Erik Moscoso / Opinión /
Normalmente cuando me siento a escribir estas líneas ya tengo un tema definido; sin embargo, este mes se me ha complicado. Pensaba primero escribir sobre el Movember, y sí, sobre el evento mundial de cada noviembre de dejarse crecer la barba o el bigote. Bueno tendrá que ser en otra oportunidad, pues el viernes por la mañana pensaba en escribir sobre la emoción que se sentía ante un nuevo enfrentamiento de la selección de fútbol contra Trinidad y Tobago. Quizás un tema un tanto vago y que ya todos sabemos como paró, pero que por alguna razón sabiendo como parará tenemos la esperanza de que todo cambie. Sin embargo, por la tarde me enteré de los atentados en París; un momento de detenernos a pensar qué esté pasando alrededor del mundo. Bueno, el punto es que lo que pasó durante el fin de semana me llamó mucho la atención y es algo que vale la pena discutir.
Desperté el sábado para encontrar que muchos de mis contactos han cambiado su foto de perfil de facebook; bueno en realidad le han agregado el azul, blanco y rojo a su foto. La han “afrancesado” en muestra de solidaridad con los parisinos y el pueblo francés. Cada quien es libre de expresarse de la manera que mejor le parezca, y pues si lo quieren hacer por redes sociales está bien. En lo personal no lo hice y tampoco lo pienso hacer.
No pienso cambiar mi foto de perfil para mostrar una de mi posando bajo la torre Eiffel, ni tampoco “afrancesarla”.
En Guatemala ocurren 15 muertes violentas al día, pero ya hemos normalizado la violencia en nuestro país que lo vemos como algo del día a día. Para finales de noviembre tendremos la misma cantidad de muertos que los ataques a París. Sin embargo, el hecho de no cambiarla no me convierte en mejor, ni en peor, ciudadano en la comunidad global.
Los conflictos alrededor del mundo están presentes. Siria, Irak, Libia, y la lista puede continuar. Alrededor del mundo los conflictos han cobrado miles de vidas, dentro y fuera de las fronteras donde los mismos suceden. Hace algunos meses recuerdo haber sido llamado sensacionalista al hacer un llamado a meditar acerca de los migrantes debido a la muerte de Aylan Kurdi, el niño sirio cuyo cuerpo sin vida fue hallado en las cosas turcas. Al igual que él muchos han perdido la vida a causa de los conflictos que se desatan en su país, pero en ese entonces nadie puso su perfil con la bandera siria. Mucho menos usamos el hashtag #PrayForSyria. Para la fecha muchos ya habrán olvidado a Aylan, aunque sólo han pasado unos cuantos meses.
Entre la postura de poner la bandera francesa, guatemalteca o siria o no se torno el debate, por lo que pude observar, y debo decir que respeto a los que lo hayan hecho (cambiar su foto o agregarle los colores de alguna bandera). Pues la tolerancia es algo que he aprendido a poner en práctica. A aceptar que todos somos individuos y que lo importante es aprender a vivir en comunidad, que cada quien puede tener su opinión acerca de un determinado tema.
Sin embargo cuestionar y atacar a la persona considero no es la mejor manera de demostrar que hemos aprendido a ser una generación del cambio.
Los mismos ataques que vi dirigidos a personas que mostraron su solidaridad con el pueblo francés dejan ver el desconocimiento del tema (por no querer decir ignorancia) y la poca apertura al diálogo. Dos claves del cambio que buscamos como sociedad para poder emular una de “primer mundo”. ¿Entonces cuál es el miedo? Sigo insistiendo que aún queremos el cambio, pero pocos están dispuestos a cambiar, a ceder ante otros en la búsqueda de una mejor convivencia entre nosotros. Seguimos muchas veces encadenados a reproducir las mismas actitudes que rechazamos, que muchas veces, consciente o inconscientemente tenemos miedo a cambiar, por temor al rechazo o al que dirán.
La paz, que tantos en el mundo deseamos, es algo que no se consigue de la noche a la mañana. Es algo que se va construyendo con esfuerzo y sacrificio. No es necesario pensar más allá de nuestras fronteras cuando podemos empezar por alcanzar una mejor sociedad dentro de las nuestras dando la oportunidad a otros de ser escuchados y no ser rechazados por pensar diferente a nosotros, o por ser diferentes, es un primer paso.