Gabriela Herrera Poggio/ Colaboración/

Sonrientes caras llenas de ilusión y alegría me rodean al ingresar a ANINI. Un par de niños se acercan llenos de curiosidad, algunos más tímidos que otros, pero todos conscientes de lo que las visitas significan. Los chicos están siempre entusiasmados al ver a personas nuevas entrar, cada visita es la perfecta oportunidad para salir de la rutina y pasársela bien.

Este es mi tercer año sintiéndome en casa al pasar por las puertas de uno de los lugares más llenos de inocencia y felicidad que he tenido el gusto de visitar. Como voluntaria asisto el primer sábado de cada mes a la Asociación del Niño por el Niño(ANINI) en la Aldea Montebello, Municipio de Fraijanes, departamento de Guatemala. Nuestra labor como voluntarios es pasar tiempo de calidad con ellos y asegurarnos que se la disfruten. Somos un grupo grande y hacemos nuestro mejor esfuerzo por pasar tiempo con todos los niños y realizar actividades en las que todos puedan participar.

Todos los niños de ANINI tienen necesidades especiales y a pesar de ser diferentes entre sí, todos se llevan muy bien.

Como voluntaria me impactó al inicio entrar a una asociación que se hiciera cargo de tantos niños y con tanta diversidad. Conforme fui conociendo a los niños, me di cuenta de lo mucho que se quieren y se apoyan. Muchos chicos nos presentan a sus amigos todo el tiempo, nos dan consejos sobre que les gusta hacer y nos ayudan a aprender todos sus nombres.

Durante mis años visitando a los niños he tenido la oportunidad de platicar con las niñeras, las fabulosas personas encargadas del cuidado diario de los chicos. He escuchado varias historias sobre cómo han llegado los pequeños a este hogar, algunas desgarradoras, como niños siendo abandonados o literalmente tirados a la basura; otras en cambio reflejan familias sumamente amorosas que simplemente carecen de los recursos necesarios para cuidar adecuadamente a un niño con necesidades especiales.

Escuchando a las niñeras y conviviendo con los niños me he dado cuenta que la realidad guatemalteca es compleja.

Si bien es sorprendente la crueldad e intolerancia con la que algunas personas actúan, también hay personas con una capacidad inmensa de amar, perdonar y ayudar. Es por ello que para mí ser voluntaria significa luchar contra la intolerancia, desafiar la indiferencia, reconocer la injusticia y tomar el futuro en mis manos para marcar la diferencia en la vida de otro ser humano.

Ser una voluntaria me llena el alma de alegría.

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