Violencia2

Stephanie López /Colaboración/

Abrí el periódico y ahí estaba. Uno tenía 19 años e intentó defender a una víctima de robo. El otro tenía 25 años y lo mató.  Ellos vieron cómo su amigo perdió la vida. Ellos agarraron al asesino. Ellos lo mataron. El caso estremeció a una sociedad. Lloraron una muerte y celebraron otra.

Sin embargo, algo no encaja. Algo en el concepto de violencia cambió. De pronto se justifica. De pronto, un arma convierte en asesino o héroe, la diferencia está en la persona que la dispare. De pronto, una patada al cráneo puede ser motivo de aplausos, todo depende de quien la realice. De pronto, la violencia es buena, todo depende.

¿Por qué?

La existencia de crisis nos hace vulnerables y nos expone a ser lastimados en cualquier momento. Por crisis me refiero a la escasez de algo que necesitamos, que en el caso guatemalteco se traduce en seguridad (al menos en mi análisis). Somos una debilidad andando. Cualquiera puede lastimarnos en cualquier momento y en cualquier lugar. En el tráfico. Camino a la tienda. En el semáforo. En el parqueo. En casa. En una fiesta. En un partido de fútbol. No estamos seguros. No nos sentimos seguros.

A esto se le suma la psicosis, que como dice Žižek (2005), no es más que la capacidad de horrorizar la realidad, haciéndonos ver solo el peor de los escenarios. Ante esta situación, sentimos la necesidad de construir el concepto amigo-enemigo, bueno-malo. Es hora de categorizar. Es hora de construir bandos.

Ahora, ¿a quién coloco en el bando de los malos?

El “malo” siempre se adecúa a un perfil que varía según la sociedad en la que se encuentre, pero a grandes rasgos el malo posee discapacidades físicas o sociales (Girard, 2006). Cuanto más se aleja un individuo del status social común, corre mayor riesgo de ser perseguido, sobre todo si se encuentra jerárquicamente en el nivel más bajo de la pirámide social. Entre la comunidad y el malo no existe lazo social alguno que los una, por ello, las represalias de sus allegados que sienten la obligación de vengar lo sucedido son inexistentes. Estos malos son débiles. Son indefensos. Son  marginados… ¡son perfectos!

En plena crisis nos sentimos capaces de clasificar la violencia en buena o mala.  “Soy de los buenos”.  “Estoy en el bando de los buenos”. Eso me hace ejercer la violencia buena, la justificada. Y podré sentirme segura solo en la manera en que pueda eliminar a los malos que me hacen sentir vulnerable diariamente.

Entonces sí, hay violencia buena y violencia mala. Todo depende de quién la ejerza y sobre quién se ejerza. ¿Robó? ¿Mató? ¿Es solo un rumor? No importa, cualquier excusa es válida para ejercer la buena violencia. Cualquier acción es válida para eliminar al malo y sentirme protegida.

Abrí el periódico y ahí estaba. El joven de 19 años murió. Otro joven de 25 años se convirtió en asesino. Ese joven de 25 años también murió. Un grupo de jóvenes se convirtió en héroes.

¡Viva la violencia buena! pregonamos con nuestros comentarios, ¡repudiemos la violencia mala! aseveramos. Lo que aún nos falta comprender es cómo luego de estar jugando en lodo, con lodo nos estamos limpiando.

 

Girard, R. (2006). Los Orígenes de la Cultura: Conversaciones con Pierpaolo Antonello y Joao Cezar de Castro Rocha. Editorial Trotta. Madrid, España.

Žižek, Slavoj. (2005) El acoso de las Fantasías. (2ed). Siglo Veintiuno Editores. México D.F.

Fotografía modificada: “Turn Off the Violence” by Yii1 abrazador.wordpress.com

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