Me encuentro en un callejón sin salida. Mi papá grita, pelea, somata puertas en casa y mi mamá se encuentra totalmente ebria, es un despojo humano y con un olor… que hace que mi alma se estruje.
Las peleas constantes en casa ya me tienen aburrido, siempre es lo mismo, no hay nada servido en la mesa, todo tirado y regado en todos lados de la casa, otra vez mi mamá está bola… y papá gritándole, regañándola porque es una viciosa y no pone de su parte. Esto se ha repetido desde que yo tengo memoria, a decir verdad creo que la cosa ha ido de mal en peor. Yo me he hecho cargo de mis hermanos menores, pues mi mamá nunca, pero nunca o tal vez exagere un poco, se encuentra bien.
Al principio me decían que mi mamá se sentía mal, que tenía que descansar, que no hiciera bulla, que jugara en voz baja para no despertarla.
Ella no podía conseguir un trabajo y yo me daba cuenta que siempre los que conseguía, le duraban muy poco, ya que siempre regresaba borracha o muchas veces se iba borracha al trabajo y eso hacía que la despidieran. Me recomendaba con los vecinos y se olvidaba de irme a traer.
Hasta que mejor se quedó en casa para evitar meterse en más líos. Ella es una persona muy triste siempre y cuando no estuviera bebida, a mis hermanos y a mí nos gusta estar cerca de ella cuando está cariñosa con nosotros, pero se pone muy violenta cuando se toma ese veneno (el guaro, pues veo que día a día la destruye).
Un día platicando con un amigo sobre mi situación, me dijo que él también había tenido una historia muy parecida a la mía, y que conocía un lugar donde podía hablar de eso, de sus sentimientos, un lugar donde todos se entendían y ayudaban para conseguir ayuda y alivio a su problema. Que allí había descubierto que su papá no era un “bolo”, sino una persona enferma; ya que el alcoholismo no es un vicio, ni falta de voluntad , sino una enfermedad y yo estaba emocionalmente contagiado. Por supuesto que no le creí absolutamente nada de lo que él me dijo, pero para estar tranquilo quería ir a conocer ese lugar. Donde se reunían puros perdedores (según yo) y gritarles en su cara, que estaban equivocados.
Para mi sorpresa ese pensamiento fue cambiando y de la misma manera mi vida. Comencé a asistir a Alateen, un grupo de jóvenes como yo, que se sienten afectados por la forma de beber de algún pariente o amigos. Dejé de preocuparme de las actividades de mamá, también dejé que ella fuera responsable de las actividades que le correspondían y de su propia vida. Por supuesto que me sigue importando lo que ella hace, pero sé que con regaños, gritos y faltas de respeto no voy a remediar la situación, solo la empeoro. Esta es una de las cosas que he aprendido en Alateen.
Mi madre aún sigue bebiendo, pero yo hoy puedo disfrutar de esos momentos cuando no está bola, ya aprendí que no tengo que juzgarla por lo que hace o dice, que tengo que mostrar más compasión por ella que está enferma, sin agarrar las responsabilidades que a ella le tocan.
Hoy soy un joven más feliz, lleno de esperanza, más confiado, pues tengo un Poder Superior que me guía y a quien yo le permito guiarme.
Iván.