Renato J. Conedera N.
Si analizamos el documento Tradición Jesuita en Guatemala: Una Aproximación histórica, podemos tomar muchos ejemplos de valores de vida aplicables en nuestros días como individuos, académicos, religiosos, y ¿por qué no? como familia.
La marcada constancia y pasión de la compañía, en cualquier momento y circunstancia es tangible; el actuar desinteresado y puro les lleva a un éxito sin precedentes en sociedades y culturas como muchas en Latinoamérica y, particularmente, Guatemala. Precisamente aquí, debería acuñarse la frase – “Como la historia no es un simple recuento del pasado, sino, además, luz para el futuro” – En Guatemala no vemos la historia desde ese punto de vista de progresión; quizá sea una respuesta a nuestras innumerables insuficiencias académicas, políticas y económicas. Solemos reincidir en errores históricos, y de ahí, la gran responsabilidad de mi generación en ser agentes de cambio, capaces de re direccionar el ríspido y torcido rumbo de nuestro país, con esfuerzo, tenacidad; pero sobre todo con fe.
La decisión de los Jesuitas de entrar al ámbito académico en nuestro país, fundado entre otras cosas por el interés de la compañía por lograr un paradigma progresista y cristiano, lleva a la necesidad de innovar de acuerdo al contexto coyuntural; esto es en realidad la pasión por la misión. Debemos ser innovadores y auténticos; en lo que hacemos, pensamos y proyectamos para nuestras vidas y las de los demás. Aquí, encuentro otra gran responsabilidad para mi generación.
No existe idea pequeña o descabellada, sino la determinación de lograr una idea ambiciosa y grande capaz de satisfacerme tanto a mí como a los demás. Vivimos en un mundo extremadamente competitivo, porque aunque no lo vemos, estamos compitiendo día a día, minuto a minuto; y se trata de una sana, que exige lo mejor de nosotros; de la cual paulatinamente resultados positivos se verán materializados en una sociedad verdaderamente funcional. Es preciso iniciar el cambio, es momento de actuar, prepararnos para ser ese punto de partida innovador, para ser luz y fuego que enciende otros fuegos.
En nuestro país, falta esperanza por mejorar y existe la certeza de que ya todo está perdido. Nos falta espíritu para cambiar y para luchar, decisión, carácter, conciencia social. Nos falta eso que haga a un político preocuparse por el bienestar común, y no en el de sus bolsillos, a un estudiante aprender verdaderamente con madurez; atrevimiento para tomar la iniciativa, unión. Nos falta fe.
Desde mi perspectiva, no veo como una casualidad las oportunidades que me han sido otorgadas en la vida, sino como señales que me llaman a formarme para luego poder aportar mi parte al crecimiento de esta nación. El haberme educado desde mi infancia y seguirlo haciendo en obras de la Compañía no solo ha abierto mi mente académicamente y me ha preparado integralmente, sino que me ha dado un paradigma de vida distinto, siendo de gran beneficio para mi crecimiento espiritual y humano.
Una ocasión mi tutor de becas en URL me preguntó: ¿Qué me motiva? Hoy, sé la respuesta y estoy seguro que no se trata de un deseo vano de éxito; se trata de un objetivo de vida, alcanzar esa excelencia y calidad integral como persona, realizarme como ser humano, alcanzar mi sueño y dar todos los días gracias a Dios por haberme otorgado la fuerza y el coraje para esforzarme y conseguir lo que me propongo, hacer el cambio y lograr que otros lo hagan, ver a mi alrededor y percibir una realidad distinta, o al menos, el inicio de una con la que todos soñamos; con paz, desarrollo, educación y honestidad, y que algún día, con la ayuda de hombres y mujeres de Dios, comprometidos, con audacia, y una chispa innovadora, pero sobre todo con fe, es posible. El cambio empieza en nosotros. Creo firmemente que Guatemala depende de gente con madurez para cambiar y para actuar como verdaderos ciudadanos comprometidos al desarrollo de su país Ad Maiorem Dei Gloriam.