niños

Kimberly Rocío López Ortíz/ Colaboración/

Una de las experiencias más bonitas que he podido vivir ha sido el involucrarme en actividades de voluntariado, con todo tipo de personas. Puedo decir que a través de esto he tenido momentos muy enriquecedores en mi vida, que de muchas formas, me han dejado lecciones de vida que a su vez, me han ayudado a mejorar como persona. Mucho de esto se lo debo al hecho de que la institución educativa en la que realicé mis estudios de bachillerato fomentó en mí el gusto de dar y servir, sin esperar nada a cambio.

El primer acercamiento que tuve en este tipo de cuestiones fue hace tres años.

Participé en un proyecto de acompañamiento educativo para estudiantes por madurez a través de un sistema radiofónico. Al principio no fue nada fácil enfrentarme a la realidad de otras personas que al igual que yo, tenían el anhelo de superarse académicamente. Sin embargo, el tiempo compartido con ellos me hizo conocer desde sus alegrías hasta sus problemas más agobiantes. Me enseñaron más de lo que yo pude enseñarles y lo mejor de todo, es que hicieron de mí una persona más consciente respecto de la realidad de este país. A partir de eso, un deseo de servicio empezó a crecer en mí.

Después de eso, dentro de la Universidad Rafael Landívar participé como voluntaria en FARES, con niños que padecen de cáncer. Fue una de las experiencias más fuertes que he enfrentado. En ese lugar conocí a muchos niños que me hicieron ver que aún en momentos difíciles una sonrisa es posible. Verlos sonreír y jugar, para mí era la recompensa  más grande que podía recibir semana a semana. Pude darme cuenta de lo mucho que podemos ayudar brindando un momento de alegría. Les tomé mucho cariño y aún recuerdo el nombre de esas personitas que le daban sentido a mi semana: Carlitos, Bryan, Miguel Ángel, Kimberly…

Este año, estoy participando en un voluntariado de reforzamiento escolar en niños.

En el poco tiempo que llevo he logrado una relación muy bonita con los niños del lugar. Poco a poco han depositado en mí su confianza para compartirme sus sueños, las cosas que desean lograr, lo que esperan de su futuro; y es realmente agradable saber cómo ellos a su corta edad se han planteado metas positivas que me motivan a seguir apoyándolos en su crecimiento. Sin duda alguna, seguiré involucrándome en estas actividades porque mis experiencias me han demostrado que dar es mejor que recibir y que vale la pena servir.

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