Patricia/ Al-Anon/
El alcoholismo de un ser querido deja a las personas que conviven con él, con una autoestima muy baja, con poca valoración de sí mismas, acostumbradas muchas veces al maltrato verbal, emocional y peor aún al físico. Creyéndose que de alguna manera han provocado algo y que se lo merecen. Su juicio está muy dañado al punto de no hacer lo que se piensa ni pensar lo que se hace.
O sea decir SÍ cuando en realidad se desea decir NO. Quedarse cuando lo que se desea es irse. El miedo está presente en todo momento.
Yo no fui la excepción, mi autoestima era muy baja y con una pobre imagen de mi persona, no estaba acostumbrada a apreciarme ni a que las demás personas lo hicieran. Siempre creía que había un interés detrás de todo ello o simplemente lo decían por quedar bien. No se me ocurrió nunca que podía haber autenticidad en sus demostraciones o que yo tuviera esas cualidades que ellos solían remarcar. Tanto así que cuando llegué a Al-Anon, la bienvenida que recibí fue del todo muy calurosa y cariñosa pero sencillamente me enojé pues creía que era una gran farsa, más aún cuando alguien me dijo con una voz dulce que ya desde ese momento “me querían”, ¿cómo me van a querer si ni siquiera me conocen? ¡hipócritas!
Por alguna razón más poderosa que mi negación fue que seguí asistiendo. Sentía que era mi lugar, que muchas otras personas tenían iguales o peores problemas que los míos y que sabían hacerles frente usando el programa de Al-Anon. Y así, cada semana transcurría y llegaba el día de la reunión que, para mi sorpresa, comencé a esperar con alegría.
Mis pensamientos anteriores estaban nublados por el dolor de vivir con una persona alcohólica, hecho que de alguna manera influyó en la idea distorsionada que tenía de mí misma y en la desconfianza hacia las demás personas cuando me ofrecían su ayuda genuina. Al final de cuentas, así había crecido, desconfiando de todo el mundo. Resonaron por mucho tiempo estas palabras: “nadie da nada, por nada, algo quieren a cambio.”
Sin darme cuenta, el programa fue “calando” en mí, en cada reunión que asistía, en cada libro de Al-Anon que leía, en cada evento o actividad de la hermandad de Al-Anon. Así es como trabaja esta nueva forma de vivir, a nuestro ritmo y en silencio es que se van dando los grandes cambios.
Poco a poco el programa me va devolviendo a mí misma, a esa Patty fragmentada que ahora empieza a ser nuevamente yo, reconstruyéndome, recuperándome de los estragos del alcoholismo activo de mi ser querido. Me enseña que debo cuidarme, quererme y protegerme. Que no puedo hacerme cargo de otras personas si primero no lo he hecho conmigo, y que de lo contrario, sólo me traería mucho desgaste y no tendría nada bueno que ofrecer.
Nuevamente me quedaría sin nada, sin mi yo.
Mediante el programa de doce pasos encontré respuestas a preguntas sobre mi persona, utilizando herramientas como: aplicar un inventario sin temor de lo que realmente soy, cuáles son mis virtudes y mis defectos. También descubro mi historia, que es la que me da idea del por qué hago lo que hago, y que esa historia es la razón por la que hoy soy como soy y es la que me indica qué es lo que debo corregir o mejorar. Todo lo hago desde el amor hacia mí misma, sin culpa, sin juicio. Me permite observarme tal como soy, me orienta por rumbos positivos conociendo hacia dónde me dirijo.
Gracias a Al-Anon he aceptado que soy una persona valiosa y que mucha gente me quiere de verdad, y que hasta me aman. Aprendí a abrazar de manera cálida y afectuosa y me siento de maravilla por eso. Siento que la ira profunda que tenía escondida, poco a poco va siendo reemplazada por sentimientos de amor, compasión, afecto, comprensión y gratitud.
Los cambios que han tenido lugar en mi forma de vida y en mi actitud ante ella, han eliminado parcialmente mis miedos a tomar decisiones y a asumir sus consecuencias. Voy conociendo de lo que soy capaz y dónde debo detenerme. Todo ello con la guía de mi Poder Superior.