Erik Moscoso/ Opinión/
“Son parte de la élite de la sociedad guatemalteca”, he escuchado a algunos catedráticos mencionar al referirse que somos parte de los privilegiados que tenemos acceso a una educación superior en Guatemala. Vale la pena resaltar que solo alrededor del tres por ciento de la población guatemalteca tiene dicho acceso, los números hablan por sí solos.
Para nosotros, muchas veces la migración implica únicamente una manera de buscar otra formación académica como lo son las maestrías, especializaciones o doctorados. Sin embargo, olvidamos que existen otras causas que fuerzan a las personas a migrar, así como los diferentes rostros de este fenómeno.
La única razón por la que las personas migran es para “ganar más mejor”
Innumerables veces he escuchado esta falacia de generalización. Si bien es cierto que un buen número de migrantes salen de su país en busca de un mejor ingreso para poder proporcionar mejor calidad de vida para sus familias, esta no es la única. Quince guatemaltecos murieron diariamente en hechos violentos durante el 2013, según datos de la Policía Nacional Civil y el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (INACIF).
No es de extrañar que algunos compatriotas vean el salir del país como la única ruta de escape a un problema que sufre la sociedad guatemalteca, que encuentren cierta “paz” en países donde el número de muertes violentas sea de 15 al año (o menos).
Los desplazamientos tienen diferentes causas. Ser “eco-friendly” es un tema que está en boga; quizás esto nos ha llevado a percatarnos más de los daños que le estamos causando al medio ambiente y las repercusiones que esto trae como lo es el cambio climático. Centroamérica es una de las regiones más vulnerables al cambio climático. Terremotos, huracanes, sequías, inundaciones y otros desastres naturales nos afectan. Guatemala, al estar dentro de la región, se ve inmersa dentro de una serie de desastres de gran magnitud (como lo fue el huracán Mitch en 1998 o Stan el 2005) que dejan a su paso perdidas incontables, desde humanas hasta económicas. Las personas de los lugares afectados se ven forzadas a desplazarse, muchas veces dentro del país y otras cruzando fronteras. Vemos cómo el cambio climático y sus consecuencias llevan a personas a migrar en busca de reconstruir la vida que perdieron y dejaron a atrás.
¿Dónde están?
Llegamos a creer que todo migrante es aquel que ha llegado a su país de destino, pero olvidamos que migrante también es aquel que está en el camino de alcanzar el “sueño norteamericano” – migrante en tránsito. Muchos de esos soñadores no alcanzan su meta, se quedan en el camino y de ellos no se vuelve a saber – migrante desaparecido.
El camino hacia alcanzar esos sueños es muy parecido a un campo minado. Desde los secuestros, que a las autoridades pareciera no importarles, hasta los riesgos que movilizarse representa.
Las bandas criminales se hacen presente a lo largo del trayecto y ven a los migrantes como presa fácil, “no tienen nombre ni papeles” y por lo mismo las autoridades no le brindan la debida importancia. El tren de la muerte o La Bestia, son nombres que le dan a la red ferroviaria mexicana. Muchos pierden extremidades en accidentes mientras que otros perecen en tales, sin nadie que reclame sus cuerpos.
Detrás de cada migrante desaparecido hay madres, padres, hijos, hijas, hermano, hermanas… familias preguntándose “¿Dónde están?” por aquel familiar del que nunca volvieron a escuchar.
Una asignatura pendiente
Para Guatemala, así como para los demás países de la región, el tema migratorio es una asignatura pendiente. Más allá de la poca asistencia consular que algunos migrantes reciben, tenemos que hablar de los problemas desde su raíz como lo son la falta de políticas públicas que efectivamente incidan en el desarrollo de la población (económico, salud, vivienda, educación, seguridad, etcétera), provocando que las personas tomen la decisión de dejar atrás a sus familias en busca de “otro lugar de oportunidad”.