José Coronado/ Opinión/
Perdí mi teléfono, pasó un mes antes de que comprara otro. Nuestra relación duró cuatro años, parecía prudente dejar algunos días de por medio antes de buscar algo nuevo, como un homenaje a un amigo que ya no está. Era blanco, tenía una excelente memoria, en sus últimos días no parecía tan ágil como cuando lo conocí, pero nada de qué preocuparse. Aunque con el pasar de los años todos conseguían modelos cada vez más arreglados, esbeltos, definidos y productivos, yo seguía contento con lo mío.
Pero como es inevitable, llegó el momento de cambiar. Y como aquellos solteros que regresan al mercado después de una muy larga relación, me encontré desubicado, sorprendido y un tanto perdido con lo que allí encontré. Cómo han cambiado las cosas, la última vez que visité las tiendas de electrónicos estaba dispuesto a adquirir lo mejor de lo mejor, en ese momento había encontrado lo que quería y aunque me pareció un tanto caro (400 USD), compré ese Iphone 3gs, sus líneas me cautivaron y lo que tenía dentro de sí me convenció, el resto es historia.
Ahora simplemente buscaba un reemplazo, algo para llenar el vacío.
Al principio todo era lo mismo, precios altos, pantallas más desproporcionadamente grandes que la palabra. Estaba decepcionado y cansado de pasar frente a las vitrinas digitales de las tiendas en línea, busqué una reseña en alguna página que se veía respetable y me decidí por el teléfono más barato en la primera página de recomendaciones. Vaya decisión, como algunos compradores impacientes, investigué más sobre el producto que había comprado, lo que encontré inspiró la presente nota.
Pasaron cuatro años y lo que había conseguido en un ejercicio similar al tín-marín resultó tanto una increíble compra como una inesperada lección en economía. En el mismo tiempo en que toma al joven promedio llegar a odiar a su universidad, el mercado de telefonía móvil cambió mi celular de la siguiente manera: duplicó la cantidad de cámaras, megapíxeles, resolución de pantalla y batería; también cuadriplicó la memoria y la velocidad del procesador. Y para agregarle insulto a la herida, solo pagué la mitad de lo que había pagado antes. ¡Si tan solo esto también pasara con los carros!
Estuve obligado a reflexionar sobre porqué la industria de la tecnología es tan diferente a las demás, qué es lo que la permite reinventarse tan agresivamente y cuáles son las condiciones que le permitieron cambiar nuestro mundo de una manera tan radical y rápida. Los teléfonos celulares son todo un fenómeno en nuestra sociedad tanto como en otras, no es raro que todas las personas y sus abuelas deseen con pasión el último modelo de empresas como Apple o Samsung.
De vez en cuando al merodear sin destino en alguno de los tantos lugares por visitar en el internet, me topo con información como esta, o me entero de cosas como que el nuevo sistema operativo de Google no solo es más bonito y útil, sino que está diseñado para poder ser utilizado tanto por los teléfonos nuevos como los viejos y los cada vez más baratos. Es difícil calcular cuánto se ha beneficiado la humanidad por una ráfaga de productividad tan impresionante y sorprendente pensar que cosas tan fundamentales como la educación y la libertad podrían ser avanzadas por cosas como un par de chips, plástico y silicón.
Imagen: Staudinger Franke