José Rodolfo Ruiz/ Corresponsal/
El fanatismo deportivo es un fenómeno que se manifiesta en la mayoría de sociedades actuales como algo cotidiano y de poca importancia. Muchas veces los aficionados llegan a conocer a profundidad la historia de equipos ajenos a su nación más allá de lo que saben de su propia cultura, y conocen tan bien a los jugadores como a sus mismos amigos. En términos generales, es una pasión que no impide la rutina normal de las personas, pero hay quienes la llevan al extremo y alteran su vida en diferentes niveles.
Según el licenciado Enrique Campán Chan del Departamento de Psicología de la Universidad Rafael Landívar, “una adicción es un trastorno que altera cualquiera de los niveles de vida ordinarios que puede ser psicológico u orgánico.” Los niveles de vida a los que se refiere son: físico, emocional, económico, cultural, y jurídico. Resalta que “se habla de adicción cuando la persona se distrae en alguno de estos niveles por atender una práctica adictiva psicológica o física”.
La base de toda adicción está en el núcleo accumbens del cerebro, en donde se atribuyen las funciones de recompensa, risa, miedo y el placer. La lógica es muy simple: todo aquello que nos causa placer es percibido como algo positivo para el organismo y el sistema de autorecompensa del cerebro produce serotonina y dopamina, los neurotransmisores encargados de la sensación de bienestar.
El licenciado Campán menciona que existen adicciones que se consideran como primarias: al tabaco, al alcohol, al sexo. Sin embargo, existen otros tipos de adicciones como la dependencia a la electrónica, en donde el individuo siente placer a través de la interacción virtual con otras personas (la recepción de mensajes libera serotonina) o al involucrarse en un videojuego. Además, agrega que las adicciones también pueden ser ambientales, como en el caso del fútbol, en donde la persona recibe la sensación de bienestar por medio de los goles.
“El deporte a través de la historia ha cumplido una función recreativa pero también de dispersión, de tipo político, social, económico, y hasta religiosa. Por ejemplo, algunos grupos tribales horticultores en África se golpean fuertemente en el pecho con la mano abierta para ver quién aguanta más, o meten la mano en un enjambre de abejas con el mismo fin. Con esto se cumple una función social de ubicación del individuo en el grupo. Esas implicaciones también se daban en el juego de pelota de los Mayas porque siempre cumplían un propósito relacionado a su cosmovisión o a la guerra”, dice Andrés Álvarez, Decano de Antropología de la Universidad Del Valle de Guatemala.
En un contexto nacional, el licenciado Álvarez hace referencia a los Rojos del Municipal y a los Cremas de Comunicaciones. “Existe el estereotipo de que los Rojos son más cercanos al pueblo y los Cremas son más pertenecientes a una élite aunque al ver a los aficionados en las bancas aparenten ser homogéneos en cuanto a su clase social”.
Él también menciona que era tradición en el contexto rural que la comunidad se reuniese en los campos de fútbol durante el fin de semana, aunque considera que esa es una tradición que se ha ido perdiendo con la introducción de los deportes televisados y el mercadeo global del fútbol. Recuerda también que “en los ochentas era impensable que un comunista le fuera al equipo del Aurora, por ser del Ejército. Eso sucedía de manera parecida por identidades regionales como cuando jugaba el Cobán Imperial y se paralizaba toda Alta Verapaz para ver el partido. Sacaban los televisores a la calle”.
Fernanda, aficionada al Real Madrid, asegura que el fútbol le apasiona desde los ocho años, y la hace sentirse identificada con un equipo al que está dispuesta a apoyar hasta en las malas gracias a las alegrías que le ha dado. Asegura que su gusto por dicho equipo se debe a su forma de juego y al sentido de pertenencia que muestran los seleccionados con su equipo además de la actitud que mantienen constantemente.
Álvarez y Campán coinciden en considerar los deportes como una forma en que el individuo busca identificarse. “Los héroes del fútbol son eso exactamente: héroes a imitar. Entonces los niños y los demás siguen a los equipos porque quisieran tener los atributos heroicos que tiene ese entrenador o ese atleta; ese alter ego de “yo quisiera ser como Piqué”, “yo quisiera ser como Özil”. Entonces una persona quiere asociar esas virtudes que tienen otros para sí mismo”, dice Campán.
De acuerdo a Álvarez, la globalización del deporte ha cambiado el nivel de identidad. “En Guatemala pareciera haber más aficionados al Barcelona y al Real Madrid que a los equipos locales. Por supuesto, esto va de la mano de que es un fenómeno económico en donde se explotan las franquicias, se le saca el máximo a los eventos, a la publicidad, y otras cosas en donde se crea una élite que son los deportistas y se distorsiona la idea de lo que es ser importante, ganan ridículas cantidades de dinero a comparación de un científico, por ejemplo. Pero esa es parte de la identidad que buscan los fans.”
Dice Campán: “El fútbol es el perfecto ingrediente para absorber el tiempo libre, y también es un chupador de tiempo libre porque hay veces en que llega a chuparle tiempo al estudio o al trabajo. Porque el fútbol es un generador de bienestar colectivo a nivel mundial. Supera a los eventos religiosos o políticos. La publicidad se maneja de la misma manera, porque la publicidad que acaricia al cliente, vende el producto. Cada vez que una persona produce una caricia, produce serotonina, al igual que cuando recibe un beso, un saludo, una sonrisa, en donde hay una sensación de bienestar. Entonces el fútbol, a través de la pantalla de televisión o a través del radio, envía caricias, mensajes de bienestar a la gente y por eso es tan adictivo.”
Como se mencionó, media vez se altere alguna de las cinco funciones básicas de la vida, se habla de adicción.
El licenciado Álvarez no sabe exactamente qué impacto tiene el fanatismo deportivo en la productividad del individuo en sus labores pero considera que al haber menos personas en su lugar de trabajo, la economía guatemalteca ha de sufrir con cada clásico español “aunque tal vez se contrarreste con lo que gastan en los restaurantes”, añadió con humor.
Fernanda se considera una apasionada por el fútbol pero no una extremista, por lo que personalmente no ha dejado de compartir con su familia o abandonado los estudios o el trabajo por ver un juego. Sin embargo, conoce a gente que sí lo hace y también menciona a grupos europeos de fanáticos como los “hooligans”, que llevan su pasión al extremo al dejar los argumentos a un lado y pelear a golpes cuando se trata de su equipo.
Para Campán, si es posible llevar una vida normal, no hay ningún problema en que siga a un equipo deportivo. “Pero hay veces, como tuve yo la situación, de que un señor que conozco no llegó a la graduación de su hija por ir a ver un partido de fútbol. Entonces esa persona sí era adicta y dejó de cumplir con sus funciones emocionales al no asistir a la graduación de su hija por ser fanático del equipo de Comunicaciones.”
Además, agrega el licenciado Campán: “El problema de la adicción se deriva a que hay veces en que el cuerpo deja de producir serotonina y dopamina, que produce normalmente, y depende de los medios externos para obtener bienestar, como el caso de la nicotina. Entonces cuando no hay partido de la Champions, de la UEFA, u otra liga, la persona se siente aburrida y con malestar, y hay violencia. Un buen ejemplo: los índices de criminalidad en Brasil definitivamente bajan cuando hay un mundial de fútbol.”
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