Han pasado dos años y medio desde la primera manifestación del 2015. Pero luego de esa experiencia radical de encuentro en las plazas, muchos hemos también apostado por el terreno desconocido de la organización. Hemos aprendido a discutir, dialogar y hemos construido alianzas inéditas en estos años. Y aunque estos importantes avances no siempre llegan a los titulares de noticias ni a las redes sociales, hemos aprendido a combinar una atención a la coyuntura y los casos del día a día, al tiempo que hemos emprendido un esfuerzo consciente y constante por conocernos y tejer entre nuestras organizaciones, creemos que esto nos devuelve la fuerza que nos rompieron hace tantos años.

¿Dónde hemos estado en estos años? La Alianza por las Reformas, un espacio que se consolidó después del diálogo por las reformas para el Sector Justicia, ha demostrado ser un espacio valioso para seguir generando propuestas concretas en las discusiones posteriores. La Asamblea Ciudadana es otro ejemplo, donde nos reunimos semanalmente un grupo de representantes de grupos de mujeres, sector campesino, sindicatos, autoridades universitarias, estudiantes y colectivos capitalinos.

La dinámica de estas reuniones constantes puede ser agotadora pero es una prueba física y real de la voluntad de los distintos sectores del movimiento social de consolidar fuerza conjunta. Pero el desafío ha rendido frutos también. No cabe duda que ha logrado generar confianza entre nosotros y ahora estamos alineados en intenciones y en sentimientos. En diciembre, por ejemplo, tenemos un encuentro de representantes de colectivos jóvenes o emergentes de todo el país.

En esto, nos reconocemos “jóvenes” no en edad, sino en experiencia organizativa y en la forma de analizar la sociedad y a la vez  reconocemos el trabajo de tantas generaciones previas en construir la base necesaria para esta posibilidad de conocernos. La articulación que nos movió del 25 de agosto al 20 de septiembre de 2017, no habría sido posible sin esos dos años de crear confianza, de conocernos.

La consolidación de demandas conjuntas entre campo y ciudad para noviembre de 2017, era impensable a principios de 2015 y hoy podemos decir que es inédita para nuestra generación.

Es comprensible que la gente quiera resultados inmediatos y que todo esto que hemos estado haciendo no sea visible. Pero no podríamos estar más esperanzados con la ruta que llevamos. Hace dos años y medio nos movía la indignación, pero ahora lo que nos mueve es la creencia genuina, ilusa y honesta de que podemos cambiar las cosas. Además, estamos haciéndolo.

Después de varios intentos fallidos por generar agendas conjuntas que se empezaron a sentir forzadas, ahora tenemos la claridad de estar trabajando por consolidar una democracia más fuerte y un país donde verdaderamente quepamos todos. Esto no siempre pasa por tener las mismas demandas exactas, pero sí por tener el corazón puesto en el mismo sueño y la misma utopía.

Creemos que para construir un país distinto es necesario repetir este ejercicio en una escala más amplia.

Es momento de construir desde la empatía y la capacidad de entendernos y conocernos, de nutrir mis ideas con las perspectivas e ideas de los otros, y confiar que esta fuerza colectiva será transformadora para el país.

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