Cristina Figueroa/ Opinión/
Conseguir una pasión puede ser muy sencillo, pero mantenerla, crecer en ella y volverla parte de nuestra vida puede rompernos algunos huesos. En mi caso, es el break dance. No llevo el tiempo suficiente como para poder dar los mejores consejos o hablar de mi gran experiencia, pero puedo decir que este baile es el más horrible y a la vez el más genial que pude haber escogido.
En solo estos 3 o 4 meses he aprendido lo poco que se sabe de este baile y lo prejuiciado que está ante la mayoría de las personas. Muchos lo perciben como algo solo para hombres rudos y musculosos que se pasan la vida haciendo lo que quieren, y se tiran constantemente al suelo sin pensar en cuánto podrían lastimarse. Pero realmente, llegar a ser alguien que puede tirarse al suelo y aparentar que está por romperse el cuello, es algo muy difícil.
Son años de entrenamiento llenos de golpes, quemaduras, calambres, dolores musculares, lágrimas, sangre, y una especial cantidad de sudor que nos ocasionamos debido a una disciplina autoimpuesta con la que poco a poco el descanso empieza a asemejarse más a una pérdida de tiempo; sin embargo, este nunca deja de ser necesario para avanzar sin provocarnos lesiones.
¿Todo esto por qué? Porque nada nos puede hacer más felices.
No solo bailar suele ser reconocido como una buena terapia para el alma, pero hacerlo mientras jugamos con la gravedad, nuestra fuerza, agilidad, balance y flexibilidad, termina siendo algo transformador. Siendo constantes en nuestro entrenamiento, vamos avanzando para estar más cerca de conseguir hacer un nuevo truco, una nueva posición o lograr movimientos más fluidos y limpios, y así cada vez sentir más libertad mientras rodamos en nuestras manos al ritmo de la música. El progreso se vuelve adictivo.
Bailar con otros bboys y bgirls, o enfrentarse a ellos en una batalla, hace que todo se pueda disfrutar aún más, se vuelve un aprendizaje compartido en el que tu mente se abre a nuevos estilos y formas distintas de hacer un mismo movimiento. Es un mundo en el que nadie se puede odiar; bailando y viendo cómo otros bailan, el reconocimiento del trabajo duro queda explícito al momento de sonreírse por admirar lo que cada uno transmite al moverse.
Nunca dejas de aprender, de crecer, de sentir que cada vez se puede dar más, y de que con mucha perseverancia y la dedicación adecuada, el break dance es una pasión que estará muy lejos de decepcionarte, pues cambiará tu vida para hacerte más fuerte, incluso en tu forma de pensar.