Enrique Búcaro /Agrupación estudiantil TOGA / Opinión/
Hace algunos días leía en una página de internet una frase cuyo sentido iba algo así: “no te apresures, que al único lugar a donde de verdad debes de llegar es a ti”. Me pareció verdaderamente una frase curiosa por todo lo que implica, sobre uno mismo, sobre el camino de la vida, sobre lo que somos, lo que debemos y lo que queremos ser. En realidad lo que más me hizo pensar es: ¿qué me apresura, qué me dice a dónde ir, cómo ir o cómo llegar? Y entonces comencé a reflexionar, y es de esa reflexión que nace este pequeño escrito.
Nosotros, todos, vivimos en un mundo globalizado, conectado y la verdad es que no entraré a este tema, pues supongo que ya todos sabemos lo que esto quiere decir, pero ¿en realidad sabemos lo que eso significa en nosotros? ¿sabemos lo que significa en nuestra libertad?
No es un secreto para nadie que el comercio ahora ya no sean simples transacciones que se dan entre dos o tres personas a la vez, dentro de un mercado, un día determinado de la semana en el que todos preguntan precios, regatean, pagan o pasan; es decir, ya no es un simple negocio. Ahora, en nuestros días el comercio y la manera de hacer negocios dista mucho de ser como en antaño, y vemos grandes transnacionales, medianas empresas nacionales y pequeños comerciantes locales que luchan por atraer nuestra atención hacia sus productos en todo lo relacionado al quehacer humano, sea por placer, por necesidad o inclusive, por simple banalidad o simple sinsentido.
En esa última oración fue la que pensé más al reflexionar, porque si bien este no es un afiche de “no al consumo”, es una reflexión de “sí a nuestra libertad individual”.
Me explico. Diariamente vemos que todos producimos dinero, o al menos tenemos capacidad de gastarlo, nos vemos invadidos en todos los sentidos por empresas de ropa, alimentos, tecnología e industria, e incluso de redes sociales e internet, y cada una de ellas lucha por hacerse más visible, por hacer más ruido, por hacerse sentir más que todas las demás empresas en el mercado. Todo para que nosotros las consumamos y prefiramos, inclusive que les seamos “leales” por sobre las demás. Sin embargo, cada una de esas empresas al crecer ellas mismas y su competencia, se ven en la “necesidad” de enviar mensajes, llamar, colocar anuncios estáticos o en movimiento, para que notemos sus productos, para que nos enfoquemos en ellos y nuestro deseo se abra a consumirlos.
Entonces, si nuestro tiempo y espacio se ve en constante rechazo a ello, o bien, en constante atención, yo pienso:
¿Cuándo tengo tiempo para ser libre en mi ser, para llegar a mí, para encontrarme con quién soy?
Si bien la libertad no es libertinaje, una anarquía de nuestro actuar, tampoco es libertad el depender de un celular, una red social, un computador o un hacer comercial, solo para sentir que estamos en algo, que no estamos solos. Debemos todos de saber que a veces es bueno estar solos; aclaro, no dije “es bueno estar en solitario, encerrado entre cuatro paredes o en la cima de una montaña negándome a cualquier humano”.
Hay que atreverse, por momentos, a estar solos sin estímulos de otras personas, estar con nosotros, enfrentarnos a lo que vivimos, apoyarnos y reírnos de nosotros mismos, ya sea en nuestra cama, en una banca de la universidad o en cualquier lado que nos lo permita. Para poder hacer cosas aunque no estén de moda, aunque no sea lo que todos mis contactos comenten y compartan en la red social, aunque nadie lo haga, aunque nadie lo lea o lo escuche. Sí, debemos de explorar aquello que después de una buena plática con nosotros mismos y de una buena reflexión, nos llame la atención.
Sé que la libertad es aquello que hacemos por nosotros y para nosotros, disfrutándola auténticamente. No digo que hagamos todo solo en función nuestra, sino que cuando demos o aceptemos lo que nos dan, compremos, donemos o regalemos algo, desde una sonrisa, un gracias, un salud (de los estornudos) hasta algo material caro, pasando por el sinfín de gestos y cosas que hay en el mundo, lo hagamos consientes de por qué lo hacemos, y no solo que nos dejemos arrastrar por la masa, por la moda, por la red social o por el consumo en sí mismo. Construyamos con nuestro cerebro y corazón la libertad, luego solo es cosa de gozarla.
Imagen: www.ganadineromientrasduermes.com