Jovenes

“Ningún proyecto de iglesia, social o político puede construirse al margen de los jóvenes”
Monseñor Ulloa

¿Han visto publicaciones respecto a los introvertidos? Cómo sería su casa ideal, sus reuniones, el gimnasio al cual asistirían y qué tipo de cosas no les gusta tener cerca o interactuar ¿Si? ¿No? Las personas introvertidas tendemos a realizar actividades a solas (mientras menos gente, mejor), las disfrutamos a solas y somos personas de pocos amigos, huimos de las multitudes, nos sentimos fuera de lugar en fiestas, celebraciones, conciertos y demás amontonazones; la soledad, la intimidad y el silencio suelen ser una necesidad de casi todos los días. Las lecturas interesantes, una tarde de películas o un paseo en bicicleta son nuestro ideal de ocio; súmenle esa cualidad de introspección de la que hacemos gala, centrando la atención en nuestros pensamientos, emociones y sentimientos por sobre las demás cosas. ¿Cachai? Bueno, también debemos hacer la aclaración, nadie es absolutamente introvertido, ni totalmente extrovertido, sino que es una tendencia del carácter de cada persona.

Pero esta no es una columna sobre la introspección o los introvertidos, que seguro sería un tema muy interesante de abordar, los introvertidos la leeríamos, analizaríamos, sacaríamos nuestras conclusiones y nos las quedaríamos para nosotros mismos o buscaríamos otro introvertido para comentarla. No, esta es una breve reseña de la experiencia que pude compartir con miles de jóvenes hace algunos días en Panamá en la Jornada Mundial de la Juventud, desde los ojos de un introvertido.

¿Cómo llegué ahí?, es una historia algo extraña y larga, pero se me presentó la oportunidad y aunque no quería tomarla (por muchos motivos) pensé que sería un sello más para el pasaporte y algunas anécdotas nuevas que contar al regreso. En efecto, así fue… porque Panamá tenía tantas cosas que ofrecer, horizontes que contemplar, personas con las cuales conversar, nuevas amistades, lugares, momentos, historias, tradiciones, memorias, gastronomía y sobre mesas, sin olvidar claro ese clima infernal (caluroso y húmedo). Es imposible resumirles 12 días en unas cuantas lineas, pero tampoco voy a saturarles de más imágenes, discursos e información de la que pudieron ver en las redes sociales durante esos días (porque parecía que media Guatemala estaba en Panamá).

Debo admitir, la capacidad de convocatoria de Francisco es increíble y la respuesta del pueblo panameño a tal oportunidad, estuvo a la altura de las circunstancias; también, resulta interesante esa habilidad para congregarnos desde diferentes ciudades y continentes, por un tiempo determinado y bajo un objetivo común… como para el mundial de futbol, tommorrowland, woodstock y la peregrinación a La Meca. El anhelo por respuestas y significados, así como el sentirnos parte de algo más grande que nosotros mismos, siempre será capaz de mover todo dentro de nosotros; eso me hizo cuestionar ¿Por qué nos cuesta tanto entonces coincidir, congregarnos y trabajar juntos ante los desafíos de nuestros países y realidades? Una pregunta que sigo tratando de responder.

Es interesante también el papel tan fundamental, pero silencioso, que juega el internet y las redes sociales en esta clase de eventos, a mi parecer, llegaron a convertirse en un gran obstáculo para que los jóvenes verdaderamente pudieran estar ahí, vivir, escuchar y ser parte de ese momento. El paso del Papa para saludar a los jóvenes es un momento de éxtasis para muchos, lagrimas, gritos, sonrisas, paz, felicidad y todo un abanico de emociones que las personas sentían al ver su pasar; opacado claro, por un mar de smartphones, tablets y cámaras fotográficas que querían “capturar la mejor imagen” o “grabar todo para revivir el momento después” es decir, muchos estaban, pero estaban como ausentes… querían mostrarle a todos que estaban teniendo un gran momento junto a Dios y en su fe, en lugar de vivirlo o entender la magnitud de la oportunidad que estaban teniendo de vivir ese momento. Daniel Radcliffe lo dijo alguna vez (de forma más sencilla incluso): “El internet no se trata de pasar un buen rato, se trata de mostrarle a la gente que la estás pasando bien; todos se toman fotos de si mismos para que luego puedan decir: Yo estuve allí ¿No fue genial?.. es una locura”

Y mientras mirabas banderas por todos lados, algunas sumamente desconocidas (como la de Albania o Chad) y otras que mirabas cada 2 minutos (como las de Guatemala u Honduras), podías observar que a pesar de todo, Panamá seguía en su rutina normal y su gente seguía luchando por llevar le pan a su mesa a través del comercio informal; también hubo postales interesantes, como los testigos de Jehová repartiendo la Atalaya en las puertas del Parque Omar o los musulmanes estrechando manos, abrazando y regalando agua pura a los peregrinos al final de la tarde.

Para este joven creyente, hubo dos cosas que marcaron este viaje: la familia y la parroquia con quienes tuve la oportunidad de compartir mis días y comidas, también el mensaje del Papa y los Obispos, con su gran carga político-profética para la juventud; fue una invitación a dejar de lado los muros (prejuicios y diferencias) para construir puentes entre los pueblos (reconocernos plurales) y las personas, porque nadie tiene derecho a decirnos que somos muy pequeños o pobres para soñar algo (todos nacemos libres e iguales), o que esperemos nuestro turno porque aun somos “muy jóvenes” y no debemos hacer ruido (abrir brecha a nuevas ideas y personas, un recambio generacional en la sociedad) sin olvidar el respeto por nuestros ancianos/ancestros (tener memoria y honrar el pasado) o que nadie es ilegal cuando está buscando un futuro mejor para los que ama (migrar es un derecho de todas las personas).

Tanto que contarles, pero el espacio no alcanza y las ideas se amontonan… como los australianos cantando por las avenidas, los brasileños tocando el charango, las historias de quienes migraron a Panamá buscando un futuro mejor, los europeos riendo con los latinos, frailes tatuados, monjas bailando, vendedores ambulantes madrugando, policías haciendo turnos triples, el metro colapsado, compartir cuarto con 6 personas de diferentes países y continentes, ver la bandera Palestina ondear entre todas. Casi no traje muchas fotos, pero sí historias, anécdotas y amistades; porque fui, vi, observé y vivi todo cuanto acontecía, estaba ahí para contemplar y luego compartir lo contemplado. 

“Lleven una vida que demuestre que el servicio público es sinónimo de honestidad y justicia, y antónimo de cualquier forma de corrupción” – Francisco

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