Carlos Morales/ Corresponsal/
Cuando se menciona la palabra estudios, rápidamente se nos viene a la mente ideas como progreso, un futuro mejor, educación y un sinfín de sinónimos que nos auguran mucho bienestar.
De la mano de esta palabra, una segunda que comunmente escuchamos es trabajo; dicha palabra es consecuencia en gran medida del grado de estudios que se tengan o puede ser complementario. Lamentablemente la disyuntiva existe cuando se mezclan ambos, dichas actividades dan opción a que las personas involucradas se superen de manera personal y profesional.
Muchas veces las vivencias que se originan en un ámbito laboral, difícilmente las podemos observar en la teoría. El trabajo generalmente absorbe a las personas y el dinero que se devenga del mismo a veces tiene un mayor peso que lo que puede llegar a ser una carrera universitaria.
Sin embargo, cuando ya se tienen niveles de estudios un poco más avanzados, es posible que se encuentre un mejor empleo y que los conocimientos adquiridos en el aula sean complementarios a la práctica profesional que se ejerza en ese momento.
Como estudiantes y trabajadores al mismo tiempo, muchas personas subestiman el valor tan importante que es en esta época obtener un título universitario y no solo quedarse allí. Constantemente cada ámbito de estudio está evolucionando y con él las personas que ejercen el mismo, lo cual va creando una competencia laboral y educativa más compleja.
Por eso quiero dejar sobre la mesa la siguiente interrogante:
¿Es de sabios tomar la decisión de ser desertor de la universidad, colegio o cualquier ámbito educativo en detrimento de un trabajo, que de momento está sufragando todos los gastos personales, y a veces familiares?
Imagen: Transactel