Foto por: Alejandra Escobar
José Alberto Barrera /Opinión /
Las recientes denuncias de corrupción en contra de jueces y magistrados exponen una realidad incómoda que estamos dispuestos a cambiar, si somos conscientes que #EstoApenasEmpieza.
Es sumamente indignante que el salario que perciben los jueces y magistrados de forma estable mes a mes no sea suficiente para satisfacer su codicia y ambición por dinero y poder. No puede ser que ellos nos juzguen sin su completa solvencia legal y moral. Sin importar si es el caso La Línea, o sobre intermediación financiera, mareros o delitos menores, en el camino para llegar al puerto de destino se debe tomar en cuenta el precio de la justicia y el impuesto que cobran sus recaudadores.
Muy probablemente estas situaciones se den a causa del inminente clima de violencia que se vive en el país (ejemplo claro de ello, el cobarde asesinato de Rigoberto Lima, denunciante del ecocidio en el Río La Pasión, del que mucho se especula sobre la participación directa o indirecta de la directiva de Repsa). Los jueces y magistrados no escapan de esas intimidaciones y amenazas. Sin embargo el logro de cualquier reivindicación social radica en sobrellevar la adversidad con valentía y convicción.
El sistema de justicia -al igual que el sistema, en general- necesita un nuevo respiro.
Más o menos algo así como lo que hizo en su momento el juez Gálvez. Todo el palabrerío en su disertación terminó siendo una cátedra de derecho procesal penal, fundamentado sólidamente con teoría pura y la experiencia del juzgador. Así como él existen otras personas que trabajan para el sistema de justicia y desempeñan sus funciones con esfuerzo, transparencia y eficiencia, sean jueces, magistrados, o bien oficiales, notificadores, comisarios o mensajeros. Muchos de ellos son jóvenes y prometen innovadoras formas en la operatividad del sistema de justicia, desde sus diferentes campos de acción. Se debe limpiar toda la basura para que se perciban esos factores que contribuyen enormemente para saber que #EstoApenasEmpieza.
Para eso se debe limpiar toda la basura, señalar e investigar esas malas movidas realizadas por funcionarios públicos y personas cercanas a sus círculos. Al mismo tiempo, en especial para aquellos que tienen la dicha de servir a Guatemala desde una función pública, se deben promover o seguir promoviendo nuevas formas de agilización en el desempeño de sus labores, siempre dentro del marco legal aplicable, así como hábitos positivos para la prestación de todo buen servicio, como la atención al usuario, la presentación, la limpieza y el orden.
A los jueces y magistrados: sigan desempeñando sus funciones con valentía y estricto apego a la ley, pues de ustedes depende que prevalezca el imperio de la ley. Son ustedes quienes conocen nuestra la legislación para interpretarla, ordenarla y suplir sus vacíos, por lo que sus actuaciones están investidas de plena legitimidad jurídica. Sin embargo, aún deben ganarse la legitimidad social.
El cambio que queremos ver no empieza con Jimmy o Sandra. El cambio que queremos ver y vivir ya empezó, pero así como vino se puede ir si no colaboramos día a día en cambiar los paradigmas que tenemos. Trabajar en conductas propias que se dirijan a exigir y brindar un servicio público transparente, y de calidad.
https://youtu.be/9TUFdp3Vzbg
Recomendación final: Crazy baldheads de Bob Marley. Saquemos a esos ladrones de la ciudad, a aquellas personas que se resisten al cambio y se apegan a ineficientes formas de trabajar. Saquemos a esos pelones que no hacen más que saquear a Guatemala no sólo de dinero, sino de esperanza y de amor. Saquemos la violencia y la venganza y usemos esa energía de forma creativa y pacífica. Debemos creer en el diálogo y la tolerancia. Cambiemos lo viejo, reemplacémoslo por algo mejor.
Esta versión de la canción es especial, pues en el legendario concierto de Bob Marley en Santa Bárbara, California, fue esta canción con la que relucieron las raíces combativas de los Wailers y que obviamente empoderaron a los asistentes con esa enérgica interpretación.