimos encerrados en una burbuja en la cual únicamente importamos nosotros, por más que lo neguemos día con día. Lo único que espero es que la realidad de estas instituciones cambie, que este incidente sí haya sido lo suficientemente grande para hacer reaccionar a los responsables y a nosotros también. Únicamente espero que toquemos fondo, de una vez por todas, porque al tocar fondo lo único que nos queda es ir hacia arriba.